Sus apariciones y las fotografías que nos dejan son siempre motivo de análisis, pero esta semana de manera prácticamente inevitable. Isabel Díaz Ayuso es protagonista de todas las portadas, programas y parrillas con una comparecencia en rueda de prensa en la que ha dado explicaciones sobre un presunto trato de favor a su hermano y la supuesta investigación encargada a unos detectives privados por parte de unos compañeros de partido. En este delicadísimo momento, probablemente definitorio de la futura carrera política de la presidenta de la Comunidad de Madrid, su indumentaria y comunicación no verbal resulta clave para averiguar desde qué posición Ayuso lidia con esta crisis. Sorprendentemente, la elección de peinado y look para este momento ha sido similar a la de Cristina Cifuentes, otra presidenta de Madrid sometida a similar presión política y mediática.
En su comparecencia más esperada, con todo un país observándola, Isabel Díaz Ayuso se ha investido de blanco, con una chaqueta blanca muy muy similar a la que lució Cristina Cifuentes en la rueda de prensa en la que comunicó su dimisión, tras desvelarse que había intentado salir de un establecimiento sin pagar unas cremas. En aquel momento, el total look blanco de Cifuentes se interpretó como una declaración silenciosa de su inocencia, subrayada de manera contundente por el color de la pureza y las buenas intenciones. Algo que desafortunadamente desmentía un vídeo claramente cómo los empleados del establecimiento habían pillado a la entonces presidenta con las manos en las cremas.
La imagen de Cifuentes vestida de blanco ha quedado indeleble en la retina de los espectadores y su look blanco, por más inocencia que pueda reclamar, conectado a un ejercicio de desmentido en vano. Desde la impactante rueda de prensa de Cifuentes, el blanco ha quedado resignificado mediáticamente como el color de la dimisión. ¿Por qué lo ha elegido Isabel Díaz Ayuso precisamente hoy?
Todo en la rueda de prensa de Isabel Díaz Ayuso, todo lo que no tenía que ver con su declaración, contribuía a colocarla en la posición de víctima de un ataque inmerecido: por descontado la chaqueta blanca, matizada mínimamente por una camisa negra; pero también la aniñada coleta en la que se recogía el pelo, un maquillaje ciertamente dulce (con unos labios rosa quizá realzados con algo de bótox) y una expresión corporal más bien defensiva.
Estamos ante un repliegue discreto hacia un personaje que ya vimos durante la crisis pandémica, aquella Isabel Díaz Ayuso dolorosa y con la cabeza baja que mostraba sus lágrimas de pesar por los fallecidos de la covid. Algo comprensible pero inesperado en una líder tan disruptiva como Díaz Ayuso, que podría haber desplegado su poderosa espontaneidad y esa simpática chulería que tanto ha conquistado a los madrileños, por ejemplo vestida de su color de cabecera: el rojo.
¿Por qué recurrir al color de la dimisión en un momento cómo este? ¿Es acertada esta decisión de estilo reactiva para un momento tan definitivo? Veremos.