El amor, tal y como lo hemos conocido hasta ahora o, mejor dicho, como nos lo cuentan en las confortables comedias producidas para mecer nuestras siestas del domingo, es un asco. Apesta. Perdónenme el reduccionismo, pero esta vendría a ser la tesis de los ensayos de Mona Chollet, la feminista francesa más mediática del momento.
Las mujeres, dice Chollet en sus dos últimos ensayos –'Brujas' y 'Reinventar el amor'–, nos dejamos atrapar por la idea romántica de la pareja, el cuidado y la familia. Nos entregamos al sacrificio, la entrega, la construcción de nuestra identidad a través de los ojos de nuestra pareja. Nos enredamos en una idea de la felicidad que nos hace pequeñas, al lado de una pareja que siempre es más grande que nosotras. Nos conformamos con mirarnos en el espejo de quien tenemos al lado.
Leo esta deconstrucción del romanticismo que bebe directamente de Gloria Steinem y me resulta consoladoramente trasnochada. Por supuesto, desde mi privilegiada posición de independencia, de militante de la autosuficiencia, como muchas mujeres de mi generación, empujadas por las madres que no lo fueron.
Si tienen curiosidad por esta tesis, lean 'El fin de la novela de amor', de Vivian Gornick que, como bien dice su solapa, defiende la clara y contundente idea de que el amor «no puede hacer por nosotras lo que debemos hacer por nosotras mismas».
Y si esta idea les inquieta, pero se sienten más cerca de esa rebeldía de la que solo han sido capaces algunas de las mujeres más extraordinarias y divertidas de la historia, vuelvan a Nancy Mitford. Ay, 'A la caza del amor'. Ahí estaba ya todo dicho.