Hacía mucho tiempo que la crítica no aplaudía tan unánimemente una película y tiene sentido que sea Jonás Trueba, el último de una saga de directores que han demostrado en incontables ocasiones que saben conectar con la mayoría sin concesiones simplificadoras. Existe un salto de estilo entre Fernando y David y su hijo y sobrino Jonás (Madrid, 1981) que desvela la enorme brecha generacional que separa el mundo del siglo XX del planeta conectado del XXI, y no ha sido hasta 'Quién lo impide' (2020) que, de alguna manera, se tienden puentes entre ambas. La película retrata, en un inventivo formato entre la ficción y lo documental, as preocupaciones mínimas de la generación Z, más allá de los clichés del botellón, el sexo y la violencia. Continúa el retrato de lo pequeño, algo que no ha gustado a muchos críticos y colegas senior ajenos a su afrancesamiento, pero aquí sí conecta claramente con lo colectivo y lo social. Y ha tenido premio.
En 'Quién lo impide', Jonás Trueba resume cinco años de trabajo en casi cuatro horas de cine que pasan volando. «No sabíamos muy bien qué estábamos haciendo y no esperábamos algo así«, reconoció Candela Recio, una de sus protagonistas, al recoger el Premio Feroz Zinemaldia (de la prensa especializada) en el último Festival de San Sebastián. «La película está llena de imágenes pequeñas, cotidianas, un gesto, un paseo, una mirada o una conversación, todo eso que no vemos en los telediario», ha explicado Trueba. «A mí no me parece tan importante el botellón y creo que no estamos haciendo un trabajo de profundizar que pasa ahí cada vez que reincidimos en ello». Se trata de cambiar la percepción que los medios de comunicación, centrados en las malas noticias, nos trasladan de los jóvenes de la generación Z: «La de aquellos que nacieron a principios del siglo XXI y acaban de hacerse mayores de edad; los que ahora parecen culpables de todo a la vez que ven mermadas sus esperanzas», explica el director.
¡Quién lo impide' nació con la vocación de registrar el pulso de la vida adolescente, pero en un momento dado Jonás Trueba se dio cuenta de que «era mucho más que eso», y que en realidad lo que estaban haciendo «era una película sobre nosotros, sobre todos nosotros». Los jóvenes nos permiten volver a hablar de lo que verdaderamente nos importa de una manera más directa y esencial. Esta película es un intento de crear algo que, como cineasta y espectador, echaba de menos en nuestro panorama cinematográfico y audiovisual, explica el director, quien ya triunfó en 2019 con 'La virgen de agosto'. Toda la película está filmada cámara en mano, la del propio Trueba, y apenas con la ayuda de un microfonista. No hace falta más para servir un buen bocado de realidad.