Gregory Peck, en una escena del juicio en la película Matar a un ruiseñor (1962). / DR

Falso y repugnante

«Al difundir fake news, somos negligentes, estúpidos o malas personas»

Un señor se ha sentado en el banquillo acusado de publicar en sus redes sociales una acusación falsa y repugnante (añado) a sabiendas. Un tuit que a él debía de parecerle muy irónico, ingenioso y políticamente irrebatible, y en el que aseguraba que el agresor que se veía atacando brutalmente a una mujer era un menor no acompañado marroquí.

La escena, terrible, que aparecía en el video había sucedido en realidad en China. El tuitero ha sido condenado a 15 meses de cárcel y a una sanción de 1.620 €, por un delito contra los derechos fundamentales y las libertades públicas. No ingresará en prisión por no tener antecedentes, pero lo más relevante es que es la primera sentencia por difusión de fake news que se celebra en nuestro país.

Leo en el diario británico The Guardian la teoría del psicólogo canadiense Gordon Pennycook, que intenta explicar por qué las noticias falsas y muchas veces inverosímiles se difunden a velocidad pandémica. Primero, porque dedicamos una «atención parcial» a todo lo que nos llega a través de las redes. Segundo, porque tendemos a denostar hasta lo ridículamente dramático las actitudes de quienes no piensan como nosotros.

Y solo así, ponen como ejemplo, se explica que millones de personas creyeran que Hillary Clinton estaba implicada en una red de explotación infantil. Es decir, somos negligentes, estúpidos o malas personas. Me temo que eso explica muchas cosas y que aplica a quienes estamos a ambos lados: los responsables de difundir y también de preguntarse a qué y a quiénes se da crédito.

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