La cantante Sophie Auster con total look de Zimmerman. / Fotografía: Fernando SIPPEL / Estilismo: Inés ITSASO

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La inspiración de Sophie Auster, que lanza nuevo disco a punto de ser madre: «Escribir desde el dolor me ha ayudado a sanar las heridas abiertas»

A punto de publicar nuevo disco y de ser madre por primera vez, la cantante encuentra la inspiración en la ciudad inmortalizada por sus padres, Paul Auster y Siri Hustvedt.

Al inicio de su carrera, Sophie Auster (Nueva York, 1987) solía inspirarse para sus canciones en experiencias personales tristes, con una inclinación preferente por el folk, el cabaret y el blues. Sin embargo, en 2019, cuando publicó su anterior disco, Next Time, la cantautora incorporó temas de un pop chispeante.

En vísperas de publicar un nuevo álbum, avanza que esta vez va a tratarse de una propuesta íntima, con canciones muy despojadas que alterna con temas más rítmicos, con un punto sexy: «No quiero darle al público un solo estilo, sino que haya una mayor variedad», contesta desde Brooklyn, recién llegada de unas vacaciones en Francia. «Creo que es lo más personal que he escrito, porque surge del confinamiento y de conflictos personales vividos en los últimos años».

La cantante Sophie Auster lleva look de Chanel. Fotografía: Fernando Sippel / Estilismo: Inés Itsaso

Los problemas a los que alude, pero que no verbalizará en la entrevista, son la muerte por sobredosis de su hermano Daniel en abril del año pasado, menos de dos semanas después de ser acusado del homicidio de su hija de 10 meses, y el cáncer diagnosticado en diciembre a su padre, el escritor Paul Auster.

El título de su nuevo trabajo evoca un efecto catártico, Milk for Ulcers [leche para las úlceras]. «Es un álbum que refleja la superación de obstáculos y eso me ha dado un gran margen de maniobra para crear un arco narrativo y dar un giro a la pena que sentía hacia temas que plasman que estoy sobrellevándola. Escribir desde el dolor me ha ayudado a sanar las heridas abiertas».

La crisis sanitaria también avivó en ella una urgencia política que ya se ha abierto paso en sus letras, pero todavía no siente que tenga suficiente material para reunirlas en un disco. Durante la pandemia asomó la patita en Instagram con una canción de humor negro titulada Adiós, hombre naranja, en clara referencia al presidente Donald Trump. Su publicación le procuró la habitual ración de odio en las redes. «La gente me dijo cosas como «bájate de tu tribuna liberal» o «a nadie la importa tu música». Intento ser todo lo franca que puedo, y cuando me expreso en redes estoy acostumbrada a recibir ese tipo de odio. Pero a estas alturas, para frustrarme o hacerme daño tienen que dedicarme comentarios muy personales». Sophie sufrió anorexia en la adolescencia, y aún tiene que esforzarse por aceptar su imagen. «Me irrita cuando me escriben «come algo» o «estás muy flaca», pero no frases como «soy pro Trump y te odio».

En la tarde en que tiene lugar esta conversación, sus facciones lucen redondeadas. La letrista espera su primer hijo junto a su marido, el fotógrafo Spencer Ostrander. Entre sus planes futuros de crianza está el de emular un ritual nocturno de lectura que su madre, la también escritora Siri Husvedt, instauró en su vida y prolongó más allá de la infancia, hasta el punto de invertir y turnarse en los papeles de lectora y oyente. «Desde muy niña y hasta que cumplí 13 años, me leía entre una y dos horas cada noche en la cama. Ella alentó mi apego a la literatura del siglo XIX. De su voz conocí Cumbres borrascosas, David Copperfield y El jardín secreto».

Vestido y bolso de Fendi; y zapatos de Lhambi. Fotografía: Fernando Sippel / Estilismo: Inés Itsaso

La cantante afirma sentirse una privilegiada por el estrecho vínculo que mantiene con sus progenitores. «No sabía lo única que era nuestra relación hasta que comencé a salir con los padres de otra gente», se ríe. Cada domingo, cruzan Brooklyn y cenan juntos. Este verano, tras dos semanas de descanso en Francia, Paul y Siri recibieron a la pareja «bromeando sobre lo mucho que habían echado de menos a sus mejores amigos», se carcajea. «Creo que han necesitado mi apoyo desde hace tiempo. Desde que entré en la edad adulta hemos pasado a tener un nuevo tipo de relación que pasa porque me he convertido en una persona independiente. Estamos muy, muy unidos».

La colaboración entre su marido y su padre en el ensayo Un país bañado en sangre (Seix Barral, 2023) es fruto de los meses de convivencia de los cuatro en casa de los Auster durante la peor fase de la pandemia. «Cuando mi padre se ofreció a respaldar sus fotografías, a los dos nos sorprendió, pero como todas las noches hablábamos de nuestros proyectos mientras cenábamos, tuvo sentido».

El libro es un alegato contra la tenencia de armas en Estados Unidos, ilustrado con imágenes de los escenarios de más de 30 tiroteos masivos. La conmoción por la violencia en su país le inspiró a Sophie hace unos años otro de los temas que duerme hasta que llegué el momento de engrosar un futuro álbum político. La letrista escribe a menudo, pero no se mide en su ejercicio con el oficio de sus padres. Si acaso, con la poesía. «No creo que sea malo valorar y honrar la composición de canciones, pero no las pongo al mismo nivel que la literatura. Quizás es una opinión impopular, pero es lo que pienso», reconoce con una sonrisa.

Trabajadora incansable, Sophie solo se concede dos semanas de vacaciones forzadas de la escritura tras una experiencia atribulada en un tren el pasado verano, recorriendo de nuevo Francia: «No sabes lo estresante que fue viajar con dos maletas y la funda de la guitarra... La gente me gritaba, iba chocándome con todos, no había dónde dejarla y juré que la próxima vez la dejaría en casa».

Sophie Auster lleva abrigo, pantalones y bolso de Prada. Fotografía: Fernando Sippel / Estilismo: Inés Itsaso

Es evidente que tiene un vínculo especial con nuestro país vecino, pero también con el nuestro. Tanto su padre como su madre han sido reconocidos con el Premio Princesa de Asturias de las Letras. En 2006, él; en 2019, ella. En esta última ocasión, ejerció de telonera con un concierto en Oviedo la víspera de la entrega.

« España es uno de mis países favoritos. He ido muchas veces y me siento genial allí. Siempre me lo he pasado muy bien en todas las ciudades españolas que he visitado, puede que incluso me haya divertido demasiado... Hay una alegría y una calidez con las que conecté desde el primer momento, porque yo también soy una persona muy afectuosa, que necesita tocar a la gente».

Todavía conserva en algún cajón la camiseta del Barça con su nombre en la espalda que le regaló el director Xavier Ribera cuando cumplió los 21 años. El aniversario coincidió con el rodaje en Barcelona de la película Circuit, donde se adentraba en el mundo de la moda y compartía reparto con Michelle Jenner, Óscar Jaenada y Leticia Dolera.

Aquella fue su quinta experiencia frente a la cámara. Su estreno se produjo a los nueve años, en la película Washington Square (Agnieszka Holland, 1997). Un año antes había debutado como solista, interpretando frente a toda su clase de tercero de Primaria una canción gospel. «Me encantaba cantar, pero para perseguir algo necesitas que alguien te valide, que te diga que eres buena, así que recuerdo con mucha precisión el día que mi profesora de coro se acercó, me tomó de la mano y me pidió que cantara una canción. Cuando me negué, me propuso cerrar los ojos. Así superé el miedo a ponerme frente al público. Desde entonces, la emoción nunca ha desaparecido».

Su primer álbum fue una recopilación de versos de poetas surrealistas y dadaístas franceses traducidos por su padre, Sophie Auster (Naïve, 2006). El trabajo le fue recompensado con una carta del nieto de Apollinarie, en la que le felicitaba por la adaptación de uno de sus poemas. Aquello la impresionó. Al contrario que las visitas a la casa familiar del músico Lou Reed, el actor Harvey Keitel, el escritor Don DeLillo y otros amigos ilustres de la familia. Hasta la pubertad no fue consciente de la realeza intelectual a la que pertenecían sus padres. En lugar de codearse con ellos, prefería irse a jugar o ver la televisión.

En la página siguiente, traje de Llesur NYC. Fotografía: Fernando Sippel / Estilismo: Inés Itsaso

El cantante de ópera Benjamin Bernheim ha descrito su experiencia sobre el escenario como enamorarse 60 veces al año. Sophie lo experimenta como una euforia. «Hay personas que se angustian mucho y no les gusta actuar. Yo llevo tanto tiempo que ya he superado esos nervios, pero siempre siento mariposas en el estómago. Eso te mantiene muy alerta. Estás tan conectada con lo que estás haciendo que parece que sales de tu cuerpo. Aún así, no todos los conciertos son iguales. Cualquiera que lleve mucho tiempo o haya tenido que actuar en clubes pequeños sabe que hay veces en que hay que ganarse al público con mucho esfuerzo. Cuando se consigue esa sinergia en la que todos estamos juntos, conectados, en una misma habitación, el subidón es tremendo».

Sophie está deseando cantar en directo su nuevo trabajo, pero tendrá que esperar a la evolución de su embarazo. Entretanto, dedicará tiempo a cocinar, una afición que empezó a cultivar junto a su compañera de habitación en la universidad Sarah Lawrence, donde cursó literatura inglesa y francesa. «Ni siquiera sabía hervir arroz. Me puse a mirar recetas y, de repente, un día, entendí que era otra salida para mi creatividad».

Su casa estos meses huele a calabaza y pollo asado. El mercado de agricultores en Brooklyn está abierto hasta principios de noviembre y allí acuden en una estampa bucólica Spencer y Sophie en bicicleta a llenar sus cestas. « Las estaciones más hermosas en Nueva York son el otoño y la primavera. En septiembre y octubre todavía hace calor en Nueva York, pero hay como un crujido en el aire y las hojas comienzan a volar. En verano, en cambio, recomendaría salir de aquí, porque es sofocante y apesta: hay basura maloliente por todas partes. Pero en otoño todo es cálido y perfecto. He vivido aquí toda mi vida, pero sigue siendo muy emocionante. Me gustan mucho los diferentes cambios, el vecindario, la energía... Hay una especie de sensación nítida y limpia», detalla dilatando sus ojos de gata persa. Hasta parece que ronronea.