Miguel López, El Hematocrítico: «En temas de crianza hay mucho vendemotos»

Después de años dedicado a la educación, el profesor y escritor publica un ensayo sobre crianza infantil en el que apuesta por la flexibilidad, la empatía y la escucha real a los niños.

Miguel López, el Hematocrítico- / Olga moreno

Eduardo bravo

«Siempre les cuento a los niños que firmo los libros como El Hematocrítico porque Miguel López tiene un SEO terrible. Si haces una búsqueda en internet de Miguel López, aparecen dentistas, boticarios, cualquier cosa...», explica entre risas este profesor de educación infantil y divulgador especializado en crianza , conocido también en redes sociales como El Hematocrítico.

Con este pseudónimo ha firmado cuentos infantiles, ha puesto títulos divertidos a obras maestras de la pintura en El Hematocrítico del arte, ha recopilado avisos de comunidades de vecinos en Drama en el portal y ha sido comentarista de programas de televisión como ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, para el que acuñó el término «tróspido».

«Aunque es verdad que hubo una época en que mi trabajo como profesional en el campo de la educación no tenía mucho que ver con mis actividades en redes sociales, nunca encontré una dicotomía entre esas dos facetas. Ahora he llegado a un punto en que creo que ya es todo lo mismo», comenta Miguel López (A Coruña, 1976), que hace unos meses pidió una excedencia laboral para poder dedicar más tiempo esas otras actividades.

Por ejemplo, la promoción de '¡Escúchalos!' (Paidós, 2022), un libro sobre crianza que se aleja de esos rígidos tratados que, más que ayudar a los padres, son una fuente de frustración.

«En estos temas hay mucho vendemotos, gente que te intenta convencer de que hay solo un camino, cuando en realidad todo debería ser tomado como propuestas. De hecho, las mejores herramientas para la educación son la flexibilidad, la capacidad de escucha, de adaptación, la empatía y el respeto, porque no hay una manera correcta de criar. La manera correcta será la que esté bien para ti», explica López, empeñado en despojar la crianza de prejuicios como aquellos que estigmatizan los avances tecnológicos.

«Hay un capítulo en el que recuerdo con nostalgia cómo jugaba de niño en la alfombra de mi casa y acabo diciendo que cambiaría todos esos recuerdos por haber podido pasar una tarde jugando a la tablet. De pequeño iba a las salas de máquinas, soñaba con tener una recreativa en mi casa y, evidentemente, hubiera matado por una tablet porque es lo máximo. La prueba es que los adultos tenemos el móvil pegado a la cara todo el día. Los niños nos ven y piensan: 'Jo, esto debe de ser genial'. Claro que lo es, porque se puede jugar, ver películas, hacer fotos...».

«Tenemos que vivir con los tiempos que nos han tocado y no hay que demonizar estos aparatos ni sentirse culpable por dejarles utilizarlos. Si yo los hubiera tenido de pequeño, tal vez no habría leído tanto Mortadelo. Pero también vi mucha Abeja Maya y David el Gnomo y, si hubiera podido ver Hora de aventuras o Gravity Falls, me lo habría pasado mucho mejor porque son productos infinitamente superiores».

De hecho, Miguel López no llama tanto la atención sobre el uso que los niños puedan hacer de una tablet con supervisión de un adulto, sino del uso que esos mismos adultos hacen de los dispositivos, sin prestar demasiada atención al menor y sus derechos.

«El niño es una persona que está a tu cargo. No eres tú, ni es lo que tú esperas que sea. Es otra persona que tiene sus gustos, que tiene derecho a su propia imagen y del que no puedes contar su vida por redes sociales. Los padres, e incluso los colegios, suben alegremente fotografías de los niños a Facebook sin haber estudiado todas las implicaciones que tiene. Por ejemplo, que esas imágenes pasan a ser propiedad de Facebook».

«A eso se suma que, si tú estás publicando detalles de tu vida íntima o de la suya, es imposible que, cuando sea adolescente, tu hijo entienda que no está bien que suba ese mismo contenido a sus redes sociales. Habrá que ver qué sucede cuando, dentro de 10 años, los chavales de 18 y 19 años vean que tienen media vida subida a Insta- gram y quieran impedir que estén a la vista de todo el mundo».

'¡Escúchalos!' incluye una serie de actividades para que los padres reflexionen y relacionen sus propias experiencias con lo tratado en cada capítulo. Sin embargo, a pesar de ese carácter lúdico y divertido que caracteriza el ensayo, su autor no elude la crítica a los aspectos estructurales que dificultan la crianza: un sistema educativo infradotado, profesores sobrepasados por la burocracia y un modelo cuya principal preocupación no es tanto el desarrollo personal del menor, como su transformación en un adulto apto para el mercado laboral.

«Huir del capitalismo sería como vivir en el desierto y querer escapar de la arena. Debemos ser conscientes de que es un vampiro de horas, que exige que llenemos nuestro tiempo de ocio, aquel en el que no estamos comprando ni trabajando, con otras actividades. Vivimos tan metidos en esa maquinaria que se lo transmitimos a los niños y les ocupamos las tardes con clases de flauta, de chino o de lo que sea con la idea de que, en el futuro, lleguen a ser ejecutivos de una multinacional».

«Sin embargo, hay que entender que no lo necesitamos todo, ni lo necesitamos ahora, ni hay que estar súper preparados para el día de mañana. A veces, en lugar de ir a unas jornadas de cuentacuentos o a un concierto, es mejor ir al supermercado y pasar el rato charlando, decidiendo qué vamos a comprar para cocinar. La crianza debería ser una experiencia tranquila, un acompañamiento y no una competición semejante a criar un perro de raza para un concurso».

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