Jennifer Lee, directora creativa de Walt Disney Animation Studios / vicens giménez

entrevista exclusiva

Jennifer Lee, directora creativa de Walt Disney Animation Studios: una reina para todas las princesas Disney

Muchas veces se ha sentido la única mujer en la sala. Y así era. Con Frozen y Frozen II entró en el club masculino de los films más taquilleros. Ahora, al frente del legendario estudio de animación, trabaja para cambiarlo.

Llegó a los estudios de animación de Walt Disney en 2011, pensando que sólo estaría ocho semanas. Se trataba de un encargo de urgencia: poner orden y aclarar el guión de Rompe Ralph. Sin apenas tiempo para digerir aquel éxito, se convirtió en codirectora de Frozen, una adaptación de La reina de las nieves a la que llevaban dando vueltas desde 1940. A aquel clásico moderno, le siguió una secuela, Frozen II, la película de animación que más ha recaudado. Con estos dos títulos, Jennifer Lee (Rhode Island, 1971) se codea con George Lucas o James Cameron en la lista de los 20 filmes más taquilleros de la historia. La singularidad es que ella es la única mujer entre todos ellos.

En 2018, tras la salida de John Lasseter, motivada por la denuncia interna de conductas inapropiadas, Lee se convirtió en la directora creativa de Walt Disney Animation Studios. En plena celebración del centenario de la casa de Mickey, esta fan de Cenicienta de sonrisa permanente y lágrima fácil –se emociona hablando de Wish, el título que se estrena el 24 de noviembre, tanto como de su madre– tiene la misión de mirar al futuro y honrar el pasado de uno de los emblemas de Hollywood.

MUJERHOY. La nueva película de Walt Disney Animation Studios, Wish: el poder de los deseos, reivindica el valor de los sueños imposibles. ¿Estaba entre los suyos ser la primera directora creativa del estudio?

JENNIFER LEE. No sé si directora creativa, pero desde luego siempre deseé ser parte de Walt Disney. Quise dedicarme a la animación desde niña, siempre andaba dibujando, aunque no era muy buena. Acabé entendiendo que lo que quería en realidad era contar historias. A pesar de todo, como siempre tiendes a buscar rutas más seguras, nunca imaginé que vería cumplido mi sueño.

Asegura que, desde que entró en Disney, su destreza como dibujante ha empeorado. ¿Cómo es posible?

Resulta intimidante estar en una habitación con los mejores artistas del mundo, gente que está todo el rato garabateando cosas geniales. Cuando yo les dibujo algo, se echan a reír al verlo, aunque guardan todos mis bocetos. Supongo que es para hacer algún día un libro con todos esos dibujos terribles que he hecho.

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Rodeada de tanto talento, ¿no le sucede a usted lo mismo con cualquier boceto de sus colegas? ¿No están las papeleras repletas de joyas?

En Disney no se tira nada. Siempre se advierte a los artistas de que, si tras una reunión dejan algo sobre la mesa, se recoge para nuestros archivos. Hay veces en la que yo misma recojo algunos bocetos para tenerlos en mi despacho.

¿Qué encontraríamos en su despacho? ¿Algo que tenga un valor especial?

Me regalaron 16 paneles con los dibujos originales la transformación del vestido de Cenicienta. Es mi película favorita de Walt Disney y verlos cada día me pone los pies en el suelo, hace que recuerde el sentido de este trabajo.

Vista ahora, ¿no hay cosas de Cenicienta que le rechinan?

A medida que evolucionas y creces, la ves de manera diferente. Sin embargo, para mí la clave de Cenicienta no tenía que ver con el Príncipe Azul. Yo me identificaba con ella porque de niña sufrí bullying y vi en Cenicienta un ejemplo de cómo perseverar, no hacer caso a los que la acosaban y conseguir que le sucedieran cosas buenas. Ya de mayor, he escrito sobre cómo el amor verdadero no tiene por qué ser lo que te han contado en las películas.

Por supuesto, puedo disfrutar de una película como Cenicienta y reconocer que tengo un punto de vista diferente sobre la vida, que preferiría que mi hija conociera a la familia de su pareja y viera qué tal es la convivencia antes de casarse. Definitivamente, no te cases con alguien a quien acabas de conocer. [Risas]

Hablando de madres e hijas, usted adoptó el apellido de soltera de su madre. ¿Por qué quiso rendirle ese homenaje?

Me encanta que lo digas así, porque es justo lo que pretendía. Soy muy afortunada de haber tenido una familia maravillosa. Mi madre fue inspiradora, especialmente en un momento en el que no había muchas madres solteras y no se las valoraba tanto. Tuvo que ser muy duro para ella, una enfermera que trabajaba en tres sitios a la vez, sacar adelante a dos hijas. Nos enseñó que teníamos que forjar nuestro destino. Mi hermana es médica y yo me las he arreglado para dedicarme a esto. Es mi manera de decirle que ella ha sido muy importante, de que el mundo lo sepa.

Foto: Vicens Giménez

Con 10 años, su hija Agatha cantó Hazme un muñeco de nieve en Frozen. ¿Le estaba marcando el camino o fue algo casual?

Eso es algo de lo que ella prefiere no presumir y suele ocultarlo, porque sus amigos le toman el pelo, pero ha aprendido a reírse de sí misma. Sabe que es algo bonito y de lo que puede estar orgullosa. Sigue cantando y le atrae mucho lo artístico, así que ya veremos qué le depara el futuro. Han pasado 10 años y ahora está en la universidad, estudiando Historia del Arte y recibiendo sus primeras clases de escultura. Cuando conocí a mi marido [el actor Alfred Molina], me preguntó a qué creía que se dedicaría mi hija. «Me la imagino recibiendo una educación artística, probándolo todo y decidiendo qué hará a los veintitantos», le contesté. Y en ese punto creo que está.

¿En qué se diferenciaron su primer día en Disney como guionista y como directora del estudio?

Cuando llegué al estudio por primera vez, fui directa a una sala en la que estaban todos los directores de Pixar y John [Lasseter] para contarles mis ideas para Rompe Ralph. De ahí salí con un montón de notas y comentarios, pero con una confianza enorme: había sido capaz de aportar soluciones, de responder a sus observaciones. Curiosamente, mi primer día como directora creativa coincidió con una proyección de Ralph Rompe Internet. Tuve que ponerme delante de mil personas, yo, que me hice guionista para no tener que enfrentarme a estas situaciones. [Risas]

En octubre, el estudio cumplirá su centenario, con un legado indiscutible, pero un pasado que ha sido a veces cuestionado.

Siempre estamos evolucionando. Cada director creativo de la compañía ha tenido una forma diferente de trabajar. En mi caso, me pongo al servicio de las películas y de sus directores. Quiero ayudarles a que plasmen su visión en la pantalla; no pretendo decirles cómo debe ser, pero también tengo que ser exigente cuando considero que no lo están logrando. Me tomo mi trabajo muy en serio. Por otro lado, me he sentido tantas veces la única mujer en una sala llena de hombres, que me aseguro de que haya sitio y oportunidades para todos.

El talento está siempre ahí fuera, pero no tanto su acceso a los proyectos. ¿Cómo podemos cambiarlo? En Disney tenemos ahora nuestro grupo de directores más diverso. Con esa combinación de veteranos y nuevas generaciones, las salas de guión son más fuertes. Yo misma estoy asistiendo a ese cambio y es en lo que me estoy concentrando, en facilitar que estos artistas tengan el acompañamiento y mentoría que precisan.

¿Cómo cree que ha cambiado la compañía desde que está usted al frente?

Sólo llevaba un año y medio en el cargo cuando llegó la pandemia y tuvimos que trabajar en remoto durante un par de años, todo un reto. Lo bueno es que nos demostró que podíamos confiar los unos en los otros y que nos ha hecho mucho más fuertes como estudio. Lo que espero que perciban de mí es que no impongo mi visión, sino que ayudo a plasmar la suya, que les acompaño.

También quiero comprometerme con los avances tecnológicos y, a la vez, con el dibujo a mano, como hemos hecho en Wish, recuperando técnicas de los primeros tiempos de Disney. Para mí, lo más importante es que se vean reflejados en lo que estamos haciendo, que estén orgullosos de lo que hemos avanzado, que la próxima generación sienta que creemos en ellos.

Mantienen su posición de liderazgo en la animación, pero se ha visto amenazado por títulos como Super Mario Bros o Spider-man: cruzando el multiverso.

No vivo el éxito de otras películas de animación como si fuera una competición. Por supuesto, nos empujan a ser mejores, pero sobre todo me alegra que les vaya bien. En el mundo de la animación hay una camaradería sana, todos nos conocemos y somos parte de una misma comunidad maravillosa.

Por otro lado, estoy muy orgullosa de lo que estamos haciendo, de las historias y los personajes que estamos creando, de que no dejamos de asumir riesgos. Me preocuparía que dejásemos de hacerlo porque nos sentimos amenazados por grandes franquicias como Spider-man o Super Mario. Si lo hubiéramos hecho Frozen no existiría, ni tampoco Wish, porque son historias completamente originales. En realidad, a todos nos beneficia que a una película de animación le vaya bien.

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