Es una de las creadoras más importantes del Reino Unido, miembro de la Real Sociedad de Literatura y de la Orden del Imperio Británico, pero a Posy Simmonds (Berkshire, 1945) no le gusta tomarse demasiado en serio. Quizá por eso la ilustradora y escritora se ve más como autora de viñetas, que como la mujer que sonríe juguetona desde las contraportadas de sus libros. De hecho, sus obras más conocidas, Gemma Bovery y Tamara Drewe, ambas llevadas al cine, se imprimieron primero en papel de periódico.
«Antes de que se publicasen como libro, The Guardian me encargó esas dos novelas gráficas como seriales para el periódico. En ese sentido, he tenido la suerte de contar con editores que pusieron a mi disposición un espacio generoso para un cómic, me dieron libertad para dibujar y me ofrecieron un pago por cada episodio«, recuerda Simmonds, a quien esa fórmula le permite disfrutar de ingresos fijos durante el proceso de creación de la obra y mantener una relación más estrecha con sus lectores.
«Les gusta comentar la historia a medida que se desarrolla, por medio de correos electrónicos, postales y cartas. Aunque sé que también me sigue gente joven, mi público suelen ser personas que han evolucionado conmigo y a las que tengo siempre en mente cuando trabajo. En ese sentido, mi intención es escribir con la mayor claridad posible, que puedan leer los bocadillos de diálogo en el orden correcto... En definitiva, conseguir que una vez que empiecen, continúen leyendo mis historias».
Posy Simmonds acaba de publicar en España El mundillo literario (Salamandra), un libro que, como sucedió con trabajos anteriores, fue antes una serie semanal aparecida en la sección literaria de The Guardian a lo largo de dos años. Sin embargo, a diferencia de aquellos proyectos, no es una obra por entregas, sino una serie de historias autoconclusivas de apenas una página. «Una historia larga exige una mayor planificación porque es como dibujar una película en la que tú eres la directora, la guionista, la encargada de vestuario, la maquilladora, la iluminadora...»
Las viñetas de El mundillo literario, sin embargo, eran diferentes desde el momento en el que podía elegir un tema distinto cada semana y no tenía que preocuparme de la continuidad. En todo caso, las historias largas y las cortas implican mucho trabajo y cumplir plazos muy ajustados. Me paso la vida en bata. La gente me pregunta: «¿Por qué no trabajas con anticipación? Así te evitarías esa angustia». Aunque lo intente, es ese pánico a la fecha de entrega el que, en muchos casos, genera las ideas», comenta Simmonds.
Todas las historias de El mundillo... giran en torno al negocio editorial, un tema que la autora conoce bien desde que comenzase a publicar sus primeros cómics, a finales de los 60. «Los personajes son ficticios pero, dicho esto, confieso que algunos pueden estar inspirados en personas con las que me he cruzado», relata con el humor e ironía que disecciona los diferentes perfiles de lectores, libreros y escritores.
«Escribir es una ocupación solitaria, llena de envidias, de inseguridades y en la que sobrevuelan siempre las ideas de fracaso y rechazo. Te pasas horas mordiendo un lápiz o procastrinando, hasta el punto que hace que limpiar el baño resulte más apetecible que ponerte a trabajar. Luego, como autora también he estado en presentaciones de libros con un fuerte olor a canapé de queso de cabra o en sesiones de firmas en las que los asistentes te preguntan a ti dónde está el aseo. He asistido a ferias en las que los autores comparaban la longitud de sus colas de fans y he visto cómo se consolaban a sí mismos diciendo cosas como: «Sí, vendes montones de libros, pero escribes basura de aeropuerto. ¡Al menos yo escribo literatura!».
A pesar del tono jocoso con el que comenta las reacciones de algunos de sus colegas, lo cierto es que son muchos lo s escritores, críticos e incluso lectores que consideran que determinados géneros, como los cómics o los cuentos infantiles, no son «verdadera literatura». «Aunque el mercado es enorme y muy importante, la literatura infantil no se valora tanto como la de adultos. A mí me han preguntado: «¿o te apetecería escribir algo serio?».
«Todavía hay gente que piensa que escribir para niños es pan comido, que cualquiera puede hacer un libro ilustrado... incluidos los famosos, cuyos espantosos libros se promocionan a expensas de autores de verdad», reflexiona Simmonds. Ajena a esa percepción reduccionista de lo que es una obra literaria, es una convencida defensora de la literatura infantil y el cómic, disciplina que, en su opinión, es tan buena como la escritura o la fotografía a la hora de contar una historia periodística.
«Soy una gran admiradora del trabajo que Joe Sacco ha hecho en lugares como Gaza. Creo que los periódicos deberían usar cómics para tratar determinados temas. Quizá así atraerían a los lectores que pierden».