Hace 25 años, Fernando León de Aranoa estrenaba su primera película como director y guionista: Familia, una sátira sobre el núcleo familiar por la que ganó el Goya a la mejor dirección novel . Escribió y dirigió Barrio casi como una reacción a aquella y le colgaron rápido la etiqueta de cineasta social. Aunque él, atando la moto acuática de su protagonista a la farola, se negaba a perder de vista el sentido del humor hasta cuando trataba los dramas más reales y actuales. Los lunes al sol, estrenada en 2003, se alzó también como un estandarte anticrisis y supuso grandes premios, como la Concha de Oro en San Sebastián.
Allí, 19 años y seis películas después, ha vuelto a competir en la última edición del festival con El buen patrón, de la mano de su amigo y actor fetiche, Javier Bardem . Si en aquella el intérprete fue el rostro del desempleo, en esta es el jefe. Separados por dos décadas, la sociedad en la que vivía Santa y en la que se mueve Julio Blanco no son tan diferentes, pero Fernando León de Aranoa sí es otro. «Durante muchos años los periodistas me han dicho: A ver cuándo haces una comedia. Y yo pensaba: «Si ya las hago. O no se nota, o me salen mal». Pero lo entiendo. En este caso, me he atrevido a que la comedia pese un poco más».
Mujerhoy. Dice que El buen patrón es el reverso oscuro de Los lunes al sol. ¿Por qué?
Fernando León. Los lunes al sol era el paisaje del desempleo y esto es del empleo. Además, se muestra desde otro ángulo, con más humor. Es verdad que hay algo de reverso tenebroso, pero de eso fui consciente después. En el origen está el protagonista. Siempre parto de algo real y esto fue una historia que me contó alguien que conozco. Cuando hacíamos un viaje en tren, me dijo que estaba preocupado por uno de sus trabajadores, porque estaba cometiendo errores que comprometían la productividad de su fábrica y él, como jefe, estaba intentando ayudarle, llevándole a cenar, presentándole amigas... Era tal disparate que, según me lo iba relatando, le dije que algún día escribiría esa peculiar historia.
¿Qué le atrajo de este personaje en particular?
Me gustó porque te puedes reír, pese a lo que hace, y me iba a permitir hablar del empleo, de las jerarquías, de cómo te manejas cuando tienes cierto poder sobre otras personas que trabajan para ti, desplegando ese pequeño poder fáctico de empresario de provincia, como un pequeño cacique. Por eso también uso la palabra patrón, que es algo antigua y hace referencia a la figura paterna. Me parecía tan divertido como trágico.
Hablamos de Los lunes al sol, pero, sin embargo, por ese humor es casi más un regreso a Familia.
Conscientemente no busqué ese humor, pero es verdad que después de Loving Pablo (2017) me ofrecieron una serie que era muy oscura, y como había acabado exhausto, dije que no. Con la pandemia, este año terrible, muchos nos cuestionábamos qué hacer ahora y a mí me dieron ganas de rodar esta historia. Lo cierto es que hay algo catártico en el humor, tenemos necesidad de reírnos.
No todo el mundo sabe que empezó como guionista en el programa Un, dos, tres, y con Martes y Trece. ¿Con los años le ha costado más encontrar la risa en sus historias?
No, diría que al contrario. Muchas veces he tenido que hacer un ejercicio de contención. Es más, en esta última película incluso he tenido que quitar cosas, porque me parecía que iba demasiado lejos. Me sale con naturalidad, yo creo que en las películas anteriores estaba contando un drama, pero en todas había mucho humor.
¿Se considera un tipo serio?
Tengo fama de eso, pero creo que es inmerecida... aunque es verdad que tampoco la desmiento. Es esta cosa de la imagen pública que resulta tan complicada. En realidad, hay cierta circunspección, es mi estado natural. Los tímidos, o los que lo hemos sido durante mucho tiempo, tendemos a escondernos un poco. De hecho, yo cuento más lo que pienso de la vida, del empleo, del mundo o de lo que sea en una película que en una entrevista. Cuando intento explicarme, lo cuento peor. Así que recurro a eso, a que ya hecho la película para decir lo que quería decir.
¿Se cansa de la etiqueta de director de cine social y comprometido?
A ver, puestos a que te etiqueten, no me parece mal. Es imposible luchar contra los estereotipos, pero yo siempre lo he llevado bien. Aunque no me gustan mucho los géneros. Me pasa como espectador, me siento atraído por la gente que es capaz de cruzarlos, de pervertirlos, me gusta que las películas vayan por delante. Y si se ciñen al género, suele suceder lo contrario: sabes lo que va a pasar, y es lo peor que te puede ocurrir como contador de historias. Con los temas sociales pasa un poco eso, también las historias pueden ser un tanto previsibles, pero tampoco es ese mi cine al 100%. A mí me gusta la realidad como punto de partida, no como un dogma al que tenga que abrazarme. Pero también hay temas que me preocupan más personalmente, y cuando te decides a hacer una película son dos años de trabajo o más, por lo que intentas meterte con algo que merezca la pena el esfuerzo.
¿Es una etiqueta que facilita o complica a la hora de levantar proyectos?
Es difícil saberlo. Yo creo que, a veces, te pone las cosas más difíciles, porque de todas las etiquetas posibles, no es la más taquillera, aunque paradójicamente Los lunes al sol, a la que se puede llamar cine social, sigue siendo mi película más comercial, y con mucha diferencia. Ocurrió de manera completamente inesperada. Pero, no sé, también sabes que tu cine tiene algo reconocible y hay gente a la que le gusta.
El documental Política, manual de instrucciones, siguiendo a Podemos, ¿le...
Sí, me complicó la vida un poco [Risas]. Es verdad que esta cinta pasó muchas dificultades para ser vista y para que la promocionaran. De hecho, muchos medios no querían saber nada del documental, ni tampoco de mí... En esos momentos, sentí un cierto apagón.
Hace poco, tuiteaba: «Tres rodajes diferentes a lo largo de 23 años, mismo estado de ánimo». ¿Los años no dan seguridad?
Era una broma, pero es cierto que en el 80% de las fotos salgo igual. Y la inseguridad sigue igual. Rodando hay momentos maravillosos, pero siempre estás buscando que las cosas sean mejores, porque lo que te lleves de allí es lo que tienes. Esa sensación, pesa.
Y el director, al final, es el patrón.
Para qué mentirnos, creo que todos llevamos dentro un Don Julio Blanco. Escribes muchas veces los personajes que deseas ser, como Mambrú en Un día perfecto, pero también los que temes ser, porque, al final, al crearlos también exploras mucho en todo lo que hay dentro de ti, en tus deseos y tus miedos. Pero, bueno, espero estar lejos de Don Julio. Además, ningún personaje es químicamente puro en la película, todos tienen su lado oculto. No quería hacer una historia maniquea. Hablábamos antes de etiquetas, y creo que de todas esta es la peor que te pueden colgar: la del maniqueísmo.
20 de enero-18 de febrero
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