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En el control del aeropuerto, explicamos que el motivo del viaje es visitar Tánger junto a María Dueñas. «¡La de El tiempo entre costuras!», exclama un agente. Es imposible no relacionar la ciudad con la autora de Sira, la novela con la que ahora, 12 años después, su protagonista recorre Madrid, Jerusalén, Londres y, cómo no, Tánger. « Mi familia materna es de aquí. Llevo décadas descubriéndola: exploro sus fantasmas y sus calles, y voy creando mi propio Tánger, que es una combinación de lo que fue, lo que es y quizás lo que será. De lo leído, lo contado, lo imaginado, del legado que me quedó y de mi curiosidad». Dueñas reconoce que la razón de que su nueva novela exista es esta ciudad, a la que viaja varias veces al año.
Visitando el cementerio inglés, encontró un libro de obituarios que le hizo pensar que su personaje tenía aún muchas aventuras que vivir. «Si retornaba con una obra a Tánger, tendría que ser de la mano de Sira, no podía traicionarla». La protagonista cambió la vida de Dueñas, que antes de imaginar a la modista que espía con la misma habilidad que cose, daba clases de Filología Inglesa en la Universidad de Murcia. Hoy nos enseña los lugares de la ciudad que ha atrapado a millones de lectores.
“Es el primer gran hotel moderno que se creó en Tánger, y ha mantenido sostenidamente su glamour a lo largo de las décadas. Su presencia es emblemática en la vida de la ciudad. Ha recibido desde espías hasta actrices, artistas y cantantes. Y, aunque va sufriendo remodelaciones y pasa por épocas con diferentes aforos, es un emblema para Tánger que hay que recuperar”.
“Es la suma de distintas propiedades que un antiguo cónsul americano fue reestructurando a principios del siglo XX. Bárbara Hutton, la socialité norteamericana que tiene un papel destacado en Sira, lo compró en 1947 y lo convirtió en su casa de verano. Aquí hacía unas fiestas memorables para las que traían flores desde París, barcos cargados de cajas de champán... y los invitados venían con los gastos pagados. En este palacio se reunía la verdadera jet set, que entonces era cosmopolita, divina, culta y refinada”.
“Es un pequeño cementerio tipo jardín, un poco asalvajado, pero con mucho encanto. Está lleno de tumbas muy sobrias y modestas en su estética, con mucha vegetación a su alrededor. Aquí yacen muchísimos expatriados ingleses y gente que vino a Tánger a hacer su vida y que declara su amor a la ciudad desde el lugar donde yacen tanto sus restos como sus memorias. Muchas veces, antes de coger el vuelo de vuelta a España, doy un paseo por aquí, leo los nombres de la gente, sus vidas y charlo con el guardián”.
“Es una especie de concept store contemporánea, repleta de creaciones muy originales, desde ropa, menaje con un toque moderno hecho por artesanos locales, perfumes e incluso una colección de libros sobre gente vinculada a esta ciudad que me fascina, porque están editados de una forma casi artesanal. ¡Siempre me llevo alguno! Es una tienda que va cambiando. Antes, por ejemplo, no tenía tanta ropa. Ahora, los diseñadores locales le dan una vuelta de tuerca a la moda tradicional. ¡Me dan ganas de llevármelo todo!”.
“Es un pequeño hotel en plena Kasbah y pertenece a una pareja que ha sabido transmitir la visión del Tánger cosmopolita de sus años más espléndidos. Tiene una ubicación privilegiada: está enfrente del mar y desde su azotea se ve Tarifa. Hoy hemos disfrutado de una pastela de pescado, unas ensaladas espectaculares y un delicioso tajine de pollo. Es un sitio con encanto, clientela muy variada y muy especial arquitectónicamente hablando: captura esa ciudad repleta de casas antiguas y el anhelo de atraer de nuevo a una población viajera que está de paso o que viene a asentarse o a descubrir fantasmas del pasado”.
“Es una especie de cueva de Alibaba de casi 70 años, que conozco desde hace muchísimo tiempo. Tiene antigüedades buenas, quincalla variada, cerámica, alfombras, fotos antiguas... ¡Es una maravilla! Aquí he comprado alfombras, cuencos para el gazpacho, colecciones de postales, fotografías, telas... Y encargué que me hicieran una de las lámparas que está colgada en la entrada de mi casa de Madrid. Es imposible que no me lleve algo cada vez que vengo”.