Cosas que vas a querer hablar con tus amigas cuando salgas de ver Licorice Pizza, la película más romántica del año

Da igual lo que te cuenten sobre Licorice Pizza: sabes que vas a ir a verla en cuanto llegue a los cines, celebres San Valentín o no. Estamos, probablemente, ante la película más romántica del año y, sin duda, la que lleva con más hype gracias a otro casting perfecto de Paul Thomas Anderson. Lo clavó en Boogie Nights (con Julianne Moore y Heather Graham), Magnolia (resucitó a Tom Cruise) y El hilo fantasma (la última película de Daniel Day-Lewis ), pero lo de la pareja protagonista de Licorice Pizza lo supera todo. Lo que derrochan no es exactamente química, sino una naturalidad y una ternura brutal. Él es Cooper Hoffman, hijo del añorado Philip Seymour Hoffman. Ella se llama Alana Haim, novata en el cine, guitarrista y teclista de la banda de pop Haim y la estrella inesperada que es capaz de sostener una escena con Sean Penn y Tom Waits. No puedes dejar de mirarla.

No fue un milagro que Paul Thomas Anderson, aficionado a dirigir vídeoclips de música (de Radiohead a Aimee Mann), conociera a las tres hermanas que forman la banda Haim. Sí lo fue descubrir que su madre también era la profesora de arte que más le influyó en la escuela. Su encuentro con Alana Haim, milagrosa protagonista de Licorice Pizza, estaba escrito. La película explora el flechazo entre Alana Kane, una veinteañera que no encuentra su sitio, y Gary Valentine, un joven de 15 años al que le sobran los lugares donde encajar. Les vemos montando y desmontando negocios mientras se hacen a la idea de lo que pasa entre ellos, un amor poco convencional debido a la diferencia de edad. Gran parte del filme de la película tiene que ver con su recreación del Valle de San Fernando de los años 70, con sus camas de agua, sus pantalones campana y sus salas de pinball. El filtro nostalgia es irresistible, incluso para los millennial que lo ha conocido a través de Zara.

En Licorice Pizza, todo está iluminado por la magnética presencia de ella y la ligereza inmadura de él, una combinación enternecedora que subraya la magia de un amor que reúne a los atolondrados enamorados una y otra vez, a pesar de todo. La magia de la película sumerge en este sueño romántico que, al encenderse las luces, se desvanece. En cuanto se rompe el embrujo de la preciosa atmósfera vintage que consigue Paul Thomas Anderson, cuando desaparecen de nuestra vista Alana y Gary, se pierde parte de la credibilidad de su romance. Deja una pregunta para los postres: ¿en qué universo sería posible que una chica increíblemente carismática, ingeniosa y sexy como Alana, evidentemente más interesante que Gary y a ratos incómoda por su inmadurez, acabara enamorada de un niñato, por muy dulce sea? Solo en uno: el de los sueños del director.