En marzo de 1952, la revista 'Time' publicó las fotos de un famoso experimento en el que Samia Gamal aparece bailando con una guirnalda de luces rodeando sus caderas. El dibujo del haz de luz capturado por la fotografía es diabólico y revela los complejos movimientos que esta seductora actriz podía movilizar. Ya había rendido a Hollywood a sus pies: los productores se la rifaban desde que el rey Farouk la había nombrado bailarina nacional de Egipto, en 1949. Ella correspondió occidentalizando su estilo de danza con giros, arabescos y movimientos más sensuales. «Al terminar su baile, sus pies quedaron sucios, no así sus arcos, que se mantuvieron prístinos», escribió el periodista que relató el experimento. «Su esposo leía una revista mientras la esperaba a que se lavara los pies y explicó que se pasa el día esperándola. ' Desde que conocí a Samia he estado viviendo en una nube allá arriba', aclaró».
La influencia de Samia Gamal en la danza es incalculable. Las bailarinas orientales bailan descalzas porque a nuestra protagonista se le rompió un zapato en una actuación y decidió quitárselos para seguir danzando. Todas las bailarinas querían ser como ella: entre los años 40 y 60 del pasado siglo rodó unas 50 películas, tanto en su país como en Francia y Hollywood. «No soy una bailarina del vientre», explicó en una entrevista a la revista 'Scoop' realizada en 1970. «Nunca lo he sido y nunca lo seré. Lo que hago no es lo que Hollywood vulgarmente llama 'danza del vientre', sino que es arte. He viajado por el mundo para demostrar que mi danza no es una danza del vientre sino una danza artística refinada, llena de tradición, de ensueño y belleza. La danza oriental es ante todo una danza expresiva; en eso reside la belleza«.
La biografía de Samia Gamal (1922-1994) es tan fascinante como su visión de la danza y comienza desde el estrato social más bajo de la sociedad egipcia, en un tiempo en el que no estaba bien visto que las mujeres se dedicaran a las artes escénicas. La pequeña Zeinab Ali Khalil Ibrahim Mahfouz (ese era su nombre real) aprendió a bailar en la calle, observando a otras jóvenes de su barrio de la pequeña ciudad de Wana Al Qiss, en Beni Suef. Era un arte sin escuela, que pasaba de madres a hijas. Así lo cuenta el maestro Shokry Mohamed en 'El reinado de las bailarinas':
«Antes, se aprendían todas las cosas de generación en generación, de abuelas a madres, y de madres a hijas. El baile egipcio se ha desarrollado a lo largo de la historia de forma muy natural: todos aprenden de todos. Por supuesto, también se aprende en las bodas mirando, practicando, estando de pie, observando, etc. Sigue siendo costumbre de las chicas juntarse en una habitación, en las azoteas o en los patios, siempre lejos de las miradas de los hombres, para aprender unas de otras, tanto casadas como solteras. Se considera a la chica dotada para el baile como inteligente y a la chica que no es hábil, por torpe o excesivamente tímida«.
La madre de Zeinab murió cuando esta tenía 8 años y su padre se volvió a casar con la típica madrastra: detestaba a la niña. Solo tenía 13 años cuando muere también su padre y tiene que marchar a El Cairo para vivir con su hermana, ya casada. Trabajó como niñera, en una fábrica de ropa y como enfermera para contribuir a los gastos, pero seguía soñando con bailar. Dicen que en una ocasión utilizó el dinero de la compra diaria para ver su primera película en el cine y que, como castigo, le cortaron el pelo como un chico. Con solo 15 años vio a la mítica bailarina Badia Masabni en una cafetería y logró que el hijo del dueño, Moustafa Gamal, se la presentara. La pequeña Zeinab consiguió que Masabni la contratara como bailarina de coro en su famosísimo club Casino Badia Masabni Opera y hasta la bautizó con su nombre artístico: Samia Gamal.
Dicen que su debut en el Casino Badia Masabni Opera fue un desastre: se le olvidó la coreografía. Pos suerte, la obligaron a continuar y Samia Gamal tuvo que improvisar su danza. Ahí fue donde Masabni advirtió su talento y la puso a estudiar con el coreógrafo Isaac Dickson. Además, la primera bailarina, Tahia Karioca, la amadrinó y protegió hasta el punto de prestarle sus trajes y enseñarla a maquillarse. Su triunfo fue inmediato.
Otra casualidad le abrió las puertas del cine: en el club conoció a Farid El-Atrache, un actor de origen sirio, cantante, compositor y virtuoso de laúd del que se enamoró inmediatamente. Este la invitó a un rodaje en el que, casualmente, faltó una de las bailarinas. Su relación con Farid El-Atrache fue paralela a su éxito en el cine, ya que fue este el que le consiguió su primer papel protagonista en 'Habeb el-Omr' (1946) ('Amor de mi vida'). Samia tenía 22 años.
En aquella época, las películas egipcias tenían que incluir sí o sí danza oriental para triunfar en taquilla. De hecho, los filmes en los que bailaba Tahia Karioca vendían sus entradas semanas antes de estrenarse. El estreno de la película fue un éxito, también impulsado por el romance de la pareja. Desde ese momento, Samia Gamal deja de bailar en el Casino y en el resto de salas de fiestas y se dedica de lleno al cine. Trabaja junto a Farid como pareja protagonista en muchas películas de distintos directores: se convirtieron en la pareja ideal del cine egipcio.
Dicen que el rey Farouk se enamoró de ella tras una actuación y la persiguió a pesar de su noviazgo con Farid, que sufrió represalias del monarca. Samia no cedió y tras la revolución le pidió a su amante que formalizaran la relación. Este se negó por ser ella de una clase social más baja y, además, por negarse ella a dejar el baile. Fue entonces cuando Samia Gamal decidió marchar a Hollywood, donde tenía ya ofertas para bailar: llegó a hacerlo en 15 estados. Además, rodó películas míticas como 'Alí Baba y los 40 ladrones' (1953) o 'El valle de los reyes' (1954) y se enamoró de un millonario texano, Sheppard King III, que se convirtió al Islam para casarse con ella.
El matrimonio solo duró un año, pero Samia Gamal volvió a su país con un patrimonio increíble: con 20 años no sabía leer ni escribir, pero con 40 hablaba tres idiomas: inglés, francés e italiano. Ya en El Cairo sigue rodando más películas y se casa en 1958 con Rushdy Abaza, un galán de cine de los años sesenta. El matrimonio dura hasta 1977 y juntos tienen una hija, Quismet. Juntos grabaron como protagonistas varias películas entre 1959 y 1972, pero no tuvieron tanto éxito como lo tenían Samia y Farid. Además, Gamal abrió su propio club nocturno, un sueño que atesoraba desde sus inicios. Lo llamó Simia's.
En la biografía de Ray Bourbon, un transformista y cantante cómico estadounidense, se lee lo siguiente sobre el club nocturno de Samia Gamal. «Era el más bello que había visto en mi vida y el escenario era enorme. Por allí pasaba cada año la compañía del Folies Bergère de París y los musicales londinenses más lujosos y opulentos. A mi llegada el programa incluía artistas españoles, ingleses, franceses y egipcios, los mejores sin duda en su especialidad: desnudos de Frrancia, comedia británica y bailarines españoles. Los artistas nacionales eran magos, contorsionistas y domadores de animales. En el foso tocaba una orquesta con 30 músicos, la mayoría europeos. Era una de las mejores orquestas que había escuchado nunca«.
Simia's estuvo abierto hasta bien entrados los 80. Samia Gamal murió en 1994. A pesar de su fama, a su funeral solo asistió su gran amiga Tahia Karioca.