Hace pocas semanas, The Hollywood Reporter, la biblia del sector audiovisual, publicaba la lista de las 20 mujeres más poderosas del mundo en la industria del entretenimiento. En ella aparecían Jay Hunt, directora creativa de Apple; Anne Mensah vicepresidenta de contenido de Netflix; Charlotte Moore, directora de contenidos de la BBC... y la mujer que mueve las piezas en el tablero de la ficción española: Teresa Fernández-Valdés (Pontevedra, 1980). Ha sido el último reconocimiento para la fundadora, junto a Ramón Campos, de Bambú.
En sus 13 años de vida, la productora ha creado 35 series, muchas de ellas con audiencias millonarias (Hispania, Velvet, Las chicas del cable, Fariña...), cuatro películas (El verano que vivimos, Malasaña 32) y documentales (El caso Asunta, El crimen de Alcàsser). Y cada uno de esos trabajos ha dado empleo a una media de 200 personas. Tras esas cifras está Fernández-Valdés , que define su labor de productora ejecutiva (showrunner) como la de una «directora de orquesta, cuyo objetivo es que la historia que escribiste sea plasmada, construida y transformada en ficción audiovisual». Reconocida como una de los cinco creadores más importantes de Europa y medalla de honor de la feria de televisión de Cannes, no deja de poner en marcha historias que nos atrapan. ¿Las próximas que veremos? Un asunto privado, un thriller de época con Jean Reno; Now and then, la historia de varios amigos que se reúnen 20 años después de un asesinato; o Una noche, la película de Isaki Lacuesta sobre el atentado de la sala Bataclan.
MUJERHOY. ¿Se considera una mujer poderosa?
TERESA FERNÁNDEZ-VALDÉS. No sé si tengo poder, pero desde luego sí tengo ventaja sobre otras personas, porque Bambú tiene una posición reconocida y muchos títulos de éxito, aunque también fracasos. Y me gusta recalcarlo porque creo en el aprendizaje a través del fracaso. Sí creo que soy una mujer que influye, que sus decisiones tienen peso, que puedo llegar lejos con una idea. Pero la aventuraha sido arriesgada, porque puedes hacer tu camino trabajando para otros o decir: «Voy a luchar por algo grande». No sola, sino con Ramón [Campos], mi compañero de todo. Y ha sido una doble aventura, porque eres una directora de orquesta: tienes que estar pendiente de mi serie, de la de al lado, de que la productora funcione, de que la pandemia no se lleve los empleos por delante, de que el protocolo Covid se aplique...
¿Hay todavía pocas directivas en este campo?
No digo que sobren, pero sí hay bastantes, las empresas tienen claro que debe haber lugarpara la mujer. Lo que no hay tantas son empresarias, aunque eso tiene que ver con que nosotras no damos un paso más. Yo invito a todas a ser valientes y apostar, decir: «Ahora la iniciativa es mía». Y ocurre en todos los ámbitos.
¿A qué mujeres de este sector admira?
Me atraen esas actrices, sobre todo norteamericanas, que se han convertido en dueñas de su destino, como empresarias y productoras: Eva Longoria, Nicole Kidman, Reese Witherspoon... Y creadoras como Phoebe Waller-Bridge, autora de Flebag y Killing Eve, que para mí ha sido una revelación. Hay muchas mujeres brillantes en este sector: la directora de ficción de Apple, la de Amazon... Hay un impulso para que estemos ahí.
Hablando de mujeres poderosas, ¿cómo entiende usted el poder?
Para mí, es tener acceso a cosas y personas. Es saber que si llamo a Antena3 o a Netflix, me reciben y me prestan atención. Poder es ser escuchado, conseguir la atención de gente que puede dar vida a una serie y trabajo a 150 familias.
¿Qué queda del proyecto que Ramón Campos y usted pusieron en marcha hace 13 años, con su primera serie, Guante blanco?
Mi empresa es mi casa: abro esta puerta por las mañanas y quiero estar en mi casa. Y eso tiene que ver con el espíritu que Ramón y yo manejamos. Aquí seguimos siendo una familia, quienes empezaron con nosotros continúan. Han cambiado muchas cosas, claro: tenemos unos socios franceses, Studio Canal, que son accionistas mayoritarios desde hace dos años, pero se negoció que no hubiera intervención, la decisión que sale adelante es nuestra.
Pero el éxito arrollador que han tenido las plataformas de streaming en nuestro país si habrá supuesto un cambio importante...
Claro, antes trabajábamos solo para TVE y Antena 3, y ahora para Netflix, Apple, Amazon... En realidad, ha cambiado el sector: las audiencias, la forma de consumir o de lanzar la series de golpe, en vez de semanalmente, que estrenas en 160 o 190 países a la vez... Ha cambiado todo, pero trabajamos con el mismo espíritu.
En su primera entrevista con Mujerhoy, hace seis años, decía que una de las premisas de sus series era que no querían hacer una televisión que fuera la hermana pequeña del cine.
Es que hoy la televisión es la gran industria, es la hermana mayor del cine. Por presupuestos, por volumen de producción, por fidelización... Todas las grandes productoras norteamericanas han visto que apostar por una película estaba muy bien, pero solo lleva al espectador una vez a la sala. Pero si tienes una serie con 10 episodios y varias temporadas, vas a tener un consumo permanente. Y en una situación como la que hemos vivido, todos encerrados en casa, se da más valor a tener contenido en las plataformas. El viaje que ha hecho la televisión en estos años ha sido estratosférico: desde la ausencia de publicidad a poder ver una serie completa una noche o tener un lanzamiento mundial. Pero también ha cambiado la manera de producir: que haya más clientes nos ha permitido pensar a lo grande, ser más ambiciosos en términos creativos, tener más presupuesto, buscar públicos e historias muy diferentes... Ahora puedes hacer historias de nicho que van a conectar con nichos de espectadores de todo el mundo.
También ha cambiado el público. ¿Quien tiene el mando de la tele, ya no tiene el poder?
La figura materna pesaba muchísimo en nuestro país en el consumo de televisión, que se asociaba a sus ratos de ocio, pero eso ha cambiado. Y te permite diversificar más la oferta porque tienes público de todas las edades: desde mis hijas de 10 años a mi madre de 70. Ahora se hace un consumo individual: cada uno con su iPad, su tele, su ordenador. Antes se decidía qué ver y se compartía ese tiempo, pero ahora es más difícil. Incluso ya no hablamos todos de la misma serie.
Sacar adelante tantos proyectos, para diferentes plataformas o cadenas, ¿pesa ahora más?
No, no me pesa. Pero, después de la pandemia, he hecho una promesa de vivir, no solo de trabajar, porque me apasiona mi trabajo y tenía muy diluidas las fronteras entre el ocio y el trabajo. Desde junio, tengo claro que la vida dura lo que dura, que hemos hecho un viaje precioso y que seguimos posicionados en muy buen lugar, pero que ahora me toca un poco de tiempo para mí. Hemos estado con seis o siete proyectos al tiempo, cuando los productores de cine hacen una película cada dos años. Y piensas: «¿A mí me van a premiar al llegar a la meta? ¿Por qué estoy haciendo esto?». Así que he tenido que poner limite, porque he llegado a tener la sensación de estar perdiendo el tiempo en un rato de relax, y ahí te paras y piensas. Y eso lo ha traído el confinamiento.
¿Esa es una de las cosas que ha aprendido en este tiempo?
Sí. El otro día, le decía a una amiga que voy camino de la madurez. Y cada vez observo y escucho más, porque siento que cada uno me da una información valiosísima, que lo que uno vive es muy limitado. Cuando eres joven tienes el ímpetu de hacer las cosas a tu manera y escuchas menos. Pero hoy me resulta atractiva la sensación de no tenerlo todo bajo control. Quiero seguir disfrutando de este trabajo, pero como cuando empezamos. Hay algo del romanticismo de los inicios que, sin querer, se nos fue perdiendo, y hemos decidido dar pasos atrás, para que no se pierda.
¿Qué mas se has dejado en el camino?
He dejado tiempo para mí. Creo que me perdí a mí misma, pero estoy a tiempo de recuperarme. No siento que esté en falta con mis hijas, pero sí que me olvidé de preguntarme: «¿Qué quieres hacer?». Porque siento que he vivido mucho por la ilusión de los demás, porque me hace feliz hacer feliz. Es algo que nos sucede a las mujeres. Me es muy fácil ceder mi tiempo, mi espacio... porque me adapto. Pero si renuncias a todo, ¿dónde estás tú entonces?
Habla como alguien mayor y tiene 41 años...
Sí, siento que hice una vida y ha sido tan intensa que parece que he vivido mucho más. Ramón y yo hemos estado en plena vorágine: al tiempo que la empresa crecía, lo hacían nuestras hijas. Y, de repente, ellas tienen 10 años y Bambú 13, y ya no piden tanto. Porque la empresa antes demandaba mucho de mí, pero hemos podido crecer y puedo dar un paso atrás. Tener la posibilidad de mirar hacia ti es un privilegio, porque mucha gente llega a la edad de jubilación y ni ha podido planteárselo. Ahora me apetece elegir en qué proyecto estar. ¿Y cuál es el que más ganas tiene de hacer? Tengo uno sobre la mesa muy grande y muy delicado, sobre la industria del porno en España, en torno a una figura determinante, la del actor Nacho Vidal. Y es delicado porque me reconozco feminista y sé que hay una mirada oscura respecto a la mujer en el porno. Yo no quiero victimizarlas, porque eso las hace más vulnerables. Creo que, si le das luz y reconoces que hay cosas que no deben ser así, esas mujeres serán más fuertes, porque no todas las actrices porno están ahí por obligación. Sé que me estoy metiendo en un berenjenal y, sin embargo, siento que es apasionante, porque en esta sociedad hace falta hablar de sexualidad. Muchas madres hablan con horror de que los adolescentes toman su patrón de sexo del porno, pero es que no les hemos enseñado nada. Claro que el porno es ficción, pero si no educamos sobre la sexualidad, se producen esas distorsiones. ¿Cómo voy a poder manejar este discurso en los tiempos que corren? Sé que voy a caminar de puntillas.
Mientras ese proyecto sale adelante, están terminando Un asunto privado (Amazon) y Now and then (Apple TV). ¿Qué claves debe tener una serie para ser un éxito?
Cualquier serie es entretenimiento y tiene que conectar con el interés de la audiencia, aunque es cada vez más difícil. Antes, conocías tus audiencias: quién te veía, quién no, el momento más exitoso... Ahora eso forma parte de un big data de las plataformas que apenas comparten y estamos más perdidos. Pero creo que es importante que haya grandes personajes y grandes actores, que el producto tenga una imagen atractiva que te haga soñar, que un elemento te enganche y te lleve hasta el final. La apuesta es encontrar historias diferentes, por qué hay tantas por estrenar y tan parecidas que lo que te hace único es encontrar una historia que destaque de partida y consiga que la audiencia se quede. Yo sigo apostando por bonitos vestuarios, localizaciones, exteriores... Pero depende de lo que cuentes.
¿Y usted, qué está viendo ahora?
Pues, con el tema que tengo sobre la mesa, The Deuce (HBO), sobre la industria del porno en Estados Unidos, con actores espectaculares. Y en el cine, Las leyes de la frontera y Pleasure, premiada en Sundace y seleccionada en Cannes, dirigida por una actriz porno e interesantísima.
¿Y con sus hijas?
Les encantan las películas musicales y han descubierto Grease [Risas]. Vieron el musical y les encantó. Y Ramón les dijo que había una película, así que han tenido que verla.
¿No se anima a producir un musical?
Me encantaría, eso sí sería un gran reto. Teatro o una película musical. Lo intenté con una obra de la que me enamoré en Londres, pero llegó la pandemia... Es un reto sentir que uno avanza. Yo no he nacido para quedarme dormida, no podría vivir con un horario fijo y un trabajo mecanizado. El gran reto es encontrar permanentemente la pasión.
Foto: Félix Valiente. Estilismo: Carla Aguilar. Peluquería/Maquillaje: Sonia Marina para Sonia Marina Cosmetics.
20 de enero-18 de febrero
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