Tenía el rostro de la maldad: así condenamos a Dolores Vázquez en el caso Wanninkhof

Netflix estrena el documental que relata el linchamiento mediático que vivió Dolores Vázquez, falsamente acusada del asesinato de Rocío Wanninkohf en 1999.

El documental de Tania Balló para Netflix, 'El caso Wanninkhof-Carabates', pone el foco en la persecución mediática de Dolores Vázquez, encarcelada por un crimen que no cometió. / NETFLIX

Elena de los Ríos
Elena de los Ríos

Aún no existían las redes sociales, pero la lógica del circo romano ya funcionaba a toda potencia en los medios de comunicación, sobre todo en la televisión . Si en los periódicos se celebraban como cupones premiados las noticias que tuvieran alguna de las tres 'eses' (sucesos, sangre o sexo), en la tele se cantaba bingo con las exclusivas que reunieran las tres. De ahí el despliegue amarillo con el trágico asesinato de las niñas de Alcàsser en 1992: el programa de Paco Lobatón 'Quién sabe dónde' tuvo un 45,4% de share antes de que se encontraran los cadáveres de Míriam, Toñi y Desirée y un 47,6% el día después. Más de ocho millones de televidentes vieron el especial 'De tú a tú' con el que Nieves Herrero se plantó en el conmocionado pueblo de Alcàsser.

En un paroxismo del morbo inédito, el autodenominado criminólogo (era periodista) Juan Ignacio Blanco llegó a decir en el programa de Pepe Navarro, 'Esta noche cruzamos el Mississippi', que los cuerpos tenían signos de haber sido canibalizados. Otra mentira para satisfacer a la audiencia presa de un relato falso . Cuando desapareció Rocío Wanninkhof, el 9 de noviembre de 1999, todo el mundo sabía ya lo que tenía que hacer para vender.

'El caso Wanninkhof-Carabantes', el documental de Tania Balló que estrena hoy Netflix, se da la mano con 'El caso Alcàsser', de Elías León Siminiani, para que nos reflejemos en un espejo incómodo: el que nos retrata como audiencia. Es historia de la televisión y el mayor error judicial de nuestra democracia: mucho antes de que la justicia dictara sentencia, Dolores Vázquez ya era culpable para la España que seguía el caso de Rocío Wanninkhof en televisión.

Incontables horas de programación imaginaron su relación sentimental con la madre de Rocío, Alicia Hornos, y la pintaron como «la viva imagen de la maldad», sugestionados por una fisionomía dura (nada extraña en la cornisa Cantábrica: Dolores es gallega), una imagen poco femenina (de mujer hecha a sí misma en el duro sector de la hostelería) y el terrible estereotipo de la lesbiana perversa. El circo de la televisión azuzó el morbo y buscar al culpable se convirtió en un juego. No había pistas, sino intuición, puro instinto.

«El instinto queda pintoresco en esas señoras andaluzas que encontraban 'antipática y fría' a Dolores Vázquez y en esos hombres mayores de la plaza de un pueblo que se extrañaban de verla tan 'machirula'. Seca. Dura. Lesbiana, ¿Por qué no asesina?», resumió el escritor Vicente Molina Foix entonces. «Mi corazón me dice que sí, que a mí me parece culpable», aseguró Margarita Landi en 'Los Desayunos de la 1'. «Estoy segura de que fue ella. Me lo dice mi corazón», sostenía todavía Alicia Hornos en 2019.

Acosada, insultada y señalada como malvada asesina, Dolores Vázquez fue detenida en 2001. A pesar de que ni una sola prueba física la incriminaba (ni muestras de ADN ni fibras de la ropa, rodaduras de neumáticos, arma blanca, etc.), un jurado popular encontró culpable a Vázquez, sentenciada a una condena de 15 años y un día y una pena de indemnización de 18 millones de pesetas. Funcionó la machacona profecía autocumplida tejida por la televisión: estábamos ante un crimen por despecho que ajustaba cuentas después de una relación de once años con Alicia Hornos que llevaba cuatro rota.

Precisamente para que funcionara el relato del crimen pasional hubo que masculinizar a Dolores Vázquez, una mujer gallega normal y corriente, y resaltar que practicaba kárate, tenía la voz grave o estaba acostumbrada a mandar. Para condenarla por un crimen por celos, debíamos ver a Dolores como un ser monstruoso y abyecto que envidia la belleza de las mujeres 'normales'. Como si no fuera ella una mujer de mediana edad de lo más normal. Vázquez pasó 17 meses en prisión antes de salir en libertad provisional a la espera de nuevo juicio: el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ordenó que se repitiera tras constatar que los miembros del jurado se vieron tremendamente presionados por el ambiente creado en torno al caso por los medios de comunicación. Habían pronunciado un veredicto de culpabilidad contaminado y sin motivación.

Como le sucedió a Nevenka Fernández, la concejala que denunció por acoso al alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez, Dolores Vázquez tuvo que irse de España porque nadie quería darle trabajo al salir de prisión. Volvió al Reino Unido, a un pueblecito al este de la Londres donde ya había estado con su familia, y trabajó en una empresa de transportes. En cuestión de un año, con el juicio aún pendiente, apareció asesinada la joven Sonia Carabantes, además en la misma zona donde había aparecido Rocío Wanninkhof. Todas las pruebas señalaron a Tony King, un depredador sexual con numerosos antecedentes en el Reino Unido, cuyo ADN coincidió con el encontrado en una colilla de Royal Crown que se halló en el escenario del crimen de Wanninkhof.

En aquel momento se resolvieron más de dos crímenes: el llamado estrangulador de Holloway era responsable de otras cinco mujeres estranguladas y otras heridas y conmocionadas. En el documental de Tania Balló aparece Christine P. Blewer, una superviviente que fue sorprendida y agredida por el asesino estando embarazada.

Desde hace algunos años, Dolores Vázquez ha vuelto a vivir a su Betanzos natal, arropada por vecinos y familia. No por la administración ni por los medios de comunicación, donde no se asumieron responsabilidades de ningún tipo. En 2015, el Tribunal Supremo le negó los cuatro millones de euros que pidió por la prisión injustificada. «Me han linchado una vez y tengo miedo de que vuelva a pasar. Yo no tendría que estar aquí justificándome, pero esta sociedad me lo exige», declaró Dolores Vázquez en 2013. «Para mí no ha terminado la lucha. Quiero que cuando vaya por la calle no haya un codazo, o que no susurren. Todavía espero que alguien me pida perdón«, subrayó.

Diez años antes, cuando pudo salir de prisión tras declararse su juicio nulo, Dolores Vázquez insistió en cómo la Guardia Civil había tratado de involucrarla en el crimen sin pruebas. El periodista especializado en crónica negra Francisco Peregil escribió en su crónica de aquel día: «Un día antes de que el autor de ambos crímenes [el de Rocío Wanninkhof y el de Sonia Carabantes] confesara que lo había hecho en soledad, Vázquez se quejaba del linchamiento social al que la Guardia Civil trataba de someterla otra vez al filtrar noticias que la vinculaban falsamente con Tony Alexander King«.

Temas

Televisión