De vez en cuando los informativos nos arrojan cifras escalofriantes sobre el número de personas que fallecen por lo que en Estados Unidos se ha denominado «crisis de los opioides». Y el espectador puede pensar que se trata de personas que viven en los suburbios de las grandes ciudades, de clase baja y adictos a algún tipo de sustancia ilegal. Sin embargo, si ampliamos el encuadre de esta información la imagen es mucho más compleja, incluye una droga legal, abarca a todo el país y no entiende de clases sociales. Una epidemia que se ha convertido en un tema de interés para los creadores estadounidenses y ahora podemos saber más sobre ella gracias a dos series documentales, una de ficción y un libro.
El arranque de esta truculenta historia, que en el último año ha acabado con la vida de cien mil personas, se sitúa en la década de los 90. Por aquel entonces una farmacéutica, Purdue Pharma, se propuso cambiar la imagen del dolor y de las personas que lo sufrían de diferentes maneras. Accidentes de trabajo, lesiones deportivas o padecimientos crónicos formaban parte de su historial médico, pero poco se podía hacer por ellos sin correr el riesgo de que se volviesen adictos a los analgésicos. La compañía, sin embargo, lanzó al mercado un nuevo producto, OxyContin, que gracias a su fórmula de acción prolongada evitaba que se enganchasen a su consumo. O al menos eso decían ellos y así lo certificó la agencia del gobierno responsable de la regulación de los medicamentos, la FDA.
Según la publicidad de Purdue Pharma, y la información que transmitían los agentes comerciales a los médicos que trataban de convencer para recetar OxyContin, apenas un 1% de los usuarios del medicamento se volvían adictos. La realidad no tardó en tirar por tierra ese dato sin fundamento, mientras la compañía podía presumir de fabricar uno de los medicamentos más vendidos en Estados Unidos apenas unos años después de su llegada al mercado. Y aunque durante este tiempo se han producido cambios que han restringido el acceso al analgésico, el daño ya estaba hecho. Cuando la posibilidad de comprar oxicodona, la droga legal, se redujo, sus usuarios se lanzaron a la calle a buscar un sustituto, primero la heroína, después el fentanilo.
A pesar de que hubo que esperar varios años para que los medios de comunicación se hiciesen eco de la verdadera tragedia que el OxyContin estaba llevando a miles de hogares estadounidenses, la industria audiovisual ha cogido el relevo con diversos enfoques que podemos encontrar en varias plataformas de streaming. El más completo en cuanto a implicados podemos encontrarlo en Disney+ con el título de Dopesick: Historia de una adicción. Con Michael Keaton (El juicio de los 7 de Chicago) encabezando el reparto, esta miniserie de 8 episodios ofrece una visión íntima de la epidemia a través de varios personajes.
Keaton, en el papel del Dr. Samuel Finnix, y Kaitlyn Dever (Superempollonas) como la joven minera Betsy Mallum ponen cara a los médicos y los pacientes que recurrieron al medicamento y acabaron pagándolo caro. Para que el analgésico llegase hasta ellos fueron esenciales un joven comercial, que se debate entre su trabajo y su conciencia y el presidente de Purdue Pharma, Richard Sackler, empeñado convertir su creación en un recurso esencial para los pacientes. Y para pararles los pies fue imprescindible el trabajo de las fuerzas del orden, representado por una agente de la DEA (Rosario Dawson) y dos asistentes del fiscal, que trabajan para poner fin a las consecuencias de la venta del opioide y que van desde atracos y ataques violentos a muertes por sobredosis.
Tanto si los saltos en el tiempo de Dopesick: Historia de una adicción resultan un tanto confusos, como si queremos conocer la versión documental de esta historia, resulta muy útil El crimen del siglo que podemos encontrar en HBO Max. Compuesta por dos episodios de dos horas de duración, esta producción dirigida por el reputado documentalista Alex Gibney explora los orígenes de esta crisis sanitaria, enfocándose especialmente en la familia Sackler. Pero también en el papel que jugó la política a la hora de permitir que el OxyContin se comercializase y siguiese llegando a las farmacias cuando ya era un problema en las calles. La dejadez de la FDA, el oligopolio de distribuidores de medicamentos y la postura de la familia Sackler, que culpa a los pacientes de los desastrosos resultados, son algunos de los puntos de vista de esta producción que, como muchas de su género, deja al espectador con una mezcla de asombro y desconcierto.
En El farmacéutico, la miniserie documental de Netflix compuesta por 4 episodios, la historia se centra en Dan Schneider, un hombre que vive felizmente en Nueva Orleans junto a su familia hasta que su hijo es asesinado por un asunto de drogas. Tras encargarse personalmente de encontrar al responsable de su muerte, este veterano farmacéutico decide concentrar todas sus fuerzas en evitar que chicos y chicas de su edad fallezcan por culpa de la oxicodona, algo que ve cada día en su trabajo, después de despachar el medicamento. Una visión personal llena de coraje y cierta obsesión, que pone rostro a todos aquellos que, como él, se resistieron a asumir la inacción gubernamental y decidieron luchar para acabar con la tragedia que asolaba sus barrios.
El broche de oro perfecto para los relatos de una epidemia que, según los expertos, está lejos de acabar lo pone El imperio del dolor, el libro editado en España por Reservoir Books escrito por Patrick Radden Keefe, al que precisamente podemos ver en El crimen del siglo. Ganador del premio más prestigioso de no ficción en Reino Unido, esta investigación periodística se centra en los principales responsables de la epidemia, la familia Sackler. Y lo hace concienzudamente, arrancando en la segunda década del siglo XX de la mano de los hermanos fundadores de Purdue Pharma: Arthur, Mortimer y Raymond. Posteriormente fue el hijo del último, Richard, el que cogió el timón de la empresa y se inspiró en el trabajo de sus antepasados para lanzar el fármaco que les hizo multimillonarios pero los convirtió también en el apellido más odiado de Norteamérica. Extenso, intenso y concienzudo, este relato sobre la avaricia desmedida y la falta de escrúpulos deja como meros aficionados a los queridos Roy de Succession. Y lo peor es que son personas reales que siguen negando su responsabilidad.