La Gioconda, la pequeña pintura que presume de ser la estrella de la colección del Louvre de París, una obra del artista renacentista Leonardo da Vinci , guarda múltiples misterios. Y eso que es, probablemente, la obra más famosa, más visitada, más estudiada y más parodiada del mundo: ha alcanzado la valoración más alta de la historia por parte de las aseguradoras (100 millones de dólares en 1962 que equivalen a unos 870 en 2021). Hasta Beyoncé se tomó el obligado 'selfie' con ella en 2014 y la incluyó en su vídeo tour por el museo parisino (para la canción 'Apeshit') en 2018.
Es mucho lo que no se sabe de ella: los estudiosos han intentado descifrar el misterio de su sonrisa, de su mirada y también de su identidad. Una teoría sostiene que la mujer del cuadro es Lisa del Giocondo, esposa de un rico comerciante de seda florentino de 24 años. Otra, que se trata de una favorita de Juliano de Médici, dirigente de la República florentina. Sin embargo, el misterio que el Museo del Prado trata de descifrar es el de sus copias. De una de ellas.
Existen muchas copias de la Gioconda, pero dos están colgadas en las salas de museos nacionales: una copia figura en la colección del Hermitage de San Petersburgo y otra, en la del Museo del Prado de Madrid. Es esta la que ha sido sometida a un intenso escrutinio del que ahora se exponen los hallazgos en la muestra «Leonardo y la copia de la Mona Lisa. Nuevos planteamientos sobre la práctica del taller vinciano».
El Museo del Prado descubrió en 2012 que tenía esta copia y sostuvo que, efectivamente, había salido del taller de Leonardo da Vinci y que había sido supervisada por este. «No es una copia casual, sino que forma parte del engranaje docente y de producción del estudio de Da Vinci», argumenta Ana González Mozo, la investigadora del Museo del Prado que ha llevado el peso del estudio de la obra desde su descubrimiento.
Ana González Mozo descubrió un dibujo que corregía lo mismo que corregía Leonardo: así pudo concluir que su autor estaba junto a él mientras este trabaja. Las radiografías de la pieza madrileña revelan varias modificaciones similares a la obra original. Con toda probabilidad se pintaron a la par, por lo que todo apunta a que era una persona «que pasaba mucho tiempo con el maestro», según la experta.
El taller de Leonardo Da Vinci, explica, era enorme. Esta integrado por numerosos artistas, un «enjambre de alumnos y discípulos», según testimonios de la época, que revoloteaban alrededor del artista mientras él pintaba. El pintor de la Mona Lisa madrileña debía de ser una persona «muy cercana» a Da Vinci según los datos que arroja esta investigación sobre la Gioconda española.
20 de enero-18 de febrero
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