Reginald Vanderbilt, heredero de una dinastía de ricos empresarios neoyorquinos decidió acabar con el peso de su apellido borrachera a borrachera, cuando su hija Gloria era sólo un bebé. Acabó matándose a alcohol. Tras una juventud triste y varios matrimonios, Gloria supo sobreponerse a la soledad en la que creció y convertirse en una de las artistas, empresarias y «socialités» más admiradas de nuestro tiempo.
El primer titular de prensa en el que salió el nombre de Gloria Vanderbilt fue para anunciar su nacimiento, en 1924, en Nueva York. Desde entonces, alimentó casi a diario las páginas de la crónica social y los escándalos. A los 13 meses heredó cuatro millones de dólares: su padre, Reginald Claypoole Vanderbilt acababa de morir de cirrosis en su elegante mansión de Newport. Reginald era el tataranieto de Cornelius Vanderbilt, un empresario de ferrocarriles y barcos conocido como el hombre más rico de América. Pero a Reginald, licenciado en Yale, no le interesaban ni la vida social, ni los negocios. Su única pasión eran los caballos. Y decidió terminar con su vida bebiendo.
Gloria (y su fideicomiso de cuatro millones de dólares) quedaron al cuidado de su madre, Gloria Mercedes Morgan, una joven de buena familia que se había casado en segundas nupcias con Reginald, a los 17 años, y que se dedicó a viajar con la niña entre Europa y América, hasta que la tía paterna, Gertrude Vanderbilt Whitney –fundadora del museo del mismo nombre– reclamó su custodia. En el escandaloso juicio que se celebró se habló de lesbianismo, ninfomanía y despilfarro. Gloria, solitaria, inteligente y sensible, tenía 10 años y aparecía en las fotos, cabizbaja y envuelta en un grueso abrigo de piel. Era la encarnación de la «pobre niña rica», que es como la bautizó la prensa. Gertrude ganó el juicio y Gloria fue a vivir con su tía a su mansión de Long Island. El juez ni siquiera le dejó que permaneciera con ella su niñera irlandesa, Emilia Sullivan, «Dodo», con la que había estado desde que nació y a la que adoraba. Su madre solo podía visitarla los fines de semana.
Con el tiempo, Gloria empezó a mostrar inclinaciones artísticas. «Si nunca tuviste una madre o un padre, creces buscando algo que jamás vas a encontrar. Lo buscas en el amor, en la gente, en la belleza», escribiría más tarde en uno de sus libros de memorias. Empezó una carrera como modelo a los 15 años, posando para la revista Harper's Bazaar. Luego trabajaría como diseñadora y, más tarde, se hizo actriz, interiorista, empresaria, pintora, escultora y escritora. Estudió arte en la escuela Art Students League de Nueva York.
Dos de sus cuatros maridos fueron el director de orquesta Leopold Stokowski y el director de cine Sydney Lumet. Su primera boda fue con el agente de actores Pat di Cicco, del que se sospechaba que trabajaba para la mafia porque era amigo del famosos gánster Lucky Luciano. Ella solo tenía 17 años. Se divorciaron tras cuatro de matrimonio, durante los cuales Gloria sufrió todo tipo de abusos y palizas. «Me cogía la cabeza y me la estampaba contra la pared», recordaba. Stokowsky le llevaba 42 años. Se casaron semanas después de que ella obtuviera el divorcio de Di Cicco y se divorciaron 10 años más tarde. Tuvieron dos hijos. Un año después se casó con el director de cine Sidney Lumet, con el que estuvo siete años.
Fue amante de Howard Hughes, Marlon Brando y Frank Sinatra y reinó en las fiestas de la alta sociedad. Diseñó pantalones vaqueros, creó perfumes y posó para los fotógrafos Richard Avedon y Cecil Beaton. Fue conocida también como una de las anfitrionas más afamadas de los años sesenta neoyorquinos, uno de los «cisnes» –rica, bella y fascinante-- cuyo atractivo se esforzó por descifrar su amigo el escritor Truman Capote. Gloria tenía verdadero talento, y el talento, como escribió Capote, «se compone de cosas que no se compran con dinero».
Gloria encontró la estabilidad con su cuarto marido, el escritor Wyatt Emory Cooper, con quien se casó en 1963. Estuvieron juntos hasta la muerte de él, en 1978, y tuvieron dos hijos, Carter y Anderson, que hoy es uno de los periodistas estrella de la CNN, y ganó un premio Emmy. Pero la vida de Gloria no dejaba de traerle desgracias. En 1988 su hijo Carter se tiró por una ventana delante de ella, con solo 23 años.
Ganó mucho dinero con sus diseños de moda, pero su abogado y su psiquiatra le estafaron dos millones de dólares. Murió el 17 de junio de 2019, a los 95 años, convertida en una respetada pintora. Su herencia contaba con un millón y medio de dólares, que heredó su hijo, el famoso periodista Anderson Cooper. «Mi madre creía en el amor más que nadie, era su guía, su consuelo», escribió el periodista en su cuenta de Instagram como homenaje a su progenitora. Gloria fue bella e inteligente, «un diamante en bruto que nadie puede conseguir, ni romper». Ese era su credo para sobrevivir. A diferencia de su padre, Reginald, Gloria lo descubrió desde niña.