Vladimir Putin no suelta prenda. Los periodistas que, de vez en cuando, le preguntan por su vida privada, siempre obtienen la misma respuesta: "por razones de seguridad, no hablo de mi vida privada". Una cosa es preguntar y la otra dar por hecho. No parece que las preguntas tengan consecuencias graves, pero dar por hecho una información puede acarrear el cierre del medio al completo, como le pasó al Moskovsky Korrespondent cuando publicó la posible boda del mandatario ruso. Los líos de fechas nos hacen sospechar que hubo duplicidad en las relaciones, pero las edades de hijas no reconocidas casi que lo confirma por completo. Y es cierto que no podemos fiarnos de informaciones vagas y poco detalladas, pero cuando una limpiadora de San Petesburgo recibe dos buenas noticias a la vez (que va a tener una hija y que va a dirigir un millonario fondo de inversiones en Mónaco), la sospecha no es tan descabellada. Si cuando el río suena, agua lleva, aquí estamos escuchando una corriente torrencial.