No sonreía nunca: la trágica vida de explotación y abusos de Nadia Comaneci, la gimnasta más importante de la historia hasta Simone Biles

Simone Biles no es la primera gimnasta que sufre por alcanzar la perfección. Nadia Comaneci padeció horrores, pero hoy sonríe como nunca.

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Elena de los Ríos
Elena de los Ríos

Si pones Nadia Comaneci en el buscador de imágenes de Google constatas que es cierto: la única sonrisa que se ve en el rostro de la pequeña Nadia es la mueca congelada del podio de los Juegos Olímpicos , del final del ejercicio o de la incómoda entrevista de prensa. Casi siempre luce un semblante serio, de preocupación, de concentración y, hoy lo sabemos, de pesar. La historia de explotación y abusos de Nadia Comaneci (Onesti, Rumanía, 1961), destapada por innumerables artículos, libros y documentales sobre el mundo de la gimnasia , es tremendamente dura.

Por eso, merece la pena comenzar con el consuelo de su vida actual, en Norman, Oklahoma, con su marido olímpico, el también exgimnasta Bart Conner, sonriendo a todo lo que da. Una prueba: así celebró hace unas semanas el 45 aniversario de su 10 perfecto en las Olimpiadas de Montreal, la primera vez que los jueces otorgaron dicha puntuación para la que no estaban preparados ni los marcadores. Nadia tenía 14 años, 30 kilos de peso y tres medallas de oro.

No es casualidad que una de las primeras gimnastas que mostró su apoyo a Simone Biles haya sido Nadia Comaneci. Ella sabe mejor que nadie lo que es sufrir para alcanzar las expectativas de perfección ajenas. «Tienes que prepararte para recibir golpes de todas las direcciones por todo lo que hagas», declaró a un canal de televisión americano. «Hay mucha presión porque quieres hacer lo mejor que puedas. Pero es importante recordar que quieres hacer lo mejor para ti misma y no para los demás, que esperan algo más allá de lo que puedes entregar».

Como Biles, Comaneci también vivió la indefensión de las niñas y jóvenes en la gimnasia, esa deshumanización que las convierte en presa fácil de los depredadores sexuales. Simone Biles se contó entre las más de 300 deportistas que sufireron abusos sexuales a manos del médico del equipo de gimnasia estadounidese, Larry Nassar, hoy en prisión. Comaneci fue violada por el hijo del dictador Ceaucescu.

Nadia Comaneci sufrió una disciplina rayana en la tortura por parte de su entrador, Béla Károlyi, famoso mundialmentepor haber entrenado a nueve gimnastas mundiales y quince olímpicas. Además, fue presa de la dictadura de Nicolae Ceausescu en Rumanía, de la que se convirtió en imagen de marca. En 'Nadia si Securitatea' (Nadia y la Securitate), un libro del historiador Stejarel Olaru sobre los servicios secretos rumanos que acaba de publicarse, se detalla el maltrato que recibió Nadie, apodada Corina en los informes del espionaje rumano. «Hacer padecer de hambre a las gimnastas era una práctica habitual de los Károlyis. […] En algunos casos, las gimnastas hablaron en secreto sobre beber del tanque del inodoro, porque a menudo no se les permitía tomar agua», se detalla.

«Las niñas comían pasta de dientes por la noche antes de acostarse; así de hambrientas estaban», reproduce el libro de este historiador rumano. «Algunas terminaron sufriendo de bulimia. Se volvieron expertas en robar comida, que escondían en lugares que pensaban que nadie descubriría, como el dobladillo de la cortina». Además, las deportistas eran humilladas, insultadas y azotadas. «Las chicas eran golpeadas tan fuerte que sufrían hemorragias nasales», asegura uno de los informes de los servicios secretos, en el que se habla del «terror y la brutalidad» que Karolyi imponía a sus gimnastas. Un médico también acusa al entrenador de tratarlas de «vacas» o de «idiotas».

Tras las tres medallas de Montreal, Nadia Comaneci fue condecorada como Heroína Socialista del Trabajo, el premio más codiciado del régimen, y convertida en la representación de la superioridad , la inteligencia y la inevitabilidad de la dictadura rumana. La revista 'Newsweek' publicó que Comaneci pasó a vivir como una estrella del rock porque Ceausescu le había dado una villa de ocho habitaciones, un automóvil, joyas y una platilla numerosa de sirvientes. En realidad, fue sometida a una vigilancia extrema y se le exigió que revalidara su condición de máxima estrella olímpica en Moscú 1980 a toda costa.

Quedó en la sombra de la información su relación con Nico Ceaucescu, hijo del dictador, iniciada cuando Nadia era aún menor. La madre de esta, Alexandrina Comaneci, declaró en 2006 que violó a su hija cuando tenía 17 años y la utilizó «como un juguete». «Cuando pienso en el cuerpo de mi pequeña cubierto de moratones de cabeza a pies… Le colgaría del la lengua hasta la muerte», clamó.

Nadia Comaneci huyó de Rumanía en la noche del 27 al 28 de noviembre de 1989, apenas un mes antes de que se desmoronara el régimen comunista de Rumanía. Cruzó la frontera con Hungría en un tortuoso trayecto nocturno de varias horas por bosques embarrados, pasó después a Austria y aterrizó en Estados Unidos el 1 de diciembre. Béla Károlyi y su mujer Marta lo hicieron mucho antes, en 1981. Fundaron un prestigioso centro de entrenamiento donde se entrenaron bajo sus abusivos métodos varias generaciones de gimnastas estadounidenses. Casualmente, allí comenzó a trabajar el doctor Larry Nassar, pedófilo sentenciado en 2018 a 175 años de prisión por posesión de pornografía infantil y por abusar sexualmente de Simone Biles y de centenares de niñas y adolescentes gimnastas.

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