A estas alturas de los Juegos Olímpicos de Tokio ya tenemos claras qué imágenes y protagonistas pasarán a la historia como símbolo de unas Olimpiadas atípicas, marcadas por las restricciones sanitarias de la covid-19. Sin duda, serán los Juegos en los que al salud mental de los deportistas pasó a primer plano gracias a la valentía de Simone Biles, la gimnasta que renunció a casi todas sus finales (participará en barra de equilibrio) debido a la ansiedad. Y mientras la leyenda de Biles continúa agigantándose con o sin medallas, las anécdotas en positivo o negativo que provoca la mayor reunión de deportistas del planeta sigue dejando instantes memorables. Algunos, incluso paranormales.
Ana Peleteiro era favorita en el equipo español para llevarse una medalla, pero su bronce no fue todo lo que alegró a la familia olímpica pendiente de la competición de triple salto. La imagen viral que dio la vuelta al mundo fue la increíble alegría de Peleteiro al comprobar que su compañera de equipo y rival en la pista,l a venezolana Yulimar Rojas, había pulverizado el récord del mundo vigente desde 1995.
Los saltos y el abrazo en el que su fundieron ambas deportistas demostró que no todo es competitividad en el espíritu olímpico, y que se puede sentir (casi) la misma alegría por los logros ajenos que por los propios. «El balance es tan positivo como negativo. Porque si bien es cierto que siempre entrenas con la mejor y tienes esa referencia, por otra parte te tienes que preparar psicológicamente para ser siempre la segunda», decía Ana Peleteiro antes de comenzar la competición.
Aunque el discurso de la competitividad y la superación domina el deporte de élite, en los Juegos Olímpicos puede pasar de todo, hasta el milagro de no pretender superar ni 'machacar' el rival para vivir un momento de gloria personal e intransferible. Sucedió en la final de salto de altura. Tras una agotadora competición de dos horas, Mutaz Essa Barshim, de Qatar, y Gianmarco Tamberi, de Italia, terminaron empatados con saltos de 2,37 metros y no tuvieron intentos fallidos hasta que quisieron superar los 2,39.
Después de tres fracasos cada uno a esa altura, un oficial olímpico primero les ofreció un desempate para decidir el ganador. Sin embargo, ambos decidieron no desempatar y compartir el oro con sendas medallas. No pasaba desde hacía más de un siglo. «Es uno de mis mejores amigos, no solo en la pista, sino fuera de la pista. Trabajamos juntos. Este es un sueño hecho realidad. Es el verdadero espíritu, el espíritu deportista, y estamos aquí transmitiendo este mensaje», declaró Barshim.
El caso de Alen Hadzic pasará a la historia de los Juegos Olímpicos como una vergüenza inmerecida: ni los miembros de su propio equipo, el de esgrima de Estados Unidos, querían compartir tapete con él. Así lo demostraron en su combate con Japón: tres esgrimistas salieron protegidos con mascarillas rosas para mostrar su apoyo a las mujeres, mientras que Hadzic lo hizo con una negra.
Este deportista ha sido acusado por tres mujeres de abusos sexuales cometidos entre los años 2013 y 2015 y se ha sabido que durante su época de estudiante había suspendido un año en la Universidad de Columbia por motivos similares. Sin embargo, al estar a espera de juicio, se decidió que participara en Tokio, aunque se alojó en un hotel y le prohibieron entrenar con las mujeres del equipo.
«Los que protegen a un depredador violento no están siendo responsables. Las atletas no hemos sido protegidas y nuestra seguridad no se ha considerado importante», escribió en las redes la esgrimista Jacqueline Dubrovich. Al final, Hadzic se volvió a su casa sin competir, pero con la experiencia de las Olimpiadas en su currículum deportivo.
An San, de 20 años, es la mejor arquera del mundo: en los Juegos Olímpicos de Tokio ha conseguir tres medallas de oro en la disciplina de tiro con arco y ha batido un récord olímpico vigente desde 1996. Sin embargo, en su país, Corea del Sur, no parecen estar demasiado contentos con sus éxitos: han trascendido los terribles ataques que recibe en las redes sociales por llevar el pelo corto. Tanto odio produce lo que en Corea se lee como un peinado feminista, que hasta le exigen que devuelva las medallas. Estos ataques han promovido una ola de solidaridad global en la que mujeres de todo el mundo han subido fotos de su pelo corto a las redes y mensajes denunciando el sexismo, además de pedir a la Asociación Coreana de Tiro con Arco que rechace estos ataques.
Como en los viejos tiempos de la guerra fría y las dictaduras comunistas la atleta bielorrusa Krystsina Tsymanouskaya ha tenido que refugiarse en una comisaría del aeropuerto de Haneda y pedir ayuda al Comité Olímpico Internacional porque su federación trata de hacerla abandonar. Tsymanouskaya criticó a su federación por hacerla competir en el equipo de relevos para tapar que dos compañeras no han seguido el protocolo antidoping correctamente.
Desafortunadamente, el Comité Nacional Olímpico bielorruso está dirigido por Viktor Lukashenko, el hijo del presidente del país Aleksandr Lukashenko, quien decidió que Tsymanouskaya retornara al país «por decisión de los médicos, debido a su estado emocional y psicológico». La deportista baraja la posibilidad de pedir asilo político a las embajadas de Austria y Polonia en Tokio.