El primer capítulo de la serie Dickinson es solo un preludio de dos temporadas inundadas del feminismo reivindicativo y sarcástico del que la protagonista, Hailee Steinfeld , en la piel de la mismísima poeta Emily Dickinson , hace gala. Este viernes 5 de noviembre se estrena la tercera y última temporada de esta serie de culto en Apple TV+ , y los fans de la misma no se la van a perder. Si no has visto las dos primera temporadas, es el momento de empezar. Y te damos las razones por las que hacerlo.
La de Emily Dickinson no es una historia cualquiera. La poeta estadounidense es considerada por muchos expertos como la mejor de las letras norteamericanas junto a otros grandes autores como Edgar Allan Poe o Walt Whitman. Nacida en Amherst, Massachusetts, en 1830, Dickinson sufrió las consecuencias de la sociedad patriarcal en su máximo esplendor: a pesar de ser brillante, apenas publicó un ínfimo porcentaje de su obra en vida.
Emily Dickinson
Durante los últimos veinte años de su existencia, decidió recluirse en la misma casa en la que creció para escribir. Cuando falleció, descubrieron en su habitación más de dos mil poemas inéditos y de una calidad asombrosa. Si Dickinson pudiera ver hoy que se ha publicado todo lo que escribió y se ha reconocido su obra como se merece, además de tener una serie dedicada, no se lo creería.
Desde los primeros capítulos, Steinfeld presenta a Dickinson como una joven rebelde que reivindica su lugar en un mundo de hombres, a través de sarcasmo y chulería. Una forma de actuar que no es nada propia del siglo XIX, momento en el que está ambientada la serie, pero que consigue el efecto crítico intencionado contra la sociedad del momento y sus limitaciones. Otra forma de lucha para alzar la voz femenina en un contexto en el que las barreras de género eran más que rígidas. Es ese tono humorístico de denuncia es el que acerca esta serie de época a 2021.
La protagonista sufre durante toda la serie, como se puede intuir que sufrió la verdura escritora, por no poder publicar sus poemas sin que su padre lo rechace todo. También lucha de forma incansable por acceder a la educación y por publicar sus textos de mil y una maneras: bajo pseudónimos, fingiendo que está enferma para leer sin que la molesten, disfrazándose de hombre con Sue –su mejor amiga– contactando a escondidas con editores…
En definitiva, las formas de feminismo más atrevidas de la época, puesto que estaba mal visto que las mujeres hicieran todo eso. Pero no solo se centra en el derecho de la mujer al acceso a cultura, también se toca temas como el rechazo al matrimonio, de que Emily es abanderada, o de la realización exclusivamente femenina de las tareas del hogar.
Otro de los alicientes para ver esta ingeniosa serie es que en ella se presenta al colectivo LGBT+ como no estamos aún acostumbrados en este tipo de producciones de época: mediante una relación entre dos mujeres. La protagonista y su mejor amiga, Sue Gilbert, están enamoradas y llevan, como no podría ser de otra forma, una relación en secreto.
Otra de las grandes críticas sociales que hace esta serie es también al problema de esclavitud de la época. Su primera temporada está ambientada en 1850, momentos previos a la Guerra de Secesión estadounidense en la que los abolicionistas se enfrentaron a las posiciones más conservadoras de la sociedad. El personaje de Emily, por su cariz reivindicativo, defiende todo tipo de injusticias raciales en la serie. Es precisamente en la tercera temporada cuando estalla la guerra.
Desde el primer momento se desvela que la protagonista tiene alucinaciones y fantasea con la muerte, pero no se insinúa que consuma ningún tipo de sustancia estupefaciente. Es, a medida que van avanzando los capítulos, cuando empieza a consumir opio en fiestas, haciendo que incrementen así sus delirios.