Sandra Sánchez (Talavera de la Reina, 1981) tenía cuatro años cuando decidió que lo suyo no era el ballet, sino el kárate. Como su hermano, que ya lo practicaba, y con quien veía la popular serie de dibujos animados Bola de Dragón. Hoy, convertido en una ilustre veterana, figura en el Libro Guinness de los Records: nadie ha conseguido más medallas que ella en este deporte. Dos días después de nuestra conversación, obutvo la número 58, con el oro de su segundo campeonato del Mundo, en Dubái.
Ha coronado este podio, el de Europa y el de Tokio 2020, los tres en siete meses. Entre medias solo ha parado una semana. Su trayectoria es como la de un cometa. Entró en la selección española pasados los 30 años, a una edad poco habitual, porque, con veinte, había dejado el Centro de Alto Rendimiento para cuidar de su madre, enferma de cáncer y la Federación no volvió a contar con ella. Su historia dio la vuelta y pasó del ostracismo a convertirse en la mejor del mundo.
MUJERHOY. La kata al margen de ser una disciplina tiene algo de filosofía.
SANDRA SÁNCHEZ. Como todas las artes marciales, tiene esa parte más zen. Hay que emocionar a quien te está viendo, ponerle los pelos de punta.
¿Qué le atrajo del kárate siendo niña?
Mi padre me apuntó a ballet y a mi hermano, a kárate. Yo no sabía que era el kárate, era más ese sentimiento de, si a él le dejaban hacer eso, yo también quería. Salía de las clases súper contenta, podía llegar a mi habitación y seguir practicando con él. Esa sensación de que estaba constantemente aprendiendo, me hacía feliz.
Estuvo apartada por la Federación durante un tiempo, cuando su madre enfermó y usted quiso cuidarla. Es una prueba muy fuerte.
Ni siquiera pensé que era una oportunidad que desaprovechaba. Lo único que pasó por mi cabeza fue que mi madre estaba malita y que yo quería estar con ella. Lo volvería a hacer.
¿Y en qué se apoyó en esos años en los que veía, campeonato tras campeonato, año tras año, que no la llamaban?
Hice piña con la familia. Aunque la parte deportiva no estaba yendo como yo habría deseado, mi vida no consistía solo en eso. En ese momento estábamos creciendo como familia, seguía estudiando mi carrera –Ciencias de la actividad física en INEF–, yo seguía entrenando y pensaba que ya se darían cuenta de que valía. Espero que ya lo hayan hecho [risas].
¿Cuál cree que es su mayor fortaleza?
La cabezonería, para bien y para mal. Soy muy exigente y eso va unido a esa tozudez, porque si me propongo algo, tengo que hacerlo, y tengo que hacerlo bien. La kata me aporta esa oportunidad de probarme, de demostrarme que hay algo más en mi interior y que siempre se puede sacar un poquito más.
¿No guarda algo de rencor a quienes la descartaron en un momento tan duro?
No, no… Todos esos momentos me han llevado a estar donde estoy ahora, y creo que si guardara rencor quizá no habría conseguido evolucionar y estar feliz. Me estaría perjudicando a mí misma.
Su entrenador, Jesús del Moral, es también su pareja. ¿Logran no llevarse trabajo a casa?
Creo que, si no fuera mi pareja, quizá no hubiera llegado a donde he llegado, y es verdad que pasamos casi 24 horas juntos, pero es que, una vez que entras en el tatami, estás en silencio, él es el maestro y se respeta lo que él dice y no hay bromas… Entonces no siento que esté con él [risas]. Cuando salimos de la clase, tengo un montón de cosas que decirle, que durante seis o siete horas no pude contarle.
¿Y es entonces cuando ya discuten?
Sí, pero no aguantamos enfadados más de diez minutos… Cuando yo me estoy jugando cualquier campeonato, si ha pasado cualquier cosa, enseguida me dice: «Oye, no te enfades, que tienes que salir bien al tatami, tienes que estar contenta».
¿Qué planes tiene para el futuro? ¿Se ve ejerciendo de mentora?
El kárate se puede practicar toda la vida. Yo he roto todas las estadísticas en ese aspecto. Pero dejo muchas puertas abiertas al futuro, quiero que la vida me sorprenda.
¿Usted cree que las chicas más jóvences conocen suficientemente el kárate? ¿Hay que animarlas a que lo conozcan?
Ha habido un cambio abismal desde que yo empecé a hacer kárate. Éramos solo dos niñas en el tatami, pero no había diferencia de género respecto a los niños, porque hacíamos lo mismo todos. Por suerte, últimamente he notado que ahora cuando voy a cualquier gimnasio ya me encuentro un montón de niñas haciendo kárate y es algo que me encanta.
¿Qué diría a quienes practican kárate y ven en usted un modelo?
Que sean felices entrenando. Las medallas son muy efímeras y lo que queda es lo que hacemos día a día en el tatami, disfrutando.
No se separa de sus amuletos, que la acompañan a todas las competiciones.
Yo no los llamaría amuletos, porque la suerte hay que trabajarla todos los días. Son las bolas de dragón, las de la serie, porque me unen a mi infancia y mi familia, y me trasladan esa energía positiva. Además, me veo muy identificada en su protagonista, Son Goku, con ese afán que tiene siempre de ir aprendiendo y superándose.
20 de enero-18 de febrero
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