Hace una década, contemplar a mujeres con más de 50 años en bikini o ropa interior era un imposible: el cuerpo deseado y deseable en el cine, la televisión o los medios de comunicación no debía cumplir los 30. La demanda de diversidad por parte de la audiencia millennial y centennial ha logrado romper con muchas fronteras, entre ellas la de la edad. Una prueba: ahora mismo ocupa más nuestra conversación las elegantísimas canas de Andie MacDowell en Cannes que el look de bailarina oriental de Ester Expósito. Por suerte, hoy ya no nos extraña nada que la firma de lencería Coco de Mer haya elegido a la veterana modelo Helena Christensen (52 años) como modelo y musa. Y mucho menos que Liz Hurley siga viralizando a sus 56 sus fotografías en bikini en Instagram.
Es cierto: aún hay quien sigue pensando que al cumplir 50 años las mujeres pierden según qué prerrogativas, pero su opinión entra ya dentro de lo políticamente incorrecto. Alexandra Shulman, directora entonces de la edición británica de 'Vogue', escribió en 2019 una columna en la que criticaba a Helena Christensen por ponerse un corsé lencero y vaqueros para la fiesta del 24 cumpleaños de Gigi Hadid. «Algo que te has puesto a los 30 no puede quedarte igual 20 años después», se atrevió a dictaminar, además de llamarla «choni». La actriz Julianne Moore y las modelos Linda Evangelista y Naomi Campbell salieron en defensa de Christensen. Edward Enninful, quien a la postre relevaría a Shulman, escribió bajo la fotografía de Christensen que se viralizó en redes: «Eres bella por dentro y por fuera».
Modelo mítica en los 90 y hoy reputada fotógrafa de moda y retratista, Helena Christensen sabe muy bien lo que hace ante la cámara. No solo rompe cánones presentándose en lencería, sino que explora un repertorio de poses y actitudes nuevas fotografiándose a sí misma. «Sonrío o río en todas las fotos. Espero trasmitir libertad y confianza, y no la languidez y melancolía que suelen tener este tipo de campañas», confesó en la presentación. Efectivamente: Christensen rompe la llamada 'mirada masculina' que se empeña en fotografiar a las mujeres en las mismas poses unidireccionalmente sexys y propone otro abanico de posibilidades. Sexy, pero de otra manera.
«Existe una emoción diferente cuando una mujer fotografía a una mujer. No quiero decir que la mirada femenina sea mejor que la masculina, simplemente que deberíamos poder mostrar ambas perspectivas«, ha explicado Helena Christensen. Ha tenido la ocasión de demostrarlo en la nueva campaña de la firma de lencería de Victoria's Secret, con la que la firma trata de superar la crisis de credibilidad en la que se sumió a fuerza de no querer admitir a modelos diversas. Christensen fue un 'angel' de Victoria's Secret en 1997 y 1998, así que sabe lo que tiene entre manos, aunque no parece que el giro de la marca vaya más allá de lo cosmético.
Es el problema de defender la diversidad, que enseguida se ve si tiene truco. Es cierto que Liz Hurley demuestra que una cincuentañera puede seguir triunfando como modelo de bikinis, pero sus fotos continúanmuy sujetas a la llamada 'mirada masculina', con la repetición canónica de las típicas fotos sexy conocidas por todos. No solo queda pendiente esta cuestión de la mirada. La incoherencia principal de esta celebración por la diversidad es que pasa el test de la edad pero no el de las tallas.
Puede que ahora la moda, el cine y las series adoren a las mujeres maduras, pero siempre que sus cuerpos se mantengan dentro de los límites de la talla 38. Puede que en el carné de identidad de estas maravillosas mujeres figure una cifra que empieza por cinco, pero su físico sigue parado en el tiempo alrededor de los 30 gracias a un estilo de vida estrictamente disciplinado. Sí, su presencia es una buena noticia. Pero no lo olvidemos: en lo representativo, aún insuficiente.