Qué ha pasado con el fenómeno Kamala: cómo se ha convertido en la vicepresidenta de Estados Unidos peor valorada de la historia en menos de 12 meses

Después de un año en el cargo, Kamala Harris es la vicepresidenta estadounidense peor valorada de la historia. Hablamos con dos analistas políticos para entender el declive de su imagen pública y responder a la pregunta clave: ¿Puede aspirar todavía a la Casa Blanca y convertirse en la primera presidenta de Estados Unidos?

Kamala Harris fue la presidenta de los Estados Unidos una hora y 25 minutos. / JAMEL TOPPIN/THE FORBES COLLECTION VIA CONTOUR RA.

Ixone DÍAZ LANDALUCE

Durante una hora y 25 minutos, Kamala Harris fue, el pasado 19 noviembre, la primera mujer en ocupar la presidencia de Estados Unidos . Exactamente el mismo tiempo que Joe Biden estuvo bajo el efecto de la anestesia para someterse a una colonoscopia de rutina. Unos minutos antes, a través de una carta dirigida al Congreso, Biden decidía «transferir temporalmente los poderes y las responsabilidades de la oficina del presidente de Estados Unidos a la vicepresidenta».

Fue, efectivamente, un momento histórico, pues nunca una mujer había estado en esa posición, ni siquiera de manera tan fugaz y testimonial. Pero, probablemente, no era la manera en la que Kamala Harris hubiera querido pasar a la historia. Las ambiciones presidenciales de Harris no son un secreto para nadie. Y sin embargo, en su primer año como vicepresidenta, sus opciones de hacerlas realidad han menguado considerablemente. Al menos, de momento. La volatilidad de la política norteamericana hace imposibles las predicciones a largo plazo, pero las encuestas son tercas y demuestran una tendencia incontestable: Harris es la vicepresidenta peor valorada de la historia de Estados Unidos.

Con su marido, el segundo caballero de Estados Unidos, Doug Emhoff. / Getty images

Un sondeo reciente publicado por el diario USA Today apenas le otorgaba un 28% de aprobación, un cifra que raya el ridículo y que la situa por debajo de Dick Cheney, considerado el vicepresidente más impopular de la historia reciente. Que detrás de esos números se esconde un sesgo racial y de género parece una cuestión indudable, pero hay algo más.

«Sospecho que la raza y el género de la vicepresidenta Harris la han perjudicado entre un segmento de la población, pero esa no parece ser la única explicación de sus decepcionantes índices de aprobación. Aunque generalmente suelen coincidir con los del presidente y los de Biden han descendido desde finales de verano, los de Harris se han hundido todavía más», explica Joel Goldstein, profesor emérito de Derecho en la Universidad de Saint Louis y considerado el mayor experto estadounidense en vicepresidentes.

Noah Bierman, periodista del L.A. Times encargado de cubrir en exclusiva toda la actualidad protagonizada por Harris en Washington, coincide: «Sus malos datos responden a una combinación de factores. Es cierto que sufre prejuicios raciales y de género, pero también se ha visto arrastrada por los malos números del presidente debido a temas como la gestión de la pandemia o la inflación». La caótica retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán, que dañó seriamente la imagen de la toda la administración Biden, también alcanzó a Harris.

«Se ha invertido demasiado tiempo en analizar su agenda y especular sobre su fututo y ha sufrido la incomprensión de lo que supone el cargo que ocupa. Las expectativas eran excesivas».

Su otro gran problema han sido las expectativas. Convertida en una figura histórica (primera mujer, primera afroamericana y primera asiática en ocupar el cargo), de ella también se esperaba, quizá de manera algo naíf, que su nombramiento estuviera acompañado de una gestión igualmente histórica. «Se ha invertido demasiado tiempo en analizar su agenda y especular sobre su futuro como candidata presidencial.

Muchos vicepresidentes de éxito nunca tuvieron una agenda propia. Ha sufrido la incomprensión social de lo que supone el cargo que ocupa. Las expectativas en torno a ella se han inflado en exceso», explica Goldstein. Bierman coincide: «La vicepresidencia es una posición política difícil: tienes que representar el mensaje del presidente, pero no puedes eclipsarle. Las expectativas en su caso eran altísimas, sin precedentes».

Junto a Emmanuel Macron durante su visita oficial a Francia. / Getty images

Además, según un estudio realizado por el L.A. Times a partir de la agenda oficial de Harris, la vicepresidenta cada vez pasa menos tiempo con Biden, algo que podría ser indicativo de una pérdida de influencia. Al fin y al cabo, la divisa más cotizada en la Casa Blanca es tener acceso sin restricciones al Despacho Oval. Desde el principio, Biden quiso moldear su relación con ella a imagen y semejanza de la que él mismo mantenía con Obama y prometió públicamente que Harris siempre estaría presente en las decisiones importantes. «Biden ha dicho muchas veces que Harris sería la última persona capaz de hacerle cambiar de opinión. No he sabido de ninguna decisión importante en la que ella no haya tenido la oportunidad de expresar su punto de vista», explica Goldstein.

«Comen juntos una vez a la semana y Harris suele estar presente en las reuniones de inteligencia que el presidente tiene cada mañana», explica Bierman. «Pero Biden lleva 50 años en política y tiene colaboradores que llevan 20 ó 30 años con él. Confía mucho en ellos y tienen un acceso muy directo a él. Eso no quiere decir que Biden no la escuche. Ella es una voz importante. No creo que nadie le esté dando de lado». Goldstein añade un elemento más al análisis: «La pandemia ha hecho que Harris haya viajado mucho menos que otros vicepresidentes y, por lo tanto, que haya protagonizado menos actos públicos». Con el consiguiente efecto sobre su visibilidad y popularidad.

Aunque es cierto que las expectativas acerca de la agenda de un vicepresidente pueden llevar a errores de percepción sobre su cometido (que principalmente es representativo y de promoción de las políticas de la administración), Harris ha tocado muchos palos en este último año: desde la presentación de un ambicioso plan de infraestructuras a la promoción de la campaña de vacunación, pero también una reforma legislativa para garantizar el derecho al voto. «Muchos estados controlados por los republicanos han endurecido los requisitos para votar después de que Trump expandiera la teoría de que la elección le fue robada. La vicepresidenta está trabajando en una ley federal para facilitar el acceso al voto», explica Bierman.

Pero, ¿ha cometido Harris algún error de bulto durante su primer año en el cargo? Lo más parecido a eso tiene que ver con su patata caliente particular: la vicepresidenta es la cara visible (aunque sin apenas poder ejecutivo) de la controvertida política migratoria de Estados Unidos. En junio, durante un viaje a Centroamérica, exhibió un discurso tan duro contra la inmigración que llegó a enfrentarle, incluso, con su compañera de partido Alexandria Ocasio-Cortez. «Quiero ser clara con la gente de la región que está pensando en hacer ese peligroso viaje a la frontera entre Estados Unidos y México: no vengáis. No vengáis. Los Estados Unidos seguirán aplicando la ley y garantizando la seguridad en la frontera», dijo Harris en una rueda de prensa en Guatemala. Ese enfático «don't come» la persigue desde entonces. «Yo estuve en aquel viaje y todo iba bien: Harris estaba haciendo un buen trabajo diplomático y de representación de la administración. Pero esas declaraciones indignaron a grande parte de la izquierda. Hay que entender que esos inmigrantes venían de situaciones de violencia y pobreza extremas. Su popularidad cayó en picado», explica Bierman.

El presidente Biden y la vicepresidenta Haris, juntos en un acto oficial en homenaje a los estadounidenses con discapacidades celebrado en julio de 2021. / getty images

Desde entonces, la prensa norteamericana no le ha dado tregua. Mientras algunas cabeceras, especialmente el New York Post, han emprendido una auténtica campaña de acoso y derribo contra ella («los estadounidenses tienden a tolerar a los presidentes que han demostrado ser estúpidos o incompetentes, pero la vicepresidenta Kamala Harris es francamente extraña», escribía recientemente su columnista Kyle Smith), otros como Politico desvelaban que la atmósfera de trabajo dentro de su staff era un tanto «disfuncional» y «tóxica». Esos rumores parecían confirmarse con la salida, en noviembre, de dos de los miembros más senior de su equipo: su directora de comunicaciones, Ashley Etienne, y su portavoz y consejera senior, Symone Sanders.

Según CNN, que se ha hecho eco de filtraciones provenientes del Ala Oeste, en los últimos meses Harris se ha sentido «dada de lado» por la oficina de Biden, «restringida» en su agenda política y «desasistida» por el presidente. También se ha publicado que la vicepresidenta se estaría apoyando en exceso en su círculo familiar más íntimo: su hermana Maya, su cuñado Tony West y su sobrina Meena Harris. Ni siquiera su reciente viaje oficial a Francia, donde se reunió con Emmanuel Macron y que estaba diseñado para resucitar su imagen pública, consiguió una cobertura mediática positiva en Estados Unidos. «Aún es pronto y no hay razón para que no pueda tener una vicepresidencia exitosa. Su impacto dependerá de la relación con Biden y de si consigue demostrar que es una asesora hábil y soluciona problemas», explica Goldstein.

De hecho, según ha publicado Politico, Harris se mueve con agilidad en los círculos de poder de Washington y está «construyendo» relaciones con un gran número de aliados demócratas que, llegado el caso, podría utilizar a su favor en una futura campaña presidencial. «El hecho de que Biden sea el presidente más mayor de la historia ha hecho que se especule más sobre la posibilidad de que no se presente a un segundo mandato. Eso ha centrado la atención en Harris como candidata en mitad de su primer mandato y no después de ocho años, como es habitual. Su primer año en el puesto ha hecho que las expectativas se rebajen, pero nada de lo que ha ocurrido es irreparable. Tampoco sería sorprendente que tuviera una oposición significativa para la nominación de 2024 o 2028», vaticina Goldstein.

Aunque los medios norteamericanos ya prevén unas primarias demócratas abiertas en las que Pete Buttigieg, actual secretario de Transporte, parte muy bien posicionado para convertirse en su gran rival, la percepción alrededor de Kamala Harris también podría ser cuestión de timing. Al fin y al cabo, la legislatura no ha hecho más que empezar. «Cuando llegó al puesto, mucha gente pensaba que era la candidata demócrata natural para 2024 o 2028. Ahora, esa percepción ha cambiado. Ya no tiene la misma ventaja. ¿Significa eso que no podría ganar? En absoluto. Claro que puede. Primero, tiene tiempo por delante. Y segundo, si Biden logra reparar su popularidad y termina siendo considerado un presidente de éxito, ella se beneficiará de eso y le ayudará mucho si finalmente aspira a la Casa Blanca. La gente se olvidará de este comienzo abrupto», vaticina Bierman.

La fecha clave que podría decidir su futuro llegará dentro dentro de un año, con las elecciones legislativas, donde Harris podría utilizar la campaña para volver a conquistar a las bases demócratas. Para entonces, el presidente Biden, ya convertido en octogenario, empezará a deshojar la margarita de su continuidad.

20 de enero-18 de febrero

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