En su intervención en WomenNOW, en junio de este mismo año, Gloria Steinem ya dijo que nunca quiso ser un icono del feminismo y, sin embargo, la etiqueta que más le han colgado es la de 'poster girl'. Se ve perfectamente en 'Mrs. America', la serie que hizo épica delefervescente feminismo estadounidense de los años 70: Gloria Steinem convencía tanto por sus exhortaciones a liberarse como por su estilo infinito, cual activista influencer 'avant la lettre'. Bienvenido el azúcar de la moda que endulza un mensaje incómodo, el que proclamó a través de su revolucionaria revista feminista 'Ms.', fundada en 1971 junto a la activista afroamericana Dorothy Pitman Hughes. Antes, Gloria Steinem (Ohio, 1934) ya se había infiltrado durante diez días en el Club Playboy de Nueva York para exponer sus miserias porno. Poco después entrevistó a John Lennon para 'Cosmopolitan'.

Siempre quiso escribir y Gloria Steinem comenzó a hacerlo de periodista. Su primer artículo, ya es suerte, fue sobre la píldora anticonceptiva y para 'Esquire'. Antes de entrar en la universidad vivió dos años en la India, una experiencia que explica que su feminismo haya llegado tan fresco a la actualidad: entendió inmediatamente que no se trata solo de ser mujer, sino que la clase, la raza, la casta, la orientación sexual duplican, triplican y cuatriplican la postergación. Su discurso parece cocinado ahora mismo pero tiene 60 años. Y se lleva hoy en Oviedo el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2021.

Lydia Cacho

Periodista, escritora, activista social y defensora de los Derechos Humanos, Lydia Cacho (Ciudad de México, 1963) es autora de 18 libros traducidos a quince idiomas y en venta en más de veinte países y cientos de artículos y reportajes. Sus investigaciones y denuncias permitieron lograr la primera sentencia por tráfico sexual de niños y pornografía infantil en México y en América Latina (112 años de prisión). La publicación de su libro 'Los Demonios del Edén' (2014), en el que denunciaba la existencia de una red de explotación sexual infantil en la que estaban involucrados empresarios y políticos mexicanos, provocó su secuestro y torturas, además de una denuncia por difamación y denuncia de la que fue exonerada.

Lydia Cacho ha pasado todos estos años viviendo bajo amenazas de muerte y atentados en su contra, por los que ha tenido que huir de México en varias ocasiones, hasta el punto de que actualmente vive exiliada en España. En julio de 2019, unos sicarios enviados por tratantes de niñas a los que denunció entraron en su casa, mataron a sus dos perros y le robaron material de trabajo, entre el que se encontraba información relacionada con esos casos de pederastia.

Tarcila Rivera

Activista indígena y fundadora del Centro de Culturas Indígenas de Perú, Tarcila Rivera (Ayacucho, 1950) empezó a trabajar a los 10 años como empleada del hogar en Lima, destino nada extraño para niñas y mujeres de comunidades indígenas. En los 80, trabajando como periodista en la revista Pueblo Indio, recopiló los testimonios de mujeres indígenas que habían sido violadas en cárceles durante el período de violencia política, lo que hizo que la invitaran a especializarse en derechos humanos en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya. Ha contribuido, entre otras cosas, a la creación del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMI), el Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI) y la Agencia Internacional de Prensa India (AIPIN). En 2010 recibió la condecoración Orden al Mérito de la Mujer y en 2011 el Premio Visionario de la Fundación Ford.

Marcela Lagarde

También impresionan los logros de Marcela Lagarde (Ciudad de México, 1948), antropóloga, investigadora, activista, catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México y fundadora de la Red de Investigadoras por la Vida y la Libertad de las Mujeres. Lagarde reactivó la palabra 'sororidad' definiéndola como «la complicidad de actuar entre mujeres« y acuñó el término 'feminicidio', en el contexto de la ola de asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez que comenzó hace 30 años. Además, luchó para que fuera tipificado como delito en su país, cosa que logró en 2007 tras demostrar que no estábamos ante un fenómeno específicamente mexicano, sino global. Este año recibió la medalla Sor Juana Inés de la Cruz por parte del Congreso mexicano.