Doris Day con Rock Hudson, con quien formó una de las parejas cinematográficas más populares de Hollywood. / getty images

Doris Day, las estrella más popular de Hollywood que acabó prefiriendo a los perros más que a los hombres

Fue la estrella más popular de Hollywood y la mujer más querida de América. Infeliz y recluida, acabó prefiriendo a los perros que a los hombres.

Doris Day se hartó de encarnar papeles de mujeres íntegras y perfectas amas de casa en ingenuas comedias románticas aptas para todos los públicos. Aquella imagen idílica que proyectaba a menudo en la gran pantalla tenía poco que ver con el martirio que la actriz procesó de puertas adentro. De hecho, muchos de sus seguidores se quedaron de piedra en 1975 cuando, en su libro de memorias Doris Day: her own story, relató sin titubeos los episodios de abuso físico, emocional y financiero que había vivido junto a sus tres primeros maridos.

«La sucesión de alegres musicales de época que realicé, junto al muy publicitado comentario de Oscar Levant [pianista y cómico] sobre mi virginidad ( «Conocí a Doris Day antes de que fuera virgen»), contribuyeron a lo que se ha llamado mi imagen, que es una palabra que me desconcierta. Nunca hubo ninguna intención por mi parte, ni en mi actuación ni en mi vida privada, de crear algo así como una imagen», relató la de Cincinnati, Ohio, que este 3 de abril se habría convertido en centenaria.

Nieta de inmigrantes alemanes, Doris Mary Anne Kappelhof era aún una niña cuando su padre se marchó de casa, tras tener este una aventura con la madre de su mejor amiga. Para superar aquel mal trago, Doris se refugió en el espectáculo y pronto formó pareja de baile con un chico llamado Jerry Doherty. No tenía más que 13 años cuando se embolsó 500 dólares en un concurso de talentos local. Emocionados, viajaron juntos a Los Ángeles para tantear el terreno y, como tuvieron el pálpito de que las cosas podían irles bien allí, tomaron la decisión de instalarse en la zona.

Por desgracia, una noche antes de mudarse a Hollywood, Doris sufrió un grave accidente de coche que le destrozó la pierna derecha y mandó al traste su sueño de convertirse en bailarina profesional. Durante su largo proceso de recuperación, su madre la animó a tomar lecciones de canto después de escucharla un día cantando un tema de Ella Fitzgerald. Así descubrió su nueva vocación. A los 17, actuaba ya en un club de Cincinnati y hacía giras con Les Brown, uno de los grandes directores de bandas de la época. En 1941 se casó con un trombonista llamado Al Jorden.

La actriz acabó convirtiñendose en una defensora de los derechos de los animales.

Aquel músico, un celoso patológico que anticipaba su mala suerte con los hombres, le salió rana. Días después de la boda, ya la humillaba en público. Tras dos años de maltrato y un hijo (Terry), la artista reunió valor para divorciarse. También para retomar su carrera artística, que había dejado aparcada. Grabó sus primeras canciones en solitario para Columbia Records y su fama fue un aumento. Había vuelto a casarse, con otro músico, el saxofonista George Weidler, que fue incapaz de gestionar la creciente popularidad de su esposa.

Tras esa nueva decepción amorosa, Day se planteó abandonar Los Ángeles y volver a la casa de su madre en Cincinnati. Sin embargo, su agente la convenció para que asistiera a una fiesta en casa del compositor Jule Styne, quien quedó impresionado tras escucharla interpretando la canción Embraceable you, el clásico de los hermanos Gershwin, y decidió recomendarla para el papel protagonista de Romanza en alta mar (1948), la película en la que estaba trabajando entonces.

Los ejecutivos del estudio, Warner Bros., cayeron inmediatamente rendidos ante la personalidad alegre, la media melena rubia y la voz dulce y melodiosa de Doris, que acabó cantando cinco de las ocho canciones de la película. También le hicieron firmar un contrato para que apareciese en varias comedias musicales del estudio. En aquella época, la actriz y cantante se convirtió en un icono del optimismo de la nación tras la victoria en la Segunda Guerra Mundial; incluso los soldados que combatieron en Corea la eligieron como «la chica con la que más nos gustaría tomar un barco lento de vuelta a Estados Unidos».

Aun así, ella detestaba la idea de ser una estrella de cine y no cejaba en su empeño de convertirse en ama de casa y tener un buen matrimonio. Por eso, volvió a intentarlo casándose en 1951 con su agente Marty Melcher, un antiguo cazatalentos que adoptó legalmente a su hijo Terry y, en 1952, formó una productora que permitió a Doris seguir con su carrera cinematográfica con más control e independencia.

Junto a su madre y su único hijo Therry, en 1955, en su residencia familiar. / getty images

Durante los años 50, Doris Day representaba el arquetipo de ama de casa perfecta y escaló sin cuerda hasta la cima de las listas de éxitos musicales y se puso a las órdenes de algunos de los directores de cine más populares, rompiendo las taquillas (aún hoy ostenta el récord de ser la estrella más taquillera cuatro años seguidos) con largometrajes como Doris Day en el Oeste (1953) o El hombre que sabía demasiado (1956), de Alfred Hitchcock, donde aparecía cantando la icónica balada Que sera, sera (Whatever will be, will be). Fue precisamente en ese rodaje donde tomó conciencia del maltrato animal, una causa que denunció hasta sus últimos días.

Desde 1959 y hasta su retirada, encarnó personajes de mujeres sensuales pero puras en filmes como Confidencias de medianoche (1959), la primera de las tres simpáticas comedias románticas que rodó con Rock Hudson para Universal, que además le valió una nominación al Óscar a la mejor actriz. No pasó desapercibida la electrizante química entre ambos actores, quienes forjaron una amistad duradera y tuvieron siempre en común su esfuerzo por mantener una imagen pública que poco tenía que ver con su realidad personal.

Tres meses antes de morir (en octubre de 1985), el guaperas oficial del Hollywood dorado, que ocultaba con discreción que era homosexual, se convirtió en el primer personaje conocido en reconocer que había contraído el VIH. Aquel mismo año, la veterana actriz le invitó a su talk-show (Doris Day´s best friends) y, aunque aún no había contado que padecía esta enfermedad, Hudson acudió a la grabación del programa visiblemente demacrado.

Cuando el actor al fin reveló lo que le pasaba, muchas personas a las que consideraba amigas le dieron la espalda. No fue el caso de la que tantas veces había sido su pareja en el cine, que fue una de las pocas estrellas que se dejó ver con él en los terribles años de la epidemia invisible del sida. No se planteó la importancia de su gesto, simplemente actuó con la naturalidad y decencia que había enamorado a un país. «Para Doris, [rodar Confidencias de medianoche] supuso un enorme cambio respecto al tipo de películas que llevaba 12 años haciendo «comentó Ross Hunter, productor de la película».

Una sofisticada comedia sexual. Doris no tenía ni idea de su potencial como símbolo sexual, y nadie se daba cuenta de que, bajo todos esos trajes de baño, se escondía uno de los culos más salvajes de Hollywood». El productor de El graduado (1967), Larry Turman, pensó en ella para encarnar a la señora Robinson (una mujer casada madura que se embarca en una relación adúltera con un recién titulado), y le envió a su marido una copia de la novela de Charles Webb.

Algunos cuentan que Melcher no llegó a pasarle el libro a su mujer y otros dicen que fue la actriz quien rechazó el papel (que finalmente interpretó Anne Bancroft) porque iba en contra de sus valores. El concepto de chica «sexy pero pura» dejó de funcionar desde mediados de los 60 y las comedias de Doris quedaron anticuadas para el gusto del público. Su marido y agente prefirió no arriesgar, anteponiendo menguantes ingresos a un posible cambio de registro.

Con 39 películas rodadas en 20 años, Doris se despidió del cine encarnando a una viuda madre de tres hijos en otra pastelosa comedia familiar, El novio de mamá (1968). Cuando Melcher murió, la actriz descubrió que este había firmado un contrato para que ella realizara una telecomedia semanal en la CBS, The Doris Day show. También supo que el difunto se había fundido su fortuna: con las inversiones era más imprudente que eligiendo películas. Lejos de quedarse de brazos cruzados, demandó al abogado que había ayudado a Marty en la mala gestión, que fue condenado a pagarle 22 millones de dólares por daños y perjuicios.

Tras aquello, Doris optó por alejarse de los focos y prácticamente retirarse. En 1976 se casó por cuarta y última vez con un gerente de restaurante llamado Barry Comden y, tras divorciarse de él en 1980, se dedicó a recibir reconocimientos y a ejercer como activista en pro de los derechos animales. Barry se quejó luego de que su relación se había ido a pique porque ella «cuidaba más a sus perros que a mí». La pena que no superó en su última etapa fue la muerte de su hijo Terry, fallecido en 2004. Músico en la órbita de grupos como The Byrds y Beach Boys, es una nota a pie de página en la crónica negra de Hollywood.

Tras negarse a grabar un disco a Charles Manson, este envió a sus seguidores a la casa de Melcher para que cometieran una carnicería. Ignoraba que el hijo de Doris Day ya no vivía allí. Los nuevos inquilinos eran el director Roman Polanski y la actriz Sharon Tate. El cineasta polaco se encontraba fuera, pero su esposa embarazada de ocho meses, y cuatro amigos, fueron asesinados por estos fanáticos.

Recluida desde hacía más de una década y rodeada de sus perros, en mayo de 2019, a los 97 años, falleció en su casa en Carmel (California). Sus fans aún se reúnen allí cada primavera para participar en una fiesta de tres días que conmemora el cumpleaños de la artista y recauda fondos para su fundación para el cuidado de los animales. La novia de América los prefería a los hombres.

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