Antes del boom de las plataformas de streaming y de que cientos de miles de espectadores de todo el mundo pudiéramos ver a la vez una serie, Pau Freixas (Barcelona, 1973) colocó en el mapa internacional la ficción televisiva española. Dos de sus series, Pulseras rojas (2011) y Los misterios de Laura (2009-2014), tuvieron versiones norteamericanas. Un gran triunfo que el showrunner (así resume su papel como guionista, director y productor) celebró trabajando más: Cites, Sé quién eres, Días de Navidad... Su último proyecto, Todos mienten (estreno, 28 de enero en Movistar +), es un thriller emocional con giros psicológicos, perspectiva femenina y un reparto estelar: Irene Arcos, Ernesto Alterio, Leonardo Sbaraglia, Natalia Verbeke, Miren Ibarguren, Juan Diego Botto y Eva Santolaria, pareja de Freixas que debuta, además, como guionista.
MUJERHOY. Todos mienten está cargada de temas sensibles, abusos sexuales… Además, es una mujer madura la que se acuesta con un joven. ¿Hay una intención de revertir los papeles tradicionales de género?
PAU FREIXAS. Llevamos más de cien años haciendo ficción audiovisual donde a los hombres les hemos permitido todas las imperfecciones del mundo y que resultara hasta glamuroso, mientras que las mujeres no podían ser impulsivas, perversas en algún momento, emocionales en otro. Sí, hay una voluntad inicial de presentar los roles de las mujeres con más versatilidad, pero no es algo que estemos inventando, sino que es la realidad en la que vivimos.
No es la primera vez que trabaja con su pareja, la actriz Eva Santolaria, pero sí la primera que ella también es guionista. ¿Ayudó en esa perspectiva femenina?
Es verdad que Eva consta en esta serie como guionista por primera vez, pero ha sido mi editora de guion gratis en todo lo que he hecho. Cada vez que acabo un guion se lo paso, lo lee y estamos horas debatiéndolo. Desde Héroes a Sé quién eres, todo. Mis series no serían lo que son sin la visión de Eva. De alguna forma lo había asimilado como algo normal y familiar y tenía que hacerle justicia. Es la primera vez que consta como guionista, pero no es la primera vez que lo hace, y ella es fundamental en la perspectiva femenina, claro.
Hace poco decía que se psicoanaliza con los proyectos. ¿También lo ha hecho con esta serie?
Sí, seguro. Es necesario contar cosas que a ti te importen y te apetezcan. En Todos mienten conecto con este universo de paternidad, del matrimonio, de los mundos de confort que nos construimos pensando que nos harán felices. Pero lo bonito de psicoanalizarme a través de los proyectos es dejar un poco de tiempo, volver a verlo y encontrar cosas que ni siquiera me di cuenta de que estaban ahí.
¿Qué ha descubierto viendo de nuevo algún trabajo del pasado?
No me había dado cuenta, y me lo dijo Eva, de que, en todas mis historias entre hombre y mujer, la que da el paso siempre es ella. Me dijo: «Eres un cagón». Lo repasé y es verdad. El paso final, el beso, lo da siempre la mujer. Supongo que porque mi padre se fue cuando yo tenía tres años y no le he visto nunca más, soy una persona que vivo muy mal el abandono y el rechazo.
En el estreno de su película Cámara oscura (2003), hablaba de tener una tendencia más comercial que autoral. ¿Diría que es su sello?
Me da un poco de pudor hablar de mí, pero me siento un autor total, no hago nada que no sea desde el estómago. He sido educado y he crecido con cineastas muy comerciales como Spielberg o Zemeckis, y mi relación con la ficción es contar cosas que gusten, que enganchen. Pero luego me obsesiono con lo que hay detrás, los matices y ahí sale el autor. Esa necesidad también tiene que ver con la idea de hacer que las cosas sean accesibles a la gente: tiene que gustarles la serie, tengo que gustarles yo. No es para vender más, es porque está en mi psicología [se ríe].
Han pasado ya más de 10 años desde Héroes, su última película, ¿El cine para usted ya forma parte del pasado?
La verdad es que no lo he intentado. Con Cámara oscura inauguré Sitges, el festival al que había ido mil veces, en teoría era un momento muy feliz, pero en el minuto 25 de la proyección me fui y tuve una crisis de decir: «Este no soy yo, me da vergüenza enseñar esto». No la he vuelto a ver. Salí de allí decidido a contar lo que sintiera de verdad, reconocerme en mi trabajo. Cuando acabé Héroes me enganché a ver series como 24 o Los Soprano, empecé a pensar en ese código y luego se colocó muy rápido todo con Pulseras rojas. Y ahora solo me salen ideas con recorridos largos. Estoy en esa dinámica y cuesta salir, pero si me sale una película, la haré.