Billie Eilish ha pasado a una velocidad fulminante de ser un icono goth infiltrado en la cultura pop mainstream a abrazar la estética de las estrellas del Hollywood clásico, un cambio de registro que refleja cómo las nuevas generaciones queman etapas a una velocidad inusitada. «Cambian de una forma menos superficial de lo que podría parecer, es algo más profundo. Algunas tendencias que se observaban en la sociedad se han acelerado por la pandemia», comenta el doctor en sociología Jordi Busquet.
Anne H. Petersen se refiere a los millennials como «la generación quemada» en No puedo más (Capitán Swing), y sentencia que, aunque el burnout lleva siglos instaurado en la humanidad, el actual difiere en prevalencia e intensidad. ¿Cómo se ha quemado una generación tan rápidamente? «Los millennials, cuyos padres apostaron por ellos fuerte, tenían muchos sueños. Sin embargo, la sociedad no les ha dado grandes oportunidades. Por eso la frustración es alta», explica Jordi Busquet. «El exceso de información y la velocidad a la que se produce desorienta a unos jóvenes que han cambiado la reflexión personal por las consignas que les marcan sus influencers de referencia. Mejor que otros piensen por ti, aunque esa actitud genere el peligro de ser manipulados por intereses puramente comerciales», comenta Agustín Medina, conferenciante y docente especializado en branding, estrategia y creatividad.
Las ideas se intercambian, aceptan y evolucionan a un ritmo tan extremo que las tendencias que antes tardaban años en cambiar son ahora fugaces. Por más que el mundo genere más contenido que nunca y tengamos un acceso a una cantidad de información e ideas casi ilimitada, este ritmo ha conducido a la «estabilización dinámica» de la que habla el sociólogo alemán Hartmut Rosa, que defiende que el orden social actual solo puede ser mantenido siguiendo la lógica del crecimiento, la innovación y la escalada sin fin. Esa es la causa por la que vivimos sumidos en la necesidad de cambiar más y a mayor velocidad sin que, en realidad –como señala Rasender Stillstand al hablar de una «paralización frenética»–, tengamos la sensación de estar avanzando hacia un punto concreto. «Los jóvenes siempre tienen prisa por vivir. Ahora, además, las redes sociales les empujan a una carrera desenfrenada. La imagen de las cosas es para ellos más importante que las cosas mismas. Una información superficial y efímera, que les dicta los patrones estéticos y las opiniones a seguir», asegura Medina.
Actores como Nicole Kidman (debajo, en Nine Perfect Strangers, Amazon Prime) abrazan también estilos de vida fugaces.
El sociólogo y experto en moda Pedro Mansilla cree que la cantidad de referentes existentes conduce a que estos puedan ser desautorizados con facilidad y habla de la aceleración como de un síntoma de la intranquilidad que está sufriendo en este momento la sociedad. «Georg Simmel explica en Filosofía de la moda que la sensación de insatisfacción en la sociedad es la que provoca que las tendencias se aceleren. En momentos de tranquilidad agotamos las tendencias a menor velocidad, pero cuanto más nerviosa está la sociedad, más rápido consume sus posibles satisfacciones».
Mansilla encuentra numerosos motivos que facilitan este fenómeno. «Disponemos de tanta información que vamos a toda prisa, por lo que buscamos respuestas inmediatas, que vemos reflejadas en el cine, en la música y. especialmente, en la moda. La gente no se conforma con mirar el escaparate de Gucci o de Zara, porque pueden quedar desacreditados inmediatamente cuando YouTube muestre el look con el que un referente de estilo ha aparecido en un evento de cine y descubran que «necesitan» algo como lo que lleva él. En esta hoguera infernal que se retroalimenta podemos hablar de una destrucción de los ejes clásicos de la moda y la música. Antes, lo que se llevaba venía de un epicentro prestigioso e inalterable. Ahora, incluso las autoridades más solemnes, como podían ser Karl Lagerfeld o Alessandro Michelle, pueden ser desautorizadas cuando un DJ, por ejemplo, saca una colección. Hay una dispersión de los líderes mediáticos y por ello hay una especie de diarrea mental cósmica, en la que todos opinan de todo y creen poseer la verdad».
La sociedad occidental vive, como señala el filósofo Hermann Lübbe, una contracción del presente. Mientras que ni el pasado ni el futuro se pueden asir, en el presente coinciden los horizontes de las expectativas y las experiencias, por lo que solo en ese paréntesis temporal se puede observar el pasado para orientar las acciones hacia el futuro. Sin embargo, la aceleración social, al contraer esos lapsos, nos condena a vivir en una pendiente resbaladiza que hace que el descanso conduzca al ostracismo y haga que los gustos y conocimientos de quienes osen frenar se vuelvan anacrónicos.
20 de enero-18 de febrero
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