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Pueden asaltarte en cualquier sitio: en tu mesa de trabajo, en la máquina de café, en la fotocopiadora, en un despacho… Para cuando, 20 minutos después, consigues poner fin a la conversación (a menudo dedicada a crear problemas inexistentes o a despellejar al compañero o jefe de turno) te sientes tan estresada y emocionalmente exhausta que te cuesta ser productiva. Acabas de interaccionar con un vampiro emocional. Aunque operan en todos los ámbitos de la vida, las oficinas y los espacios de trabajo son un terreno particularmente fértil para ellos.
Para gestionar este tipo de relaciones tóxicas, lo primero de todo es aprender a detectarlas. Los vampiros emocionales destacan por ser personas extrovertidas a las que les gusta monopolizar la conversación (de la que siempre son los protagonistas) y muestran una excesiva necesidad de validación en los otros. Suelen evitar a los compañeros que destacan por su optimismo y personalidad positiva y prefieren convertir a los introvertidos y a las personas con una evidente aversión al conflicto en sus presas favoritas.
«Hablamos de personas que con lo que hacen, no hacen, dicen y no dicen y por su manera de tratar a los demás acaban consumiendo muchísima energía de su entorno. Hasta al punto de conseguir ralentizarlo todo. Quienes están a su alrededor, sean compañeros o jefes, sienten que no se puede trabajar con ellas», explica la experta en empleabilidad y psicóloga de carrera profesional María Gutierrez que apunta a que la presencia de este tipo de perfiles dentro de una empresa también afecta a la relación con clientes y proveedores.
Por eso, su impacto dentro de una organización puede ser enorme. «Afecta a todos los niveles: desde la buena marcha de la organización, porque los procesos se ven completamente alterados, al bienestar emocional y la salud mental de compañeros y jefes», explica Gutierrez.
Las consencuencias dependen, en gran medida, del papel o cargo que ocupen dentro de cada compañía. «Una persona con una posición directiva que se comporta así puede tener un impacto negativo en cientos de personas; un mánager puede afectar a todo su equipo, pero también a la relación con otros departamentos. Y luego, está la persona que no tiene a nadie a su cargo y lo que hace es entorpecer todos los procesos que pasan por sus manos. Hay que diferenciar este perfil del de quienes hablan demasiado, son chismosos o se dedican a esparcir bulos... Son dos cosas diferentes».
La sensación que generan en los equipos, explica gráficamente Gutiérrez, es la de chocarse constantemente con un muro. Y la solución no es sencilla. «A veces, por no discutir o tener que plantear mil argumentos para superar los obstáculos que esa persona plantea, muchos profesionales tratan de evitar a los vampiros emocionales. El desgaste que supone buscar caminos alternativos para puentearles es enorme. Y puede tener consecuencias si el vampiro en cuestión toma represalias. Por eso, la evitación no suele ser fructífera y, a veces, es literalmente imposible, a no ser que decidas cambiar de empresa».
Los cambios, explica la experta, tienen que venir de la persona afectada; esperar que ocurra al revés a menudo solo lleva a la frustración. « Desde la comprensión y la empatía se pueden mitigar ciertas cosas. Para evitar este tipo de relaciones laborales tóxicas lo más importante es cuidar de forma exquisita tu bienestar emocional y tu salud mental. Solo así puedes alcanzar la claridad mental necesaria para afrontar estas situaciones de la mejor forma posible para todas las partes», explica Gutiérrez.
Es decir: prueba a ser tolerante, pero sin dejar que su comportamiento sea un patrón persistente y eso te convierta en su presa predilecta. Puedes dejar que se desahogue durante unos minutos y, después, utilizar un deadline o una tarea pendiente como excusa para concluir rápidamente la conversación. O levantarte de la silla para dejar claro, desde el lenguaje no verbal, que vuestra charla no va durar mucho más. También puedes redirigir sus quejas hacia una solución en lugar de dejar, simplemente, que se desahogue.
Y si has detectado que tus compañeros te evitan o emplean algunos de esos trucos contigo, no descuides nunca la posibilidad real de que el vampiro emocional de tu oficina seas precisamente tú. Aunque no es imposible, el autodiagnóstico es complicado. «Si estas pasando por una etapa marcada personal por la tristeza, la ira, el orgullo a la frustración es muy, muy probable que el vampiro emocional seas tú. Sin embargo, es muy difícil que una persona que se encuentre en eses estado sea capaz de darse cuenta. Porque hay que dejar una cosa clara: existe una gran diferencia entre ser así y estar así«, concluye la experta.