De muertes y resurrecciones está hecho el cine. Dentro y fuera de la gran pantalla. Que se lo digan a Pilar López de Ayala (Madrid, 1978) , la actriz descendiente de Cristóbal Colón -esto no es ficción-. López de Ayala se fue, o mejor dicho, dejaron de llamarla, y ahora ha vuelto por la puerta grande. O sea, en un filme dirigido por Javier Rebollo que lleva por título En la alcoba del sultán.
Hoy se estrena en cines y toca promoción. Así que la actriz no ha tenido más remedio que salir de su timidez y dar la cara. Ni siquiera tiene redes sociales por «oscuras y con odiadores de todo tipo». El cine, define, «es un refugio para los tímidos». O más atinadamente todavía, «un lugar fantástico» para ellos.
Años y años sin saber nada de la protagonista de Juana la Loca, de esta intérprete de culto, era raro. O quizá no tanto. Los guiones no llegaban, o no eran interesantes, o no tenían financiación -el gran problema de la industria-. Así las cosas, Pilar López de Ayala decidió protagonizar su propia película, ahora en lo real, y se marchó fuera de España, concretamente a Los Ángeles a estudiar cine, buscando su propio reciclaje y dejándose contaminar por otras culturas.
Con todo, reconoce que este tiempo sin trabajar, prácticamente desde que cumplió los 35, han sido duros y que esto para los actores, acostumbrados siempre a los parones, puede significar el olvido. No obstante, no se siente olvidada. Dice incluso que el olvido «forma parte de la vida». De hecho, ha sido asomarse a la ventana mediática con motivo del estreno de En la alcoba del sultán y despertar un sonado interés.
Nadie olvida que fue una estrella en este firmamento que es el celuloide en el año que inauguró el siglo. Se ganó hasta los elogios del mítico y «maldito» cineasta portugués Manoel de Oliveira (1908-2015) cuando se puso bajo sus órdenes en El extraño caso de Angélica (2010), ya entonces una muerte y una resurrección, la de su protagonista, en este relato mágico de fantasmas.
Tal vez arrancara el silencio ahí, de la mano del poético y trascendental Oliveira. Un silencio roto esta vez gracias a Javier Rebollo, quien la ha colocado en el centro de su amor al cine. En la alcoba del sultán viaja a 1901, cuando el francés Gabriel Veyre, inventor y operador de cámara de los legendarios hermanos Lumière, acepta la propuesta del Venerable Sultán y desembarca en el fabuloso País de Nour para expandir los misterios del cinematógrafo por todo Oriente. Desde luego, la historia no está mal para regresar. Pilar es la química con la que Veyre mantiene una relación, personaje que la ha colocado ante un nuevo reto: ha tenido que hablar en francés.
También la traerá de vuelta El molino, que se preestrenó en el Festival de Málaga. Firmada por el inquieto Alfonso Cortés Cavanillas, quien llevó a Sitges la película Luna, con trajes de astronauta de la diseñadora Ana Locking . Aquí da vida a una ingeniera que regresa a un pequeño pueblo de solo 12 habitantes para desarrollar un ambicioso proyecto. A su lado, Asier Etxeandia.
Pero el mundo al que Pilar López de Ayala ha vuelto ya no es el mismo. Entretanto, «ha pasado el movimiento Me Too, hemos asistido a la reivindicación de Nevenka Fernández , hemos sufrido la atrocidad de la Manada…», ha subrayado así de rotunda.
Tampoco Pilar es ya aquella actriz que puso en pie a todo el público con Juana la Loca, interpretación que le valió el Goya a la mejor en aquel lejano 2001, además de la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián. El triunfo se lo sirvió Vicente Aranda en bandeja de plata. Había mucho talento tras aquella inolvidable Juana I de Castilla que gritaba bajo la lluvia «loca, estoy loca».
Si bien siempre será Juana -el cine es así-, puso el cuerpo (y el alma) también en Báilame el agua, de Josetxo San Mateo (2000); Besos para todos (2000), de Jaime Chávarri; Obaba (2005), de Montxo Armendáriz; o Alatriste (2006), de Agustín Díaz Yanes. El currículum cinematográfico sigue: Bienvenido a casa (2006), de David Trueba; Las 13 rosas (2013), de Emilio Martínez Lázaro, y un largo etcétera que la ha consagrado como un rostro indiscutible del cine español. Su filmografía desvela que su última película fue la italiana Agadah, de Alberto Rondalli, y eso fue en 2017. En España, este punto y seguido se puso en Rumbos (2016), de Manuela Moreno. Luego ya, en sus palabras, «el teléfono dejó de sonar».
Le sorprende que la gente la tilde de misteriosa, admite no entender por qué no la llamaban, confiesa que pasó por «mi crisis de identidad correspondiente» y que en medio de este desierto laboral hubo cierta angustia. ¿Qué la salvo? El cine. No es de extrañar porque, según ha contado, ya veía con sus padres películas de Bresson, con mención a Un condenado a muerte se ha escapado. La grandeza del celuloide.
Curiosamente, se metió en el cine «para darles a mis padres una vida mejor». Era una de las adolescentes que aparecían en Al salir de clase, esa serie-cantera que marcó época, junto a Leticia Dolera o Elsa Pataky . Admira y quiere a Juliette Binoche . Y, con motivo de la película de Rebollo, ha declarado que le entusiasma su forma apasionada de trabajar. El mismo cineasta ha dicho que «ha sido una aventura increíble, épica, homérica». Se rodó en Tataouine (Túnez), puerta fabulosa del desierto, allí donde se ubicaba el planeta natal de Luke Skywalker. Cosas de George Lucas, Star Wars y el séptimo arte.
20 de enero-18 de febrero
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