Tómate un minuto, respira hondo y hazte un par de preguntas incómodas en voz alta. ¿Sientes la necesidad compulsiva de llenar tu tiempo haciendo algo productivo? ¿Crees que no puedes tomarte un descanso del trabajo y, cuando por fin lo haces, ni siquiera lo disfrutas o (peor aún) te sientes culpable? ¿Te está estresando este pequeño ejercicio?
Si te reconoces en una de estas situaciones (o vives obsesionada con una to-do-list perpetua que jamás mengua), puede que seas la última víctima de un nuevo mal de nuestro tiempo: la productividad tóxica. Aunque ya estamos a mediados de febrero, nunca es tarde si la dicha es buena. O si el propósito de año nuevo merece realmente la pena.
Capaz de manifestarse de muchas maneras diferentes (desde un estado de estrés y ansiedad crónicas a una incapacidad manifiesta de decir que no a compañeros de trabajo y jefes) esta tendencia malsana a sentirse siempre productivo a cualquier precio es, como tantas otras cosas, secuela directa de los albores de la pandemia, cuando nos empeñamos en llenar el día de actividades productivas: desde hornear bizcochos y ordenar armarios a cursar posgrados o conquistar nuevos hobbies.
Aunque guarda relación con la adicción al trabajo de toda la vida, la productividad tóxica va un poco más allá y se caracteriza por un par elementos distintivos. Por un lado, la culpa; por otro, la incapacidad de gestionar el vacío que produce terminar una tarea antes de empezar la siguiente. Hay, incluso, quien analiza su trabajo en términos puramente capitalistas: tanto produces, tanto vales.
¿Más señales de alarma? Desmotivación, insomnio, ansiedad, irritabilidad o la clase de agotamiento que te acompaña desde que te levantas de la cama por la mañana hasta que termina el día. Si el cuadro te suena, es porque comparte muchas características con el síndrome del burn-out , que no es más que otra manifestación extrema de la misma productividad tóxica.
Que el ritmo frenético sea ya una rutina consolidada en tu vida diaria no quiere decir que no puedas romper con ese círculo vicioso. Además de lo obvio ( priorizar tu bienestar durmiendo más, pasando más tiempo con tu familia y amigos, haciendo ejercicio o practicando un hobby) y de los clásicos consejos para desconectar de nuestras obligaciones fuera del horario de oficina (silencia tu teléfono en la cena o déjalo en casa mientras sales a pasear al perro) te proponemos dos maneras más de salir del bucle.
Empieza practicando el desapego profesional. Si nunca has oído hablar de este concepto acuñado por la experta en recursos humanos Lauirei Ruettimann, se resume en una idea cargada de sentido común: aunque estés muy comprometida con tu carrera o tu cargo en la empresa, tu trabajo no es tu identidad central ni define tu valor como persona. Tienes razón: no es una idea revolucionaria (y tu madre te la ha repetido infinidad de veces con distintas palabras), pero sí puede ayudarte a poner las cosas en perspectiva.
La otra clave está en aprender a priorizar. Una de esas cosas que es más fácil de decir que de ejecutar. Lo primero es discernir entre lo importante y lo urgente. Y para eso está la llamada matriz de Eisenhower.
Con sus dos ejes (urgencia e importancia) y sus cuatro categorías: urgente e importante, no urgente pero importante, urgente pero no importante y, por último, ni urgente ni importante. A partir de ahí, ya lo sabes: encontrar tiempo para ejecutar las tareas de la primera categoría será tu prioridad. Te ayudará a ordenar esa carga mental que te asfixia, pero también a identificar lo que ni siquiera debería figurar en tu abrumadora lista de tareas pendientes.
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?