reposición
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Si leer Cicely, Alaska no te causa una sonrisa instantánea, claramente no eres una de las seguidoras de esta serie de culto que desde 1993 persiguieron Doctor en Alaska durante seis temporadas en la imprevisible y cambiante programación de madrugada de La 2 de TVE. Tanto las seguidoras (y seguidores) como los que ahora la descubren entre la oferta de series imprescindibles este febrero tienen la oportunidad de volver a verla, remasterizada y adaptada al formato 16:9 actual, íntegra en Filmin y a capítulo diario en Enfamilia (AMC). Es, además, de ver a un joven John Corbett, antes de Mi gran boda griega, Sexo en Nueva York y de casarse con Bo Derek.
Para ponerte en situación (si no la viviste o no te acuerdas), la ficción televisiva de los primeros 90 estaba dividida, en líneas generales, entre sitcoms de 30 minutos como El príncipe de Bel-Air o Seinfeld y dramas de investigación procedimentales (terminaban en de policías o abogados. Faltaban tres o cuatro años para el estreno de Urgencias, Expediente X o Friends y casi 10 para la serie que predijo la televisión que podemos ver ahora, Los Soprano.
En ese erial dramático la cadena estadounidense CBS estrenó en 1990 (a España no llegó hasta 1993) Northern Exposure (como se titula en inglés) con la intención de servir de relleno durante ocho semanas en la programación veraniega. ¿Por qué sobrevivió durante 100 episodios divididos en seis temporadas y obtuvo 7 premios Emmy y 39 nominaciones?
El argumento de Doctor en Alaska (que ocupa el lugar 53 del ranking de las 101 mejores series de TV según el sindicato estadounidense de guionistas) fue escrito por John Falsey y Joshua Brand en tono de dramedia. La trama, basada en el arquetipo del pez fuera del agua, comienza con la llegada a un pequeño pueblo de Alaska de un médico judío de Nueva York, el doctor Fleichman, obligado por la letra pequeña de la beca que le ha permitido estudiar a ejercer allí durante cuatro años.
El contraste entre vida urbana y rústica no es más que el punto de partida para la sucesión de personajes cada uno más extravagante. Aunque todos más cercanos (y menos inquietantes) que los protagonistas de Twin Peaks, de David Lynch, otro éxito del año con el que compartía ciertas premisas.
Desde la pareja formada por el dueño del bar y su esposa, 40 años más joven, a la que conoció cuando era novia de su mejor amigo; un exastronauta mandón que lidera todas las decisiones en Cicely; un exconvicto locutor de radio buenorro amante de la filosofía ( John Corbett, a quién habéis visto en Mi gran boda griega y Sexo en Nueva York); y un adolescente nativo aspirante a cineasta que se cartea con Spielberg, entre otros peculiares personajes.
No falta tampoco la tensión romántico-sexual entre el médico y su casera, una mujer independiente que ejerce como piloto y que defiende vehementemente sus opiniones. Los guionistas lograron estirar los tira y afloja entre los dos hasta la cuarta temporada.
Las tramas que se sucedían tras esa cabecera (y su reconocible música) de un alce andando por el pueblo eran extravagantes y en ocasiones surrealistas, pero siempre con un trasfondo de buen rollo que era, sin duda, el secreto de su éxito. La libertad con la que vivían sus personajes, que contrastaba con la estrechez de miras del doctor, hicieron que todos los aficionados quisieran vivir en Cicely. Ciudad por cierto que no encontrarás en Alaska, sino en Washington, concretamente en Roslyn.
Desgraciadamente, el buen rollo no se trasladó al set de rodaje. El actor que interpretaba al doctor Fleischman, Rob Morrow, no estaba conforme con su sueldo y desapareció tras la oferta de Robert Redford de un papel en su película Quiz Show. Y cuando David Chase (el creador de Los Soprano) fue nombrado showrunner de la serie, se dedicó a sabotearla desde dentro porque le parecía autocomplaciente y melindrosa hasta que el refugio que fue Cicely desapareció en el hielo de las series más adultas. Hasta ahora.