Estilismo: Carla Aguilar. Maquillaje y peluquería Yurema Villa (Ana Prado) para Guerlain y Mön ICON. Agradecimientos: Relais & Châteaux Hotel Orfila. / Elena Olay

Javier Rey: «Nadie me tiene que obligar a hacer o decir cosas que no quiero. Mi oficio no me lo exige»

Entre Velvet y Fariña despegó y no ha parado. Sin embargo, el actor gallego insiste en encontrarse aún en el campamento base, muy lejos de la cima. También se resiste a aceptar los rigores de la fama. «Nadie me tiene que obligar a hacer o decir cosas que no quiero. Mi oficio no me lo exige».

A la sencilla pregunta de rigor «¿Cómo se encuentra?» Javier Rey (Noia, 42 años) contesta con mucha energía: «Bien, con mucho lío». Mucho lío. Dos palabras que definen una carrera a alta velocidad. Muchos ponen el inicio de ese frenesí en Fariña (2018), la serie en la que interpretaba a Sito Miñanco. Él se va más atrás. «Diría que antes de Fariña empezó esta cosa de: «Virgencita, que me quede como estoy», se ríe. Él pone más el punto de arranque de una fama creciente en la serie Velvet, también dice que ahí empezaron a etiquetarle como «actor guapo».

Después, con Fariña, llegó el reconocimiento de los medios, de la industria y su asentamiento en el cine (Sin fin, El verano que vivimos, La casa del caracol...) durante la última década. Al preguntarle por cual fue su último descanso largo y merecido, responde: «He tenido una pandemia mundial». Solo el confinamiento obligado le detuvo. «Me considero un actor afortunado», añade.

Aunque después le quitará mucho valor a eso del factor suerte. En mitad de su lío particular -está rodando una nueva serie, Los pacientes del doctor García (basada en la novela de Almudena Grandes), tiene reciente la emisión de otra (Mentiras), promociona su nueva película, La cima (estreno, 25 de marzo), y tiene otra pendiente de estreno, Historias para no contar, de Cesc Gay-, hace hueco para hablar más de lo profesional que de lo personal.

Javier Rey saltó a la fama por su papel de Sito en la película de Fariña.

Es estricto a ese respecto, sobre todo desde que su vida sentimental pasó a interesar más de lo que a nadie debería interesarle, argumenta, por su relación con la actriz Blanca Suárez. Se protege ferozmente y se abre generosamente para charlar de todo lo demás. No es personal, es trabajo.

Mujerhoy. Da la sensación de que el rodaje de La cima ha debido de ser el más duro de su carrera.

JAVIER REY. Durísimo. Es la película más exigente que me ha tocado hacer en muchos sentidos. Se junta lo físico, lo climatológico, lo emocional... Todo está al límite. La montaña es un tormento más para estos dos personajes que interpretamos Patricia López Arnaiz y yo [dos alpinistas que se quedan aislados en el Annapurna]. Hemos pasado mucho frío y mucho de todo, pero estábamos muy concentrados para hacerla.

¿Necesitó entrenarse para afrontar un rodaje de nieve y alta montaña?

Físicamente había que estar muy preparado para soportar tantas horas y tanta actividad física. Realicé un acercamiento al alpinismo y practiqué deporte en general para tener una buena condición física. Rodamos cinco días sin bajar de la montaña, como a unos 3.000 metros de altitud, con paredes de hielo y un poco de todo.

Siendo tan deportista, ¿el alpinismo no lo practicaba ya?

No, pero me he acercado tanto que lo he entendido para tener el suficiente respeto y no practicarlo. Afortunadamente, hemos tenido los mejores asesores, Jordi Tosas y Nacho Segorbe, que son dos instituciones. He comprendido qué significa el alpinismo, eso de salir de casa pero no saber si vas a volver. Yo no estoy preparado para algo así. Para mí, el deporte es disfrute y el riesgo solo lo rozo ocasionalmente.

El personaje de Patricia López Arnaiz le pregunta al suyo si quiere morir, y contesta: «Quiero vivir».

Esa frase la podemos llevar casi para cualquier parte de la vida. La montaña es una metáfora, no hace falta hacer alpinismo para intentar superar traumas, despidos, despedidas, salud, amoríos... El ser humano siempre tiende a ir hacia delante, lo que pasa es que a veces se te presenta delante una montaña demasiado alta, pero siempre que llegas a la cima, empieza una nueva vida, un nuevo amanecer... Eso es lo que los personajes intentan decir: «Quiero vivir».

¿Cuál sería su Annapurna personal, su gran reto?

En esta profesión, cada trabajo es un reto. Da igual el éxito anterior o los premios, porque al día siguiente hay un nuevo proyecto y no puedes fallar. Ahora estoy con el doctor García, y da igual el personaje de La cima, La casa de caracol... Mi día a día es dar verdad al doctor García.

Javier Rey lleva pantalón de Cortefiel, polo de Fred Perry y zapatos de Birkenstock. El reloj es de Longines. / Elena Olay

¿Y en qué punto de la montaña se encuentra?

Ojalá que esté muy abajo, en la base. Para mí, el éxito es Pepe Sacristán en los Goya. Ese es el nivel de éxito que casi nadie vamos a alcanzar. Él es el gran maestro. Si con 42 años he alcanzado la cima, estoy jodido.

Porque empezaría el descenso.

Claro. Lo que quiero es rozar el tobillo de Pepe Sacristán. Tener 80 años, trabajar y haber tenido 60 años de carrera detrás. Una carrera es un éxito, una cima no es un personaje chulo. Una carrera es demostrar durante años, años y años una solvencia al alcance de muy pocos.

También dará vértigo mirar desde arriba, ver quién viene y quién va.

Eso da un poco igual. Cuanto más nivel haya a tu alrededor, mejor, cuanto mejores sean los actores de tu película, mejor. Es un camino siempre hacia delante.

¿Cuánto ha tenido que ver la suerte en su carrera?

La suerte existe y no existe. Claro que hay momentos de suerte. Pero, ¿qué es la suerte? Que alguien te dé una primera oportunidad, sí, pero para que eso suceda a lo mejor tienes que darle algo, y entonces ya no es tanta suerte. Hay que estar preparado para aprovechar la oportunidad. A mí, las cosas que no dependen de uno mismo se me escapan. Tiendo a pensar que uno es responsable de sus actos para bien y para mal. Me he criado en el deporte, y pienso que si te esfuerzas mucho, lo más probable es que lo consigas. De ahí que pensase que, si trabajaba lo suficientemente duro, podía llegar a aprender un oficio con solvencia. Esa filosofía me ha ayudado a ganarme la vida con esto.

Repite mucho el mantra de «cuanto menos sepan de mí, mejor actor puedo ser». ¿Interpreta un personaje en las entrevistas también?

No me pongo una máscara. Simplemente, obvio una parte de mi vida. Ahora mismo estoy hablando contigo por el estreno de La cima, y sabemos que de eso se derivarán preguntas que no necesariamente tienen que ver con la película. Hablo abiertamente de mi trabajo y me encanta hacerlo, pero soy muy hermético en todo lo demás. Y lo dejo muy claro. Al final, eso es lo que me da mi escudo protector de vida para no ser Javier Rey 24 horas y poder estar tranquilo con la gente que quiero.

Pantalón, chaqueta y camisa estampada, todo de Sandro.

¿A través de los personajes que elige podemos conocerle mejor?

No, no, no, no. Cada vez me alejo más de eso. Cuando arrancaba, a lo mejor tiraba de algo personal, pero según avanzas das al personaje lo que necesita. Si volcara partes de mí, teñiría todos los personajes de la misma personalidad.

La fama descontrolada, que invade su vida personal, ¿le ha hecho replantearse las cosas?

He tenido que variar cosas, eso es indudable. He comprendido que nadie me tiene que obligar a hacer o decir lo que a mí no me apetezca hacer. Mi oficio no me lo exige. Respeto que cada uno haga con su vida lo que quiera, pero a mí la felicidad me la da tener intimidad. He encontrado el equilibrio y así me siento bien.

Se le escapa en ocasiones el acento gallego. El ADN y la identidad gallegas, ¿ayudan es su trabajo?

[Se ríe] Soy gallego parlante, con mi familia y mis amigos. Pero para trabajar me tuve que sacar el acento, aunque sale en momentos concretos. Venimos de una región que no ha sido especialmente rica, que ha sido mano de obra en el extranjero, y tenemos un buen punto de partida: llegas a los sitios sabiendo que no te las sabes todas. Eso es muy gallego.

Ya lo ha mencionado en alguna ocasión, pero ¿dirigir está más cerca?

Sí, cada vez lo veo más cerca. Ya para empezar lo verbalizo, que me parece un avance. Estoy acercándome progresivamente y ocurrirá. No sé cuándo, pero mi cabeza va por ahí.

Temas

Cine