Vivimos tiempos de inflación en el diccionario. Fijémonos en el adjetivo tóxico, ahora mismo aplicado a todo tipo de relación que implique alguna derivada adversa, para una misma o los demás. Todo puede ser hoy tan tóxico, que se difumina el significado original de la palabra: «Que contiene veneno o conduce al envenenamiento». Tóxicos eran los Borgia, los Medici y, en los años 90, las parejas famosas más perseguidas, celebradas y fotografiadas en los medios de comunicación. Se reunían en el Viper Club de West Hollywood, el local de Johnny Depp en cuya puerta murió de una sobredosis River Phoenix. Era 1993. Obviamente lo de tóxico no era ninguna metáfora más o menos feminista: estas toxic couples no solo se querían mal, es que se ponían hasta el final de sustancias y alcohol, elevando a leyenda un tipo de amor que prometía sexo desenfrenado y romanticismo feroz. La serie que resucita el flechazo entre Pamela Anderson y Tommy Lee Jones , la vigilante de la playa y el batería del grupo de rock Mötley Cüe, es en este sentido un caramelo envenenado.
El revival de la moda de los años 90 coincide, seguramente no por casualidad, con un revival paralelo de las toxic couples, aunque como corresponde a estos tiempos de fachada, las parejas se conforman con parecer tóxicas. En realidad, estos famosos son veganos y adictos al gimnasio, con lo que su performance cosmética de la toxicidad nostálgica resulta trágica a ojos de los que conocimos el original. Meghan Fox y Machine Gun Kelly visten el punk lujoso del siglo XXI, piercings, tatuajes, escarificaciones y dilataciones. Van de vampiros y dicen que se han prometido amor bebiendo uno la sangre del otro, pero su oscuridad es un timo promocional: él se ha rehabilitado de su adicción a la heroína y va a terapia. Otra pareja estéticamente tóxica que considera su cuerpo un templo de la salud es la formada por Kourtney Kardashian y el batería punk Travis Baker: aunque él anuncie en las redes que ansían «destruirse mutuamente», su plato único son las ensaladas.
La destrucción que en estas nuevas parejas se limita a accesorio viral fue, en toda la década de los 90 y hasta principios de siglo, una realidad frecuentemente fotografiada por la prensa. Los excesos de Juliette Lewis y Tom Sizemore o de Whitney Houston y Bobby Brown eran un secreto a voces. Las instantáneas de Kurt Cobain y Courtney Love, probablemente la pareja tóxica más icónica de la historia, son especialmente escalofriantes: no solo sabemos de su adicción a la cocaína y la heroína, sino que salen con mucha frecuencia en casas destartaladas o con su hija Frances, aún bebé, en brazos. Los paparazzi se frotaban las manos ante escenas inenarrables protagonizadas por estas parejas: discusiones a tortazos, casas destrozadas llenas de colillas y botellas, besos con exceso de lengua, vídeos sexuales, declaraciones de amor desesperadas… Una versión fuera de sí de un romanticismo que se vendía tan extremo como deseable. Aunque terminara en suicidio, como fue el caso de Cobain o, en 2009, de DJ AM, el novio tóxico de la no menos adicta Nicole Richie.
En realidad, las parejas tóxicas han existido siempre, aunque en otras décadas vistieron con el glamour que Hollywood imponía para la década. Podíamos saber que Richard Burton y Elizabeth Taylor eran dependientes de lo peor, pero la fachada de ambos fue siempre impecable. Lo desarrapado que inauguró el punk de los 70, con Sid Vicious y Nancy Spungen como la royal couple del mal rollo (ella, traficante y groupie, murió en acuchillada en el Chelsea Hotel, acaso a manos de su novio), se convirtió en los 90 en tendencia. Sobre todo porque la censura mediática y social alrededor de estas parejas era mínima: pesaba más la fascinación y el morbo. Las relaciones salvajes y dependientes se convirtieron, para muchas adolescentes, en algo aspiracional. Un modelo de masculinidad posesiva, atormentada y manipuladora se hizo fetiche. Nada que ver con las 'relaciones sanas' que se promocionaron en la era millennial pero, desgraciadamente, muy cercano a lo que volvemos a ver, ya sin género, en la chavalada rota de Euphoria.
20 de enero-18 de febrero
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