
Nieves Álvarez lleva jersey, pantalón y salones, de Prada. Los pendientes son de Bulgari.
Nieves Álvarez lleva jersey, pantalón y salones, de Prada. Los pendientes son de Bulgari.
Hay un taxi esperando a Nieves Álvarez (Madrid, 1974), pero el contador tendrá que seguir corriendo. La modelo, presentadora y empresaria –hablaremos de todas sus facetas, palabra– tiene dos reglas cuando hace una sesión de fotos. En realidad, cuando hace cualquier cosa. La primera es que el trabajo acaba cuando está perfecto. «El otro día un fotógrafo me preguntó: «¿Hasta qué hora tienes?». Yo le contesté que hasta que tuviera lo que él quería», asegura con una pasión contagiosa. «Estamos aquí para crear imágenes maravillosas. Es lo que me sigue motivando».
La segunda podría resumirse en «prohibido aburrirse». «Es que desconecto, se me va la cabeza a «los mundos de Nieves». Me sucede cuando veo que no se están cuidando los detalles. Empecé en los 90, cuando se mimaba hasta el último detallito, todo tenía que estar a punto. Hoy se confía demasiado en arreglarlo después, en hacer retoques en postproducción. Mira, no, yo quiero que la magia suceda en el set, ver a un estilista que se muere por conseguir uno de sus grandes looks, sentir la emoción en el asistente de luces... Disfrutar de lo que creamos juntos, porque yo soy la cara visible de su trabajo, pero sin ellos no soy nada».
MUJERHOY. «Los caprichos infundados no van conmigo», ha dicho. Comparta alguno muy justificado, por favor.
NIEVES ÁLVAREZ. Chocolate negro y lo habéis traído. [Risas] Mi agente, con la que llevo 28 años, un día me dijo: «Tengo que pedir algo porque me preguntan qué necesitas y les digo que nada, así que vamos a decir que chocolate negro». Ahora me encuentro una montaña de tabletas. Deben de pensar que estoy loca.
¿Y cómo se siente cuando recibe trato de estrella?
Yo ya me siento como una estrella si estoy trabajando con un equipo estupendo y haciendo una sesión tan maravillosa como esta. ¿Para qué quiero una botella de champán si seguramente no me la voy a beber? Por supuesto que me encanta llegar al hotel y que haya un bonito ramo con una nota. ¿Y a quién no?
Después de más tres décadas como modelo y a punto de cumplir 50 años, ¿quién cree que ha cambiado más a lo largo del tiempo, usted o la industria de la moda?
Diría que ambos. Soy la misma Nieves, pero la experiencia, la vida en sí, te hace madurar y crecer. Mis prioridades ya no son las de cuando tenía 18 años, obviamente. Pero la moda también ha evolucionado mucho desde los 90, porque es un reflejo de la sociedad en la que vivimos. Antes hacías un desfile y tenías que esperar un mes a que salieran las revistas para verlo. Hoy, el desfile se sigue en directo y esa semana la tendencia ya está en las tiendas porque las marcas la han interpretado. La rapidez ha añadido mucha presión a los diseñadores. Si no venden, enseguida se van a la calle. También ahora opina todo el mundo, no sólo la crítica especializada, y hay que producir muchas colecciones en menos tiempo. Pero, insisto, es el reflejo de cómo funciona todo ahora; no disfrutamos tanto porque todo pasa muy rápido, pocas cosas duran más de 24 horas.
La primera vez que Nieves Álvarez salió de España tenía 18 años. Aterrizó en Nueva York para participar en el concurso de la agencia Elite, Look of the year. Apenas hablaba inglés, sabía muy poco del mundo de la moda y creía que aquella experiencia duraría un par de semanas. Hasta entonces no se había planteado ser modelo, pero quedó tercera y su vida cambió de la noche a la mañana. «Llamé a casa para decir que no volvía y allí me quedé seis meses, yendo de la mano de John Casablancas [fundador y presidente de Elite]. Por no saber, no sabía ni cómo vestir».
¿Qué fue lo que más le costó asimilar entonces?
Me dejé llevar. Estaba tan ilusionada descubriendo un mundo completamente nuevo que todo me parecía muy especial. Sólo quería aprender. Y preguntaba, sobre todo preguntaba muchísimo. Fue una época tan bonita... Es que nada me daba miedo. A veces, echo la vista atrás y pienso: «Jo, Nieves, qué valiente fuiste entonces». Y eso que yo era una de las mayores, porque casi todas mis compañeras tenían sólo 14 o 15 años.
Entonces descubrió lo que significa desfilar en una de las pasarelas más importantes del mundo. ¿Se llega a acostumbrar una profesional a algo así?
La adrenalina que se genera, cuando quedan unos pocos minutos y alguien dice «get dressed», empiezan los nervios a pesar de que todo está bajo control... Vivirlo desde dentro me encanta.
¿Recuerda un mal trago desfilando?
He salido a la pasarela con dos botas del mismo pie porque alguien se equivocó y ya era tarde para dar marcha atrás. Le eché mucha cara y disimulé como pude. También se me ha roto alguna cremallera y he tenido que sujetar la prenda con la mano. Nunca me he caído, pero he hecho tantos kilómetros de pasarela que es normal que me hayan pasado cosas.
¿Cuántos kilómetros calcula que habrá recorrido?
Ojalá hubiera tenido esas aplicaciones que hay para contar pasos, porque seguro que saldría una distancia interesante.
No se ha despedido (y no planea hacerlo) de la pasarela, pero las apariciones de Nieves Álvarez se han convertido en algo casi testimonial. «Creo que tiene que ver con cierta inteligencia a la hora de llevar una carrera, aceptar que una etapa se acaba para que empiece otra. Ya no quería seguir desfilando, pero sí que hay colaboraciones puntuales como Lola Casademunt o Stéphane Rolland que me gusta mantener. Adoro a Lola y Stéphane es mi amor. Llevo desfilando para él desde 1994 y tenemos una complicidad muy fuerte. Al mes de presentar una colección, ya me dice que reserve la fecha del año que viene».
¿Con qué compararía la relación entre modelo y diseñador?
Es difícil... La semana pasada, por ejemplo, fui a un evento con un vestido de Jorge Redondo y él no lo sabía. Le envié una foto y su respuesta me hizo tan feliz: «¡Ay, Nieves, me muero! ¡Qué maravilla!». Es bonito recibir ese cariño, pero también que sepan que aprecias su trabajo, compartir su implicación y su ilusión.
Ha personificado a la «mujer Saint Laurent», pero también a las de Dior o Hermés. ¿Una modelo se transforma en la mujer que estos genios visualizan o ya lo es cuando la eligen?
Sé que tengo un montón de mujeres dentro de mí. Muchísimas. Aunque sí que hay algunas que he tenido que buscar. Cuando estaba con Castelbajac no era tan obvio que pudiera serlo, pero me puse a ello y lo logré, incorporando más colorido, siendo más extrovertida. Vestida de Saint Laurent siempre sentí que era yo al 100%. Hubo algún casting en el que me rechazaban porque me veían muy «mujer Saint Laurent» y yo me lo tomaba como un piropo maravilloso. Hay diseñadores que han sacado diferentes Nieves, aunque mi tarea es representarles a ellos. Cuando estoy trabajando olvido totalmente mis gustos personales.
¿Se ha rebelado alguna vez? ¿Ha dicho «esto no me lo pongo»?
Es que el trabajo de modelo consiste en ponerse lo que te piden. Si hay algo que no quiero hacer, no lo hago, pero no una vez que me he comprometido a realizar un trabajo. A mí me contratan para hacer lo que me piden, no para decir qué es lo que me gusta.
Lleva más de una década presentando Flash Moda en TVE. ¿Entraba en sus planes o usted es la primera sorprendida?
Cuando me llegó la oportunidad, fue como un caramelo: era y es el único espacio dedicado a la moda en televisión. Para preparar el casting me cogí una profesora de dicción, que me decía: «No cantes al hablar», «Baja el tono» y cosas así. Yo sabía ponerme frente a la cámara, pero no cómo hablarle. Cuando me eligieron pensé: «Nieves, ¿dónde te estás metiendo?». Afortunadamente, con humildad y paciencia, y la complicidad del equipo del programa, llevo ya 12 años. Cada lunes voy feliz a la grabación. Me encanta la tele, pero es que hablo de lo que sé, de una industria importante a la que damos visibilidad y tratamos de forma seria.
Antes comentaba que necesita retos, sentir que está empezando de nuevo constantemente.
Sigo teniendo un ritmo de trabajo muy intenso, sin perder de vista que para mí, de todos mis trabajos, el más importante es el de madre. Y además de modelo y presentadora, ahora también soy empresaria. Reinventarse desde el éxito ya es complicado, pero mi problema es que no me reinvento, voy acumulando nuevas facetas. En realidad, lo que me pasa es que, para seguir divirtiéndome, es inevitable seguir liándome cada vez con más cosas.
Hace poco leí que el rasgo distintivo de los millennials es la frustración y de los zetas, la irreverencia. El de la generación X, la suya, sería la obsesión por el éxito. ¿Se reconoce?
No es el motor de mi vida, para nada, no me quita el sueño. Mi meta no es triunfar, sino alcanzar mi sueño. No quiero brillar, ni ser lo más en nada, ni tenerlo todo. Eso sí, cuando tengo inquietud por hacer algo nuevo, cuando se me mete un proyecto entre ceja y ceja, malo, porque sé que no voy a parar hasta conseguirlo.
¿Es lo que le sucedió con Nieves, su línea de cuidado facial?
Ha habido ocasiones en las que he estado a punto de tirar la toalla. Lo que pasa es que veía otros casos de éxito y siempre pensaba lo mismo: «¿Y por qué yo no ?». Eso, en realidad, siempre acaba en un «pues yo sí». A veces mis padres me dicen que trabajo demasiado, pero es que me lo inculcaron ellos: que el éxito no te lo regalan, hay que currárselo con constancia.
¿Hasta qué punto es su proyecto más personal?
Tengo ayuda, pero lo hago yo todo. Presentando los productos me he hecho un Nieves tour por toda España. Cuando viajo de embajadora de otra marca, voy como una reina, pero cuando voy de empresaria, cargo el coche, conduzco, pongo la gasolina, monto el stand... Le he puesto mucha pasión e investigación, no es un capricho ni un producto en el que pongo la cara.
Si he tardado cuatro años en sacarlo al mercado es porque necesitaba estar orgullosa para defenderlo. En marzo hará un año del lanzamiento y ya está en 23 puntos de venta, además de la distribución a través de la web. La recepción ha sido sensacional y me emociona cada vez que una persona anónima me escribe para decirme que ha comprado uno de mis productos y que le ha ayudado. También cuando la gente del negocio me dice: «Nieves, esto que has hecho es muy bueno».
El equipo convocado para la producción se va marchando mientras Nieves se queda hablando de planes de negocios, titulares sacados de contexto o el caso Rubiales. Al despedirse del maquillador Ramón Ríos, la modelo le dice que recordará esta sesión como la primera que hizo sin máscara de pestañas. « Nieves Álvarez sin máscara, ahí tienes el titular», sentencia Ramón. Sin máscara y sin prisas. Afuera, el taxímetro sigue corriendo un poco más.
CRÉDITOS
Fotografía: Enanei. Estilismo: Almudena Carnicero. Maquillaje y peluquería: Ramón Ríos (TEN Agency). Asistente de fotografía: Mario Val. Asistente de estilismo: Greta Macchi.Producción: Sira Lebón. Agradecimientos: Plató Cenital (Madrid).