Más que monja: abadesa. Y, además, mística, teóloga, líder monacal, cosmóloga, filosofa, poetisa, científica, botánica, médica, taumaturga, profetisa, escritora. A su nacimiento en 1098, su familia, perteneciente a la nobleza de la localidad alemana de Bermersheim, entregó a Hildegarda de Bingen al servicio de la iglesia por su salud enfermiza: solo tenía 10 años. La pequeña demostró que hacía honor a su nombre, «Aquello que es audaz en la batalla», y prosperó. A los15 profesó en como monja benedictina y a los 38 llegó a abadesa y se convirtió en una de las mujeres más poderosas de su época.
Fue la primera psicóloga alemana, la primera médica, la primera mujer compositora de la historia cristiana, la primera renacentista y la primera feminista, antes de que existiera el Renacimiento o el Feminismo en el mundo. Su figura está a la altura de San Agustín o Leonardo da Vinci. En 2009, David Lynch grabó con la compositora Jocelyn Montgomery 'Lux Vivens', un disco que recogía sus composiciones. Ese mismo año se estrenó 'Vision', la película de Margarethe von Trotta basada en su biografía. Ahora, su vida ha sido novelada por Anne Lise-Marstrand Jorgensen en un libro, 'Hildegarda' (Lumen), que es todo un éxito en toda Europa.
Un dato sorprendente: Hildegarda de Bingen murió con 81 años, todo un récord en la época. Y otro más: cabe pensar que fuera la primera sexóloga de la historia, al haber puesto por escrito la existencia del orgasmo femenino en su libro 'Causa et Curae'. «Era muy conservadora y una gran aliada de la iglesia, pero hoy sí sería feminista», apunta Anne Lise-Marstrand. «Yo necesito a Hildegarda. Necesitamos saber que ha habido mujeres en tiempos medievales que tuvieron una vida como la de ella, que hizo tantas cosas y que hoy son referentes. Es reconfortante saber que había mujeres así en esa época».
Hildegarda de Bingen se hizo famosa por toda Europa, especialmente entre los poderosos. Se conservan casi 400 cartas a personas de toda índole que acudían a ella en demanda de consejos, incluidos los emperadores, Conrado III y su hijo y sucesor el emperador Barbaroja; los Papas Eugenio III, Anastasio IV, Adriano IV y Alejandro III; el Rey Enrique II de Inglaterra y su esposa la Reina Leonor de Aquitania, y una larga serie de nobles, cardenales y obispos de toda Europa. A veces les aconsejaba y otras, les reprendía. Desafió a Barbarroja con sus predicciones, pero aún más a la iglesia: el embarazo de una monja la hizo rebelarse para fundar su propio convento femenino. Fue el primer monasterio de monjas autónomo de la historia.