Taylor Swift en The Eras Tour /
Puede ser la novedad más excitante de la alfombra roja del último año. Hablamos del ' method dressing' o esa manera de vestir a las estrellas del cine inspirándose en sus personajes . Se busca la viralidad de protagonistas de ficción irresistibles, sobre todo cuando las propias actrices no poseen una identidad suficientemente marcada. No diríamos que Zendaya, Margot Robbie o Anya Taylor-Joy son aburridas, pero sí discretas. Ni Chani ni Barbie ni Furiosa lo son, con lo que evocarlas resulta de lo más conveniente. En este tesitura estética se encuentra Taylor Swift (34 años) en su 'The Eras Tour', la gira más lucrativa de la historia.
Podemos complicar algo más la disyuntiva de Taylor Swift con los looks de su gira, abocados a viralizarse solo a fuerza de los clics de sus fans. Dicho de otra manera: la cantante de Pensilvania no tiene ninguna necesidad de valerse del estilismo para que su imagen esté por todas partes. Lo va a estar se ponga lo que se ponga. Aún así, desentenderse completamente del rol que cumple la ropa en su propuesta artística sería una locura, más en los tiempos que corren. Hoy por hoy, la identidad visual de una cantante es un componente primordial de su propuesta. Que se lo digan a Rosalía o Beyoncé.
En el mainstream global, la mujer que ha revolucionado el uso de la moda como parte de una propuesta visual conceptual es Rosalía. Hasta su 'Motomami', las cantantes de primera fila tipo Shakira o Jennifer López se preocupaban más por fijar una identidad visual reconocible que en experimentar. Caso aparte es el de Madonna y sus múltiples metamorfosis, un modelo a medio camino entre JLo y Beyoncé. Con la cantante de Badalona irrumpió definitivamente la necesidad de proponer un concepto visual tan interesante y entretenido como el contenido musical. Por eso 'Motomami' también es un look y 'Cowboy Carter' renueva el estilo 'country' para lo urbano.
Si las actrices visten sus personajes de película, las cantantes globales encarnan sus discos. Menuda papeleta para Taylor Swift, cuyos álbumes suelen remitir a su propia biografía, con sus cuitas sentimentales y su romanticismo de 'mejores amigas'. El personaje que desarrollan los discos de Swift es la misma Swift, por lo que su vestuario no ha tenido, en principio, demasiada vuelta de hoja. En sus inicios 'country' no llevaba ni maquillaje, una estética que ha ido evolucionando hasta su propuesta actual: eyeliner negro, lipstick rojo (a veces granate) y un armario 100% Hollywood. Híper femenino. El no va más de lo clásico.
Taylor Swift en el Eras Tour /
En el documental 'Miss Americana' (2020), en el que Taylor Swift desnudó su alma creativa y sentimental (allí contó su trastorno alimenticio, su juicio por agresión sexual, el diagnóstico de cáncer de su madre y sus críticas a la industria musical), dejó caer cierta pereza ante las imposiciones de la moda. «Las artistas femeninas más conocidas han tenido que reinventarse 20 veces más que sus colegas hombres», se queja. Es una necesidad tal, que si no la satisfaces «te quedas sin trabajo», reconoce. Evidentemente, a Swift le pesaba no poder alimentar una propuesta de moda propia suficientemente flexible e interesante.
Joseph Cassell Falconer es el estilista de Taylor Swift desde 2010 y ha sido su apoyo para evolucionar sus estilismos , desde aquellos vestiditos tipo Bershka de la época de 'Fearless' hasta los bodies que se empeña en llevar desde '1989'. Swift no maneja del todo bien las particularidades políticas del vestir siglo XXI, más allá de querer participar de las tendencias de su tiempo. Es comprensible: su físico favorece especialmente lo retro. Pero los 'bodies' que tanto le gustan tienen interés cuando lo lucen latinas y afrodescendientes para reivindicar su corporalidad. En las estilizadas siluetas de las anglosajonas blancas lucen desvaídos. Les falta chicha. Quizá por eso ella los lleva cuajados de piedras, al mas puro estilo 'music hall'.
Para 'The Eras Tour', Cassell y Swift han llegado al culmen de su propuesta con un desfile de looks que nada tienen que ver entre sí más allá de su referencia al mundo del lujo: vestidos vaporosos, bodies de pedrería, la referencia a la serpiente (un motivo que identifica a la 'bitch' que Taylor lleva dentro desde 'Reformation'), muchas lentejuelas y algún toque 'music hall'. El 'name dropping' de marcas es impresionante: Oscar de la Renta, Versace, Alberta Ferretti, Roberto Cavalli, Elie Saab, Christian Louboutin, Zuhair Murad, Ashish. Pero como no hay concepto detrás del mismo, su impacto es puntual, no duradero.
Aunque desde un punto de vista artístico o crítico echemos de menos una falta de concepto y calado en el armario de Taylor Swift, a efectos virales y comerciales no puede ser más oportuna. Aquí no hay complejidad ni misterio ni simbolismo que desentrañar, sino un carrusel de looks bonitos con los que cualquier chica normal y corriente puede soñar. Los looks de su gira insisten en subrayar la figura de Swift como una chica nada complicada. Con mucho dinero, sí, pero sencilla, trabajadora, buena amiga, romántica y esencialmente buena. La amiga que siempre está ahí cuando necesitas un hombro en el que llorar o un apartamento en Tribeca , como bien sabe Sophie Turner, a la que acogió durante su escandalosa separación de Joe Jonas.
Taylor Swift en The Eras Tour /
«Taylor Swift ejerce ahora mismo de hermana mayor con respecto a muchos de sus fans», explica Simone Driessen, profesora de Comunicación y Cultura Popular en la Universidad Erasmo de Róterdam. «Es lo que llamamos una relación parasocial: la idea de que has entablado amistad con el artista, pero en realidad ese amor solo funciona en una dirección, aunque la sensación es que realmente es bidireccional». Es la magia de la vida en directo a través de las pantallas: la ternura que no ofrece un día a día ciertamente difícil puede vivirse de forma vicaria. A través de las imágenes.
Los críticos se preguntan qué tienen las canciones de Taylor Swift para que millones de fans las memoricen de cabo a rabo. Musicalmente son pegadizas y poco más, pero sus letras ofrecen identidad, reconocimiento, representación y liberación afectiva (a veces hasta catarsis) a un tipo de público ciertamente desatendido: la feminidad joven o 'peterpanesca' que no se identifica con la 'bitch' o performa la sexualidad agresiva que impera en los circuitos del pop global. Swift es la artista que reconcilia con esa normalidad que tanto rechaza el algoritmo y que se estigmatiza como mediocridad. Millones y millones de personas que también quieren que les quieran, aunque sea a través de la estrella que les representa.