Las series protagonizadas por mujeres viven un auge en la industria audiovisual. Esta misma semana se estrenaba Yellowjackets, la semana pasada pudimos ver el escándalo sexual de Bill Clinton contado (por fin) desde el punto de vista de Monica Lewinsky y cómo olvidarnos del gran éxito del año, Mare of Easttown , protagonizada por Kate Winslet. Y es que parece que el punto de vista femenino está muy demandado en la ficción. Con esta premisa surgió Vida Perfecta, creada y protagonizada por Leticia Dolera, a quien conocíamos patinando en los pasillos del instituto de Al salir de clase. Mucho ha llovido desde entonces, y la actriz y directora se ha convertido en una mujer contestataria, lo que le ha traído muchos quebraderos de cabeza.
En la primera temporada de Vida perfecta conocíamos a María, una dentista con la vida completamente planeada que ve toda su vida rota en mil pedazos cuando su novio la abandona. Tras esto, decide dejarse llevar y en una fiesta de cumpleaños consume éxtasis y acaba acostándose con Gari, el jardinero de la casa, un hombre con una discapacidad intelectual. Así comienza el repaso a la vida de María, Esther y Cris, tres treintañeras en plena crisis existencial, que terminaba con una María a punto de dar a luz y sin saber lo que le esperaba. ¿Y qué le esperaba? Eso nos lo cuentan ahora, en la segunda temporada.
Porque, ¿Qué pasa cuando la maternidad no es el camino entre rosas que se suponía que tenía que ser? ¿Y si te sientes mal por ser madre y perder tu propio yo entre biberones y pañales? Eso es lo que le pasa a María (Leticia Dolera) que, después de dar el paso de tener un hijo con Gari, situación que ya de por sí no es la más fácil del mundo, de repente se encuentra con que hace seis meses que ha dado a luz y no siente que quiera a su hijo. Puede parecer extremo, ¿verdad? Pues pasa más a menudo de lo que parece, pero no se habla de ello. Y luego está Gari, que por fin ha cumplido su sueño de ser padre pero que comienza a notar las barreras que la sociedad pone a las personas con discapacidad. No es que antes no las hubiera notado, es que siempre había tenido afán de superación, pero su nueva situación le hará sentir ira y frustración, lo que le hará alejarse de su hijo.
Esther, la eterna adolescente, parece que por fin ha sentado la cabeza con Julia, 15 años mayor que ella. Se conocen desde hace 4 meses, ya viven juntas y están planeando la boda. Que bien, ¿verdad? Pues no. Cuando no haces las cosas porque quieres sino porque es lo que se supone que debes hacer, las inseguridades afloran con más ímpetu. Y eso es lo que le pasará a Esther, que volverá a retomar unas actitudes extremas para negar el paso del tiempo.
Y luego está la siempre perfecta Cris, que precisamente por exigirse ser buena en todo (trabajo, familia, amigos...), tuvo una crisis en la pasada temporada. Parece que ahora todo va mejor y comparte con su marido Pablo el cuidado de las niñas y de la casa. La comunicación fluye, lo que les lleva a plantearse la opción de abrir la pareja. Y eso está bien cuando lo haces porque quieres pero si lo intentas para tapar posibles problemas conyugales está abocado al fracaso.
Y así, a grandes rasgos es el cóctel (molotov) que nos vamos a encontrar en esta segunda temporada de Vida Perfecta, que podrás ver en Movistar+ a partir del 19 de noviembre.
20 de enero-18 de febrero
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