Antes de las películas y los Goya (dos premios y tres nominaciones más; la última este mismo año por su papel en Las niñas), Natalia de Molina (Linares, 1989) fue una niña asustada. Un par de días antes de que posase para la sesión que esta mañana de lunes protagoniza, compartió en Instagram una foto de aquella época: aparece con ropa heredada de sus hermanas, la cara gordita y un halo de tristeza. «Me veo ahí, tan chiquitita, tan sola», escribió al mirarse de nuevo. La publicación acumula más de 1.400 comentarios, un récord para alguien que no le da mucha importancia a las redes y recibe de media solo unos 50. La actriz, que estrena la comedia Operación Camarón (25 de junio), fue víctima de bullying. Esa niña de la foto, la mujer que te observa en la página de al lado, no se ha sacudido todavía el miedo que le provocaba ser diferente. Por suerte, es también ese miedo con el que aún convive el que le lleva a asumir riesgos con cada nuevo papel. Desde el arrojo que mostró en su debut en Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013), al compromiso social de Techo y comida (2015) o el hecho de aceptar papeles secundarios en Quién te cantará (2018) o Adiós (2019), porque ser actriz es para ella más importante que ser protagonista, son estas decisiones las que han contribuido a una de la carreras más valientes del cine español.
Mujerhoy. Del acoso que sufrió de niña había hablado en otras ocasiones, pero no de una forma tan gráfica. ¿Por qué ahora?
NATALIA DE MOLINA. Estoy rodando una película [con Juan Miguel del Castillo, que la dirigió en Techo y comida, basada en la novela La maniobra de la tortuga], que me está removiendo mucho emocionalmente. Encontré esa foto por casualidad, me dio muchísima pena y decidí sacarlo para afuera. Hay que hablar más del acoso escolar, demostrar que la vida sigue adelante y educar a los niños, a los que lo reciben y a los que lo cometen, que también sufren. Para odiar tanto hay que arrastrar mucho dolor.
¿Qué recuerda de aquella época?
Sobre todo el miedo. Vivir con miedo es un sentimiento que un niño no debería tener. Buscaba excusas para no ir al colegio. No se me pasaba por la cabeza contárselo a mi madre, me daba vergüenza. Se enteró por otra persona de que me habían amenazado, aunque yo se lo negaba. Me cambió de colegio y puso medidas para que no sufriera más. Con los años he sido capaz de contárselo, de decirle que aquella vez que me partí el brazo no fue por una caída, sino porque en el colegio me habían empujado… Siendo tan pequeña hay cosas que son difíciles incluso de verbalizar. Un trauma como ese te acompaña siempre y han sido muchos años para gestionarlo. Me peleaba conmigo misma para entender por qué soy así. Tuve que reconciliarme con esa niña y cuidarla para convivir con ese miedo que me sigue todavía acompañando.
¿Cree que ha influido en la elección de guiones que requieren una sensibilidad especial, como Las niñas?
Puede ser. Aparte de inquieta, siempre he sido introvertida, con un mundo interior muy presente. En realidad, me dedico a esto para sobrevivir a experiencias muy terribles que he vivido. Es mi manera de hacer algo bonito con ese dolor, ofrecérselo a los demás y concedérmelo a mí misma.
¿Con quién consulta antes de embarcarse en un proyecto?
La decisión siempre la tomo yo. A mi madre la llamo para hablar constantemente, porque tenemos un vínculo muy fuerte y comparto con ella todo. Ahora poco a poco voy dándome cuenta de que he sido bastante valiente en mis elecciones, pero es que siempre que arriesgo crezco. Me gusta ponerme a prueba todo el rato y hacer lo que siento. Cuando he hecho papeles sobre los que tenía dudas, he aprendido que solo debo hacer eso con lo que estoy comprometida.
¿Nunca se ha visto tentada a aceptar un papel porque le convenía profesionalmente?
Sí, alguna vez me lo han aconsejado. Me da igual no tener 850.000 seguidores o que no me reconozcan por la calle... Es más, lo prefiero. Estoy orgullosa de este camino, soy honesta conmigo y no necesito más.
¿Cuántos guiones le han llegado este año?
No sé decir una cifra, pero los leo todos. ¿Menos de diez? Soy una privilegiada, y sacado de contexto algo así puede resultar repelente. Creo que es importante leer bien los guiones y disfruto haciéndolo. Como soy académica de Hollywood, me llegan también los de las películas nominadas a los Óscar y me encanta revisarlos
¿Por qué aceptó la invitación para formar parte de la Academia de Hollywood, si no ha mostrado interés por rodar allí?
Es un grandísimo honor que valorasen mi trabajo fuera, aunque no sé muy bien cómo llegó hasta ellos.
Hace poco contó que está recuperando el hábito de escribir que tenía desde niña. ¿Quizá algún día cristalice en un guión propio?
En realidad siempre he escrito. Cuando era pequeña era mi forma de vomitar todo aquello que me estaba pasando. Tengo mucho escrito, aunque son cosas muy personales que no me veo mostrando. Hay un poco de todo: a veces son historias, otras escenas de guiones, también diarios... Y sí, podría ser que algún día se convirtiera algo de eso en una película, porque hay cosas que sé que me gustaría contar. No ahora, soy muy joven y tengo mucho que aprender todavía, pero lo tengo en mente.
El drama le ayuda a conectar con sus miedos y una comedia como Operación Camarón... ¿a disfrutar de su oficio?
Eso desde luego, pero también he disfrutado con los dramas que he hecho. Techo y comida fue uno de los rodajes más divertidos en los que he participado. Nos reíamos muchísimo, una barbaridad a pesar de la historia que estábamos contando. Lo que se vivía en la acción era tan fuerte que necesitábamos reírnos y contar chistes. Luego, al llegar a casa, emocionalmente ya lo sufrías tú sola. La verdad es que en los dramas que he hecho me he reído muchísimo. Luego, en cambio, hay comedias en las que no me he reído nada, no se daba la situación...
¿Y qué ha pasado en Operación Camarón?
Aquí me he reído muchísimo. Acababa de hacer Adiós, que fue un proyecto muy duro y a nivel personal me vino muy bien este cambio de registro. También reconozco que iba con un poco de miedo. Tenía delante a cómicos muy buenos y temía estar fuera de lugar, pero ha sido una experiencia que me ha hecho descubrir una faceta graciosa que no suelo mostrar. Como soy muy tímida, tiene que haber mucha confianza para que me atreva a sacarla. Tengo pendiente de estreno dos comedias y es un género que me gustaría continuar haciendo. Es complicado de rodar, aunque la gente suela infravalorarlo. Conseguir que alguien se ría no es nada fácil, hay que ser muy inteligente desde el guión y manejar un ritmo diferente.
Se suele decir que la primera pista de que una comedia funciona es la reacción del equipo en el rodaje: si les cuesta aguantar la risa, es que todo va bien.
Yo tengo un poder de concentración importante y no me doy cuenta de casi nada. Hay gente que a veces se ríe, otras que no, pero a mí no me influye especialmente. Esta vez ha sido un poco diferente, porque en Operación Camarón solo viendo a Julián López y Nené caracterizados ya me entraba la risa.
En la película la música urbana y el trap tienen mucho peso, pero creo que usted es más de electrónica.
Es lo que más escucho ahora, aunque de pequeña era rapera a muerte. Iba a festivales cerca de Granada y no me perdía un concierto de Juaninacka... Tengo una cuenta en Spotify [daga_te_busca] y ahí voy poniendo canciones que me gustan en diferentes playlists. Sobre todo hay mucha electrónica, que es algo que se me despertó preparando el personaje de Marta en Quién te cantará, porque es lo que ella escucha.
También es bastante gamer, ¿verdad? ¿A qué videojuegos está enganchada ahora?
Se reían mucho de mí de niña porque entonces se suponía que era cosa solo de chicos... Tenía problemas porque era muy buena en los de peleas, les ganaba y no era normal. A la saga de Final Fantasy, que es mi favorita de siempre, he vuelto a jugar ahora ya de mayor y estoy con el Final Fantasy XII. Soy de las que se pueden pasar casi un día entero jugando. Ayer me acosté un poco tarde porque estuve hasta muy tarde jugando. Estaba nerviosa. No me podía dormir porque estoy con el horario cambiado del rodaje y hoy sabía que tenía madrugar para la sesión de fotos...
Ha sido un año duro para el cine, pero usted apenas ha dejado de trabajar.
He rodado dos películas y ahora estoy con la tercera. En el cine estamos acostumbrados a los plazos largos; haces una película y se puede estrenar dos o tres años después, es un proceso que necesita mucho tiempo.
¿Siente que forma parte de la comunidad del cine?
A nivel profesional, sí, pero en mi círculo del día a día no hay actrices ni gente del cine, sino maestras, camareras, abogadas, gestores culturales...
¿Qué ha aprendido a hacer durante el confinamiento?
Bizcochos de plátano y chocolate, y una tarta de queso que me sale buenísima según la receta de La Viña, el restaurante de San Sebastián. Si faltaba levadura en el supermercado de mi barrio era porque me la había llevado yo. La tengo toda en mi casa.