Maggie Gyllenhaal: «Soy mucho más valiente en mis películas que en la vida real»

Actriz y ahora cineasta, Elena Ferrante la eligió para dirigir la adaptación de La hija oscura. La oferta tenía trampa: tendría que filmar a su propio marido en la escena de sexo más complicada de su nueva carrera.

La hija oscura es la primera película de Maggie tras las cámaras. / getty images

Robbie Collin

Maggie Gyllenhaal (Nueva York, 1977) fue elegida por la escritora Elena Ferrante para dirigir la adaptación de la novela La hija oscura . La italiana demostró olfato: Gyllenhaal ganó el premio al mejor guion en el Festival de Venecia y está nominada en el mismo galardón en los Óscar. El gran dilema al que se enfrentó en este proyecto, su primera película tras las cámaras, iba más allá de lo cinematográfico: se convirtió en un asunto personal, íntimo. Maggie había pasado los últimos dos años escribiendo y preparándose para llevar al cine la obra de la esquiva autora italiana.

Para interpretar a Leda, la protagonista, había escogido a Olivia Colman y a Jessie Buckley; ambas están nominadas también al premio de la Academia de Hollyood por estos trabajos. La primera encarnaría al personaje en el presente y la otra, en las secuencias retrospectivas. Para dar vida al apuesto personaje masculino pensaba en su propio marido, Peter Sarsgaard. Sin embargo, a Gyllenhaal no le entusiasmaba la perspectiva de dirigirlo en las escenas de sexo que compartían él y la joven Leda, que debían tener el suficiente voltaje erótico e intensidad emocional como para justificar la huella que deja esa relación en la protagonista. «Pensé: «¿Me apetece que mi esposo interprete al objeto del deseo de una actriz joven, atractiva y hermosa?», recuerda con una mueca la protagonista de Secretary o El caballero oscuro.

Jessie Buckley, Maggie Gyllenhaal, Olivia Colman y Dakota Johnson posan en la premiere de La hija oscura en Festival de Cine de Nueva York el pasado mes de septiembre.

Incluso elaboró una lista de candidatos alternativos, pero se rindió. «Llevamos juntos más de 20 años, y hemos pasado por todo tipo de alegrías y dificultades. No había nadie que pudiera interpretar el papel como él. Peter es irresistible, y eso es exactamente lo que el personaje necesita ser. Así que me convencí de que era la elección idónea», explica con aire de resignación. Valió la pena: las escenas de pasión de La hija oscura son indudablemente... «¿Ardientes? » sugiere Gyllenhaal. «Casi dan la sensación de ser inevitables, ¿verdad?».

La cineasta atribuye esa química en parte a que representa una conjunción intelectual: los dos personajes se dedican a la traducción de poesía. A él, la adaptación al italiano que Leda hace de los versos del británico W. H. Auden le cautiva instantáneamente. «Me parece que no hay nadie más sexy que quien entiende realmente cómo funciona tu cerebro, hasta el más mínimo detalle», reconoce la directora. Durante años, ella había sido fan acérrima de Elena Ferrante. Cuando leyó Los días del abandono en 2002 y era solo una actriz revelación, sintió ansias por verla trasladada a la gran pantalla y escribió a los editores de la autora italiana para preguntar por sus derechos de adaptación.

Le informaron de que ya habían sido adquiridos y le recomendaron que considerase hacerse con La hija oscura, la novela fina y punzante sobre una académica de mediana edad que, tras experimentar un tenso encuentro, se ve obligada a reflexionar sobre sus propios defectos como esposa y madre de dos hijas, Ramona (15 años) y Gloria (9). En sus páginas, Maggie encontró, condensadas, todas las cualidades que ama de la prosa de Ferrante, entre ellas, «las verdades que cuenta sobre la experiencia femenina del mundo, y sobre todo aquello acerca de lo que hemos acordado colectivamente permanecer en silencio».

Cartel de la película La hija Oscura.

Cuando trabajaba en el guion, a menudo experimentó un profundo sentimiento de culpa, especialmente en las escenas en las que la joven Leda descuida o critica abiertamente a sus hijas pequeñas. «El mero hecho de identificar esos sentimientos hace que te sientas expuesta», admite. En el proceso de escritura, Ferrante se quitó de en medio; se comunicó con Gyllenhaal solo ocasionalmente y siempre por correo electrónico. Sin embargo, la autora insistió en que la actriz no solo dirigiera, sino que también incorporara su propio punto de vista a la adaptación. El tipo de invitación que, según confesó la autora más tarde, nunca le habría hecho a un hombre. “

«De hecho, Elena dejó claro que el acuerdo de adaptación sería nulo a menos que yo dirigiera la película», recuerda la cineasta visiblemente emocionada. «Así que le respondí diciendo: «Bueno, deja que primero escriba el guion y luego ya veremos» . Pero ella se negó a ceder». Tras leerlo, la escritora apenas hizo unos pocos comentarios y dio su bendición a la cineasta para que cambiara el final de la historia, siempre y cuando la nueva versión respetara la intención original de la novela. Nacida en Nueva York, Gyllenhaal creció en Los Ángeles en una familia de inquietudes creativas: su padre y su madre son cineastas y su hermano menor, Jake, empezó en la interpretación antes que ella.

¿Desde cuándo sintió la ambición de dirigir? Es una pregunta difícil de responder, reconoce. «Creo que no me sentía con derecho a tener ese tipo de aspiración. Para una mujer amante de las películas como yo, parecía mucho más factible limitarse a ser una actriz con ideas propias». A lo largo de las siguientes tres décadas, buscó cómo trasladar esas ideas a la pantalla, a veces mediante subterfugios «por iniciativa propia, por ejemplo, incorporaba ciertos elementos, matices a mi personajes con la esperanza de que el 30% de ellos llegaran a incluirse en la película» y a veces debatiendo con los directores.

Imágen de la serie The Deuce, sobre la industria de la pornografía de los años 70. / d.r.

En The Deuce, la serie de HBO sobre la industria de la pornografía de los años 70, la habían seleccionado para dar vida a Candy, una prostituta con olfato comercial que se convierte en empresaria de películas para adultos. «Preparando el personaje, pensé: «¿No resultaría mucho más interesante si Candy fuera directora en lugar de productora?». Así que hablé con los responsables de la serie y les propuse la idea con mucha delicadeza, de forma sutil, con las armas de las que como actriz disponía para conseguir lo que necesitaba. Y, finalmente, así fue cómo Candy se convirtió en directora», cuenta con una sonrisa de satisfacción.

Cuando dio vida a esta nueva faceta de su personaje empezó a darse cuenta de que estaba conectando con sus propios deseos. «No es que el personaje me diera la idea, sino más bien que interpretarlo me permitió fantasear sobre la posibilidad de hacerlo yo misma», explica. «Soy mucho más valiente en mis películas que en el mundo real. A menudo aprendo cosas frente a la cámara antes de aprenderlas en la vida». Valentía no le faltó en la película con la que Gyllenhaal se dio a conocer: Secretary (2002), una comedia negra con tintes eróticos sobre un romance sadomasoquista.

En su escena más famosa, la mano de la protagonista roza la de su compañero y le envuelve el dedo pulgar con el dedo meñique. Ese gesto tan sutil, y a la vez tan trascendente, no estaba en el guion. Pero, con solo 23 años, la actriz sugirió al director, de forma aparentemente inocente, que tal vez sería una buena idea incluirlo. «He rodado tantas escenas de sexo que, a estas alturas, ya soy una experta», afirma con aspereza. Secretary se hizo mucho antes de que el movimiento MeToo inspirara el surgimiento de la figura del coordinador de intimidad, un consultor cuya presencia en los sets de rodaje garantiza que todas las escenas de naturaleza sexual se filmen dentro del ámbito de la profesionalidad y el respeto mutuo.

«No me sentía con derecho a aspirar a dirigir. Para una mujer amante de las películas, parecía mucho más factible limitarse a ser una actriz con ideas»

Cuando Gyllenhaal era más joven, explica, ese rol a menudo lo asumían de manera oficiosa las mujeres presentes en el set, que se cuidaban las unas a las otra. «Quizá fuera una maquilladora, una encargada de vestuario, o una actriz más experimentada la que se ocupaba de estar alerta. A medida que adquirí más experiencia, yo también pasé a ejercer ese rol, y en el rodaje de La hija oscura fue Olivia Colman quien lo desempeñó. Se trata simplemente de estar pendiente de aquellas que son más jóvenes que tú y no siempre sienten que pueden decir que no».

La actriz cree que movimientos como el MeToo o Time´s Up, que arrojaron luz sobre la cultura de acoso sexual que había imperado impunemente en Hollywood, «han traído consigo una transformación radical que resulta emocionante. No es que de repente todo funcione bien pero algo está cambiando». Para el rodaje de La hija oscura, Gyllenhaal no contrató a ningún coordinador de intimidad. «Tras haber rodado tantas escenas de esa índole a lo largo de mi carrera, sentí que era sensible a las necesidades de mi reparto».

De entrada, concedió a todas las actrices derecho a veto sobre cualquier escena que incluyera desnudos. «Y en ningún momento tuve intención de pedirle a ningún intérprete que hiciera frente a la cámara nada que no quisiera hacer, ya fuera de naturaleza sexual o de cualquier otra. Recuerdo que Olivia no quiso usar un sombrero en particular que yo había imaginado para su personaje, así que nos deshicimos de él». Tanto en las escenas íntimas como en todas las demás, tuvo la sensación de que Buckley era más receptiva al tipo de dirección que ella misma suele apreciar cuando trabaja frente a la cámara.

Junto a su hermano Jake Gyllenhaal en el estreno en el Festival de Venecia de La hija oscura. / getty images

Colman, por otra parte, era totalmente distinta. «Cuando empecé a darle instrucciones no tardé en comprenderlo, y pensé: «Esta no es la manera de ayudarla». Originalmente, la película iba a rodarse en Nueva Jersey en la primavera de 2020, pero la pandemia lo impidió. Los productores recorrieron el mundo en busca de una localización alternativa y en agosto dieron con Spetses, una pequeña isla griega que podía albergar una producción diseñada para realizarse por «una unidad de comando».

Diez días después de la firma del papeleo, Maggie Gyllenhaal había reescrito el guion para adaptarlo al nuevo escenario, y tanto ella como el reparto habían empezado una cuarentena al sur del Egeo. Desde luego, en un escenario de pandemia mundial, con buena parte del planeta confinado, tampoco parecía el peor plan imaginable. Pasaron allí 28 días y filmaron todas las escenas dentro de los poco más de 25 km2 que ocupa la isla, incluidas las que tienen lugar en Estados Unidos. Que como resultado de una crisis surja una película que, además, es excelente requiere verdadera perspicacia por parte de su directora. «He trabajado con algunos directores que no te daban más que amor y libertad; pero también con algunos que eran brutales, y con otros que tenían miedo y tenían una mente cerrada «confiesa Gyllenhaal». Muy a menudo, me sentía como una niña ofendida que se dice a sí misma: «Cuando yo sea mayor, nadie se sentirá así en mi plató».

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