Este chimpancé se llamaba Congo, interpretó a Chita en las películas de Johnny Weissmüller y cuando se retiró del cine, fue un exitoso pintor en Palm Springs. / getty

El mono y el cuadro

«Entre la vida y el arte elegimos la vida, pero se nos olvida que sin el arte no se puede sobrevivir»

Lourdes Garzón
Lourdes Garzón

Los monos se bajan de los árboles y adolescentes armados con Super Glue atacan cuadros de Monet con puré de patata y lanzan tartazos a la figura de cera de Carlos III de Inglaterra. Estos son dos de los síntomas más novedosos y mediáticos del cambio climático que nos asfixia.

Escucho en la radio que los museos prefieren que el activismo terrorista tenga la menor repercusión posible para evitar que el ruido atraiga a más adolescentes armados con salsa de tomate atacando Van Goghs. Me temo que todos sabemos ya a estas alturas que el ruido es tan difícil de acallar como los rumores o las malas noticias. Siempre se impone. Y lo que es peor, la imbecilidad también.

Si los monos no se bajan de los árboles, corren peligro de extinción. Como nosotros, con árboles o sin ellos. No sé si será por el desánimo, pero desde la pandemia vivo en una especie de déficit estético. Ansiedad por ver cosas bonitas. Pienso en que uno de los cuadros de Picasso o uno de los trajes de Chanel expuestos ahora en el Thyssen pueda ser agredido con un bote de salsa de soja y me invade el desánimo.

Entre la vida y el arte elegimos la vida, pero se nos olvida que sin arte no se puede sobrevivir. Y me alivio la tristeza de ver este activismo de opereta con el montaje de Aida del Teatro Real. Quizá no sea perfecta, como ya nos han dicho los críticos, pero me resultó tan eficaz como el mejor ansiolítico de última generación.

El chimpancé que ven ustedes en la foto interpretó a Chita en las películas de Johnny Weissmüller. Se llamaba Congo y, cuando se retiró del cine, desarrolló una exitosa y lucrativa carrera como pintor en Palm Springs. A veces, la vida y el arte discurren por caminos originales.

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