Además de personajes icónicos, Helena de Troya, Salomé, Blancanieves o Barbarella son herramientas para perpetuar prejuicios femeninos . En Malas mujeres (Lumen), María Hesse (Huelva, 1982) explica por qué los cuentos tradicionales y los mitos clásicos son mucho más que un relato. «El libro surgió de forma muy espontánea y natural. Llevo tiempo utilizando mis redes sociales para explicar determinados temas relacionados con las mujeres. Por ejemplo, el origen de la idea de enemistad entre nosotras está en la mitología clásica.
Decidí que el tema de la agenda que hago cada año fuera Mujeres malas en la ficción, pero resultaba insuficiente ceñirlo a solo 12 personajes. Le propuse el proyecto a mi editora y me dijo que teníamos que hacerlo».
MUJERHOY. ¿Es necesario hacer pedagogía?
MARÍA HESSE. Sin duda. Aunque es cansado, sigue haciendo falta explicar este tipo de cosas. Aún hay gente que perpetúa la idea de que las mujeres o los hombres «somos así», sin darse cuenta de que no es verdad, pero hay una razón para que se crea en ello. Sin ayuda, resulta muy difícil abrir los ojos. En mi caso, he podido hacerlo porque he leído, he hablado con amigas... Ahora el problema es que ha cambiado tanto mi forma de ver el mundo, que empieza a no ser sano.
¿A qué se refiere?
Me da miedo releer libros o ver series y películas que me gustaban porque se me desmonta todo. Vi La princesa prometida con mi pareja y su hijo, y pensaba: «Jo, lo que le estamos poniendo al niño». La película me encantaba, pero está fatal. Me da hasta pena. Malas mujeres explica cómo se ha transmitido un arquetipo de mujer que acostumbra a tener rasgos negativos. Es aún más perverso darse cuenta de que han sido las mujeres, tradicionalmente encargadas de la crianza, las que transmitían esas historias. Parece un plan maestro.
Algunas historias, como la de Pandora o la de Eva, comparten mensaje: la curiosidad y el interés por aprender son causa de desgracia.
Es una construcción pensada para que no creciéramos personalmente en diferentes aspectos de la vida, incluida la sexualidad. No podíamos disfrutar de nuestro cuerpo porque perdíamos la dependencia de un hombre. Por eso, la mujer que disfruta de su sexualidad suele ser una femme fatale, cuyo futuro es siempre la muerte o el exilio.
Según explica, el arquetipo de la mujer fatal resulta además muy socorrido para justificar acciones deshonrosas de hombres poderosos.
Ya sabemos que «la culpa de todo la tiene Yoko Ono». Por mucho que nos empeñemos en negarlo, la ficción educa. Cuando escribí El placer, hablaba de cómo la pornografía había influido en la agresividad de las relaciones sexuales. Muchos hombres me respondían que eso no era así porque todo el mundo sabe que el porno es ficción, del mismo modo que lo es Spider-Man y nadie sale del cine y se pone a saltar por los tejados.
¿Y no es así en cierta manera?
No, porque no son casos comparables. Todo el mundo sabe que no puede ir volando de edificio en edificio. Sin embargo, hay otro tipo de ficción, como la literatura, la comedia romántica o el porno en la que esa línea entre ficción y realidad es menos tangible. En esos contenidos hay un determinado arquetipo de mujer y de hombre que, con el tiempo, acabas creyendo que son reales. Como te has creído esa ficción, acabas construyendo la realidad en base a ella.
Según su libro, cuando las narraciones no resultan, se activan otros mecanismos de control, como las instituciones psiquiátricas.
Loca es el insulto que lo justifica todo. Loca y puta. Primero estás loca y, si no, eres una puta. Pero no hace falta que nos metan en un psiquiátrico para acotar nuestra libertad. La construcción de la maternidad como algo de una importancia tal que nos obliga a abandonar el crecimiento personal para cuidar a los hijos también es institucional. Como el que, cuando las mujeres ejercemos el mandato y tenemos las mismas actitudes que un hombre, estemos peor vistas. Conseguir que esas cosas cambien no es algo que nos toque solo a nosotras, sino también a los hombres. Es una responsabilidad compartida.
¿Cuál sería el papel del hombre en ese proceso?
La responsabilidad del hombre es la de deconstruirse, escucharnos, cedernos los espacios porque, muchas veces, cuando el hombre ve que ese relato funciona, se apodera de él y nos quita esos espacios. Está muy bien que contéis nuestras perspectivas y cómo queremos vernos, pero no es justo que se siga produciendo más y mejor el trabajo de los hombres que el de las mujeres.
¿Qué piensa cuando escucha a autores varones quejarse de que en la actualidad solo se publica a mujeres?
Ay, mira, chico, yo ya estoy muy cansada. A llorar a la llorería. No hay más que mirar los números para comprobar que eso es mentira. En todo caso, eso es asunto de quienes lo dicen. Yo ya tengo suficiente con resolver mis problemas como para decirte: «Ven aquí, cariño, que te lo voy a explicar».
20 de enero-18 de febrero
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