En la madrugada del 24 de febrero, cuando Rusia lanzó su primer ataque con misiles a Ucrania, Olena Zelenska se encontraba junto a sus hijos, Oleksandra, de 17 años, y Kyrylo, de nueve, en la residencia presidencial de Kyiv.
Hacía semanas que los rumores sobre un posible ataque eran insistentes, pero la primera dama de Ucrania nunca creyó que la invasión rusa fuera a materializarse. Después de aquel día, pasó semanas sin ver (ni apenas sin hablar) con su marido, Volodímir Zelenski . Ella misma permaneció escondida y alejada de los focos. Era el momento de garantizar su seguridad y la de su familia. Al fin y al cabo, tanto el presidente como su mujer eran un objetivo prioritario para Vladimir Putin en los primeros días de la guerra.
Durante semanas, Zelenska permaneció encerrada en un lugar seguro y secreto. Ha contado que ayudó a su hijo con las clases on-line y dedicó el tiempo a leer. En mayo, coincidiendo con el Día de la Madre, protagonizó su primer evento público tras el inicio de la guerra.
Ella y Jill Biden se encontraron en una escuela y se fundieron en un abrazo. La imagen lanzó un mensaje alto y claro al mundo: no solo seguía estando en el país (algo sobre lo que se había especulado desde el principio de la guerra) sino que no pensaba adoptar un papel pasivo ni ornamental en el conflicto. Lo que nadie sabía entonces es que estaba a punto de convertirse en una figura diplomática de primer orden.
Desde ese día, Olena Zelenska ha sublimado el arte del soft power, una herramienta diplomática sin reglas específicas basada en la cortesía y las relaciones personales entre los líderes políticos y sus parejas. Tradicionalmente, es un terreno fértil para el desempeño de las primeras damas, que protagonizan los eventos paralelos de las grandes cumbres y las reuniones oficiales como cenas de gala y visitas culturales, donde a menudo se establecen vínculos personales que, más tarde, pueden allanar el terreno para los grandes acuerdos entre países.
Obligada por las circunstancias , Zelenska ha llevado ese trabajo un paso más allá. Y lo ha desempeñado en varios frentes. Por un lado, el mediático. Su portada en la edición norteamericana de Vogue, con foto de Annie Leibovitz, dio la vuelta al mundo, pero también generó muchísima controversia. Le acusaron, sin fundamento, de tratar de romantizar la guerra.
Pero en este año, Zelenska también ha concedido entrevistas a los medios internacionales más influyentes del planeta. La lista es larga: desde The Guardian, The Times, Le Monde o el Financial Times hasta el periódico alemán Bild o la revista Time.
Ha participado en programas de máxima audiencia, como Good Morning America, y espacios prestigiosos como 60 minutes, y se ha sentado en los platós de la CNN y la BBC. En junio, la primera dama de Ucrania participó en Santander WomenNOW , el congreso sobre liderazgo femenino organizado por Mujerhoy y Vocento, en su única intervención en directo para un grupo de comunicación español.
Mientras su marido permanecía en Ucrania gestionando el día a día del conflicto, ella viajaba por todo el mundo convirtiéndose en una habitual de los grandes foros internacionales. Se ha paseado por Davos, visitado el Parlamento Europeo, el Congreso de Estados Unidos y la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, pero también instituciones académicas como la London School of Economics o templos de la cultura como el museo del Louvre, donde se fotografió junto a la Mona Lisa.
Su cuenta de Instagram, en la que le siguen más de tres millones de personas, es una galería infinita de mandatarios internacionales: en la Casa Blanca con Joe y Jill Biden, en el Elíseo con Emmanuel y Brigitte Macron , en Buckingham Palace con el rey Carlos III y la reina consorte, Camilla … La han recibido con honores Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, pero también el primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak .
De apariencia suave, pero carácter fuerte, como ha explicado su propio marido, su discurso no tiene nada de soft. Siempre que tiene un micrófono delante o está sobre un escenario, el mensaje es claro e inequívoco: no es empatía lo que busca (aunque siempre es bienvenida), sino apoyo militar para un país invadido. «Ruego a Ucrania y al mundo entero que nos entreguen armas para protegernos», dijo durante su intervención en Santander WomenNOW.
Zelenska ha ejercido toda esa labor diplomática y geoestratégica al tiempo que desempeñaba un doble papel emocional: el de compañera incondicional del comandante en jefe y el de madre simbólica de todos los ucranianos. En una estrategia de comunicación en la que nada responde al azar, a menudo un solo acontecimiento, una sola foto, ha logrado transmitir ambos mensajes en un solo impacto.
En septiembre, Zelenska presentó en Nueva York, y ante invitados como Hillary Clinton o Matt Damon, la Olena Zelenska Foundation cuya misión es «restaurar el capital humano de Ucrania» y reconstruir las instituciones médicas y educativas del país. La primera dama también ha cerrado acuerdos con la fundación de Howard Buffet, hijo mayor del multimillonario Warren Buffet, pero también con organizaciones como UNICEF.
Licenciada en Arquitectura, pero guionista y editora en los programas satíricos de su marido, está ejerciendo un papel que jamás entró en sus planes. La first lady reticente, que nunca quiso que su marido se presentara a las elecciones y se enfadó con él cuando lo hizo y que hubiera preferido ser una de esas primeras damas prácticamente invisibles, se ha convertido en el símbolo global de la dignidad de Ucrania, pero también de los valores occidentales. Si hubiera una primera dama de Europa, esa sería Olena Zelenska.
20 de enero-18 de febrero
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