Era muy difícil superar el impacto dramático y la épica interpretativa de la primera temporada de 'The Morning Show', solo por la presencia prodigiosa de Gugu Mbatha-Raw, la actriz que le da sentido a todo lo que ocurre a través del trágico personaje de Hannah. La profundidad real de su trabajo hace que el brillo de Jennifer Aniston y Reese Witherspoon resulte, por momentos, sospechoso. Quién nos iba a decir que el fulgor cansa. En la segunda temporada, las nuevas incorporaciones van buscando ese mismo marchamo de credibilidad, pero se quedan un poco a medias. Aún así, qué placer ver a Julianna Margulies (la añorada Alicia Florrick de 'The Good Wife') y Holland Taylor (también en 'The Chair') nadando entre monstruas. Será a partir del 17 de septiembre, en Apple TV+.
La segunda temporada retoma la acción meses después del abrupto final de la primera, cuando las dos presentadoras de las mañanas, Alex Levy (Jennifer Aniston) y Bradley Jackson (Reese Witherspoon), se convierten en heroínas feministas al destapar la cultura de abuso y violación instaurada desde los más altos despachos de la cadena. De hecho, casi toda la trama de esta nueva tanda de episodios va a lidiar con una realidad incómoda: la dificultad para hacer borrón y cuenta nueva en unas estructuras en las que la complicidad, por amistad, por dinero o por interés profesional, cala por doquier. 'The Morning Show' se atreve, eso sí, a ofrecer un retrato doliente y arrepentido del depredador ya 'depurado', el presentador Mitch Kessler (Steve Carrel). Y sus escenas son, estas sí, de lo mejor de la temporada.
En realidad, lo que vuelve a seducir de 'The Morning Show' es el retrato de esos monstruos que son las estrellas de la tele, seres tremendamente carismáticos y acostumbrados a ser servidos por una corte de facilitadores, incapaces de encontrarle sentido a la vida fuera de los focos, el piloto rojo y el 'teleprompter'. Las maniobras, mentiras y deslealtades de las que son capaces para mantenerse en el top de los 'ratings' queda opacada por un despliegue apabullante de encanto, cinismo y victimismo, precisamente en las escenas en las que Jennifer Aniston resulta más creíble. Muy significativamente, los presentadores que no alcanzan este nivel de ambiciosa malignidad son descartados por no poseer el carisma suficiente.
En el corazón de la trama 'The Morning Show' está una disyuntiva que, de una manera u otra, nos concierne: ¿es la cultura de la cancelación una solución o una manera de soslayar el problema? ¿Se cierra y termina la responsabilidad sobre los abusos en el ostracismo de los depredadores y sus cómplices o estamos ante un problema colectivo que requiere otros abordajes? Este apresurarse por borrar del mapa a los que violentan, este negar su mera existencia social, ¿qué objetivo persigue realmente? 'The Morning Show' abre una conversación en este terreno efectivamente pantanoso. Quizá no con la suficiente carga de credibilidad.