Malú libra mil batallas en su nuevo disco y nos ha contado todo sobre ello: «Fuera complejos. No tengo miedo a mostrar quién soy, ya no tengo esa barrera»

La cantante, que libra Mil batallas en su nuevo disco, se enfrenta a la decisiva: vivir al margen de las miradas y, al fin, aceptarse tal como es.

La cantante lleva jersey, vestido con pedrería y tachuelas, y botas de piel, todo de Miu Miu. Pincha en la foto para ver otras prendas con brillos que rejuvenecen, son tendencia y quedan igual de bien./Fotografía: Valero Rioja / Estilismo: Gervasio Pérez

La cantante lleva jersey, vestido con pedrería y tachuelas, y botas de piel, todo de Miu Miu. Pincha en la foto para ver otras prendas con brillos que rejuvenecen, son tendencia y quedan igual de bien. / Fotografía: Valero Rioja / Estilismo: Gervasio Pérez

Manu Piñon
Manu Piñon

Lleva 15 meses sin dormir más de cuatro horas seguidas, ha desayunado un plato de macarrones con chorizo del día anterior y hacía tres años que no se enfrentaba a los rigores promocionales del lanzamiento de un nuevo disco. Sin embargo, es muy probable que Malú (Madrid, 1982) nunca se haya encontrado tan relajada, segura y abierta como en esta etapa que inaugura con Mil batallas, el decimosegundo álbum de una carrera que comenzó a los 16 años. Aquella chica para la que Alejandro Sanz escribió Aprendiz, hija y sobrina de Pepe y Paco de Lucía, es hoy una de las pocas mujeres de la música española –¿quizá la única?– que puede plantearse una gira en igualdad de condiciones respecto a amigos y compañeros como Pablo Alborán, David Bisbal o el propio Sanz.

Vídeo.

Quienes trabajan a su lado confirman que no es solo una cuestión de talento: todo lo que ha conseguido es producto de su empeño y autoexigencia. ¿Qué ha cambiado? Sería más sencillo contestar qué no lo ha hecho en estos últimos tres años para Malú. Ella lo resume con una palabra: «Liberación». Si en esta mañana de finales de septiembre no tiene prisa por acabar ni miedo a preguntas inevitables sobre su vida junto al exlíder de Ciudadanos, Albert Rivera , y Lucía , la hija de la pareja que desde junio de 2020 le quita el sueño (y le exige desayunos improbables), es porque se ha liberado de la mirada de los otros y, sobre todo, de la obligación de ser otra cosa que ella misma.

Mujerhoy. Hace 11 años publicó Guerra fría y ahora vuelve con Mil batallas. ¿Qué evolución aprecia entre dos títulos tan belicosos?

Malú. La más evidente es la mía como ser humano, cómo vivo las cosas y cómo las proyecto. No se me pasaba por la cabeza cuando hice Guerra fría que estaba enfrentándome a una de tantas batallas conmigo misma. En Mil batallas, lo que hago es directamente contártelo. Ya me he dado cuenta de cuáles eran innecesarias y cuáles tenía que librar.

¿El gran cambio es que le importa menos lo que opinen de usted?

Sí, totalmente. Fuera complejos, no tengo miedo a mostrar quién soy, ya no tengo esa barrera delante. He pasado mucho tiempo presentándome de una forma algo impostada, pensando en cómo tenían que verme, lo que tenía que hacer... Con el tiempo me he dado cuenta de que lo único importante en esta vida es vivirla, disfrutarla y no estar peleando contigo constantemente. ¿Para qué? Acéptate y quiérete.

¿Su batalla era más consigo misma que con los demás? Siempre ha mostrado una imagen de mujer dura, no quería que la interpretasen.

Vivimos en una sociedad muy machista y el mundo de la música no se queda atrás. Cuando empecé a los 16 años, siendo la líder de un equipo formado en su mayoría por hombres, había una falta de respeto apabullante. Fui forjando mi carácter respondiendo a situaciones así, reclamando el mismo lugar que tenían mis compañeros. Y ha sido muy duro conseguirlo. Lo que he aprendido es que no era con la gente con quien me estaba enfrentando. Yo era quien colocaba el listón cada vez más alto. En ocasiones, a una altura que me impedía respirar. Ahí era donde yo tenía el problema, en mi nivel de exigencia. No quería pasarme la mitad de la vida peleando conmigo misma y sola, además.

¿Siente que ya ha consumido media vida?

No pienso en lo poco que me queda, sino en lo que he malgastado. He perdido mucha energía lamentando que el concierto no había salido perfecto, enfadada y llorando porque en el tercer tema fallé una vez de 200. En otro momento de mi vida habría llegado a esta entrevista y habría tenido prisa por terminar, no me divertiría, estaría rara... Ahora estoy tranquila, no miro el reloj hablando contigo. Antes tenía millones de filtros activados para no decir, no hacer, no soltar un taco...

Alguno hay en este disco...

Sí, me lo van a censurar en las radios pero es que lo que me salía era cantar «este puto deshielo». Me decían que lo cambiara por «puro» y les dije que no, que un puro se fuma. Cuando algo se deshiela en una relación es una putada, y eso es así.

¿Cuántas de estas canciones tratan sobre relaciones?

Lo que me gusta de las canciones es que cada uno las pueda vivir como le apetezca. No se trata de que cada canción tenga una interpretación, una finalidad. Una canción es para ti, para lo que tú quieras hacer con ella.

El caso es que se interpretarán en clave biográfica, especialmente con títulos como Ingobernable.

No me preocupa. Diga de lo que diga, van a interpretar lo que quieran. ¿Malgasto energía pensando en eso, cuando siempre serán mucho más rebuscados que yo?

Malú lleva abrigo de Mirto

¿Perderíamos el tiempo buscando mensajes ocultos sobre su vida en estos nuevos temas?

¿Subliminales? Puede que sí y puede que no. La magia es que cada uno encuentre lo que quiera, y que si te da igual no los veas.

El disco arranca con Abran fuego, una canción en la que se declara «una eterna incomprendida» y en la que acepta que la van a juzgar con dureza.

Cuando uno se expone, se deja el alma en un disco; hay que hacerlo. Abro mis alas, vosotros disparáis y yo trato de esquivar las balas. Dolerá si me alcanzan, pero no van a impedir que siga adelante.

Cuando debutó a finales de los 90, se esperaba que hiciera flamenquito, pero sorprendió con un estilo más próximo al de Mariah Carey. Después le salió una vena rockera fuerte y en estos últimos discos se ha convertido en una cantante melódica con tendencia a la épica. ¿Siempre tuvo claro qué quería hacer en cada momento?

Todos pasamos por diferentes etapas y yo en cada disco he sido muy sincera. Cuando me ha apetecido ser más intensa, lo he sido; y cuando he querido ser otra cosa, también. Lo que más me gusta del mundo son los contrastes, subir a un escenario y que haya momentos cálidos pero también mucha acción. A ver, que yo escuchaba de jovencita a Iron Maiden y Manowar... ¡Es que en casa cojo una guitarra eléctrica y me empodero! En mis shows a veces me tienen que decir que afloje porque eso parece un concierto de AC/DC. Y también me gustan Mariah Carey, Barbra Streisand, o escucho flamenco y fado... Puedo fingir ser una sola cosa, o ser sincera y mostrar que soy todo eso.

¿Cómo definiría su estado actual?

Liberación. Esa mochila que llevaba en la espalda, la he soltado. Tuve una lesión muy pesada que me hizo cancelar una gira. Me encerré en casa porque tenía que estar con una pierna en alto, y luego a los tres o cuatro meses me volvieron a operar porque hubo una complicación. Fue mucho tiempo en el que dejé de salir, que no estuve expuesta y que tuve para mí, como nunca antes había tenido. Aunque tuviera la pierna en alto, me sirvió para poner los pies en el suelo y tomar perspectiva; valorar muchas cosas que quizá dentro de la vorágine no podía.

La primera canción que se escuchó de este disco fue Secreto a voces, en la que decía que «ya no hay nada que esconder». ¿Era una manera de oficializar también musicalmente su relación sentimental?

Para mí es, sobretodo, un grito de libertad. Todos estamos expuestos a lo que hablan de nosotros, lo que van diciendo por ahí. Lo que pretendo transmitir en esa canción es que seas quien quieres ser, que no pienses en los demás.

«Si dejas que entre en tu cerebro y en tu alma lo que gente que no te conoce opina de ti, te mueres. ¿No? Es que de mí han dicho de todo...»

De lo que se ha dicho sobre usted, ¿qué ha sido lo más absurdo?

Me costaría decirte solo una cosa. Ha habido muchas y durante muchos años. Tampoco quiero enumerarlas, porque las viví como anécdotas. Si no, ¿qué haces? Si dejas que entre en tu cerebro y en tu alma lo que gente que no te conoce opina de ti, te mueres. ¿No? Es que de mí han dicho de todo...

Tampoco ha hecho un desmentido o un comunicado...

Salvo cuando nació mi hija, porque quería compartirlo con mi gente, que llevan años conmigo y son parte de mi gran familia. Les debía esa foto del piececito de mi niña, que es lo más bonito que he vivido; tenía que enseñárselo. No se lo cuento al mundo, solo a mi gente.

La cantante, con vestido de Sportmax y botas de Wonders

¿Esa foto de Instagram la hizo usted misma?

Sí, nosotros. No quería entrar en ese juego de dar una imagen a los medios de comunicación, me parece innecesario.

«Desde que soy madre no me miro al espejo. Me ha quitado un montón de gilipolleces de sopetón»

¿Es posible que durante su lesión del pie decidiera ser madre y que lo anunciara precisamente con el pie de la pequeña Lucía?

[Risas] ¡Es muy loco! No, sabía desde hacía mucho que quería ser madre, no lo decidí entonces. El cambio de vida ha sido radical. Pasas de preocuparte solo en ti a prácticamente no existir, solo existe tu hija. Ya no me miro al espejo y realmente no me importa. He pasado a un segundo plano y me he quitado un montón de gilipolleces de sopetón. Al final, no duermes por estar pendiente de tu hija y te da igual. Al día siguiente te vas a trabajar y estás bien. Cuando no duermes mirando el techo, te llenas la cabeza de tonterías. No hay nada comparable a tener un bebé. Es la inspiración más pura, aunque a veces pienses: «Dios mío de mi vida, ¿qué ha pasado aquí?». Desde hace 15 meses, no sé lo que es dormir cuatro horas seguidas.

Supongo que en casa habrán comentado aquella entrevista de Albert Rivera en la que dijo: «Hay que hacerse el dormido por la noche para no cambiar un pañal».

Tú descuida, que conmigo no podría hacerse el dormido... [Risas] Hay noches que, si yo no trabajo al día siguiente y él sí, o al revés, nos turnamos para que al menos uno descanse. Durante los primeros meses, cada vez que lloraba la niña yo le daba un codazo y él pegaba un brinco. «¿Qué hago?», preguntaba. Y en realidad poco podía hacer, porque la que tenía que dar el pecho era yo, aunque quería que estuviera ahí para ayudarme. Nos repartimos muy bien las tareas y es un padrazo, no hay queja en ese aspecto. El problema es con la niña.

¿Qué sucede?

Pues que ella quiere jugar con el padre, pero para dormir tiene que ser con la madre.

¿Supo desde el primer momento que la llamarían Lucía?

Aparte de que es un nombre bonito, de que es «luz», en mi familia siempre ha habido Lucías, empezando por mi abuela, la madre de mi padre.

En Suiza, lejos de hablar de un viaje, utiliza la figura del país como espacio neutral, un lugar donde refugiarse. ¿Dónde lo ha encontrado usted?

En mi casa. Durante estos últimos tres años, ha sido el lugar en el que me aislaba de todo. Ahora más todavía, aunque tengo una guerra montada dentro [Risas].

Aunque van volviendo los conciertos y reabren las salas, desde el sector de la música en directo se ha denunciado la falta de apoyos por parte de las instituciones durante la pandemia. ¿Comparte esa reivindicación?

Creo que habría hecho falta un plan serio de ayudas. Hay gente que lo ha pasado y lo está pasando muy mal. A mí no me ha afectado porque este año y medio estaba sin gira, no estaba en mis planes tampoco sacar disco, pero tengo gente con la que suelo trabajar, mi equipo, que han llegado a no tener dónde vivir. Ojalá nos hubieran mirado un poquito más, porque creo que aportamos muchísimo. Se podría haber adelantado lo que ahora se está permitiendo: actuar ante aforos más reducidos, en recintos abiertos, fondos para ayudar a técnicos...

¿Acudiría a la Moncloa para presentar las reivindicaciones de los artistas y la industria?

Si hay que ir, se va. Pueden contar conmigo para conseguir mejoras para nosotros y sobre todo nuestros equipos.

¿Se quitó un peso de encima no teniendo que ir a la Moncloa en calidad de otra cosa?

¡Qué malo eres! [Risas].

20 de enero-18 de febrero

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