La fama de Italia como lugar por excelencia para manufacturar –y comprar– los mejores zapatos se debe sencillamente a la tradición que sus maestros artesanos llevan perfeccionando durante generaciones. Firmas como Salvatore Ferragamo o Fratelli Rossetti lo avalan con el prestigio de las creaciones, que salen desde talleres repartidos por su amplia geografía. España no se queda atrás en cuanto a calidades y maestría, pero la industria y el mercado le ha dado la espalda durante años . Ubrique, en Cádiz, es quizá donde encontramos las pieles y los bolsos de mayor calidad del mercado y una zona que ha sabido resistir.
Pero ahora, grandes y pequeñas enseñas de lujo –incluidas las más humildes– quieren ofrecer los mejores accesorios y fabrican allí. Madame Gabrielle Chanel ya confiaba plenamente en los talleres franceses más delicados, encomendándoles sus diseños, y monsieur Christian Dior hacía lo propio para dar vida a sus genialidades. La alta costura, por su parte, se nutre de las manos artesanas que emplean cientos de horas en confeccionar cada pieza. Cortadas por el mismo patrón, estas creaciones han conseguido que la artesanía sea la piedra angular de la industria de la moda.
La globalización, el auge de la moda rápida (convertida en indispensable de nuestro guardarropa) o la superproducción de colecciones que hacen caducar las tendencias cada vez en menos tiempo, han sido algunos de los factores por los que el valor de la artesanía había quedado relegado a un segundo plano. A raíz de la pandemia y gracias al despertar de la conciencia ecológica, hemos vuelto a valorar la calidad sobre la cantidad desmesurada de ropa y accesorios. A cambio, las firmas han respondido apoyando cada vez más a los pequeños creadores que hacen magia con sus manos.
Las marcas que han nacido y crecido durante la pandemia, como Alhaja, se han atrevido a asumir, desde el primer momento, valores completamente alejados de la producción masiva y enfocados hacia la sostenibilidad. «Calidad es mejor que cantidad», repiten a coro María Borrero e Irene Rodrigo, las socias fundadoras de la casa. A pesar de haber trabajado juntas en una firma de moda española, decidieron rechazar las fábricas del mercado asiático y apostar solo por lo nacional. Una ardua decisión, «porque no las conocíamos –confiesan–.
Ahora tenemos una red de fábricas y talleres con los que nos entendemos y trabajamos como si fuéramos una familia». Sus puntos neurálgicos se dividen entre Sevilla y Zaragoza –ellas viven en la última–, y, desde sus platos de cerámica, hasta el proceso de creación del resto de su joyería se completan de forma manual en estos talleres de proximidad. Cervera del Río Alhama, en La Rioja, es pueblo alpargatero por excelencia desde hace décadas y el lugar en el que nació Vidorreta en 1995. Lo hizo por «cuestiones de calidad, especialización y saber hacer».
El yute es el hilo que vertebra sus creaciones y une tres talleres situados en los pueblos de entorno, además de uno propio en la mencionada localidad. En este último, unifican el producto final, pero todos cuentan con unas 10 personas que trabajan con sus manos durante todo el año. «En verano se suelen incorporar más personas a la plantilla, porque la producción es más alta», confiesan desde la firma. Su talento es tal, que han conquistado a la reina Letizia, quien cada verano aprovecha para lucir alguna de sus creaciones.
Celeste Da Silva trabaja el junco para la creación de bolsos y cestas desde su taller en Portugal, sin importarle el tiempo que emplee en ello. Ahora colabora con una decena de mujeres que aprenden el oficio con ella, pero cuando Heimat Atlántica –una de las firmas de bolsos y accesorios artesanales más relevantes del panorama nacional– se fijó en ella, la técnica de cestería con este material estaba desapareciendo, reducida a solo unos pocos artesanos, y por entonces solo contaba con la ayuda de su marido.
Poco a poco y gracias al creciente interés por lo artesanal, muchos de ellos también han podido retomar su actividad. «Bajo mi punto de vista, la moda debe tener una responsabilidad social y cultural, tiene que velar por unos valores como sociedad», asevera Montserrat Álvarez, fundadora de la firma. Y esa es la filosofía que está siguiendo con Heimat Atlántica. Por eso, mientras que Celeste se encarga de hacer la base de cada bolso de esta firma de accesorios, otros genios como Mario Feijoo completan cada detalle.
Asentado en la aldea gallega de Ponte Ulla, a sus 75 años se puede decir que pocas personas conocen el trabajo de la porcelana tan bien como él. Desde su humilde taller, y con la ayuda de un joven aprendiz, salen las piezas de la colección Lares, que toma su nombre de las deidades de la Antigua Roma, guerreros y protectores del hogar. Los bolsos de esta línea están limitados a una edición de 50 piezas, lo que los convierte en piezas más que especiales, consecuencia del lento ritmo de producción que requiere la minuciosidad de cada detalle.
Las pieles que completan algunos de sus accesorios las trabajan en Ubrique y Pontevedra, las asas las hace Idoia Cuesta en Galicia y las conchas que decoran singulares piezas de joyería las trabajan las tradicionales colareiras de O Grove. Y un porcelanista completa desde Sargadelos, en Lugo, colecciones como la Talismán, presente desde los inicios de la firma, en 2016. Mención especial merecen los cierres de los collares sirena, que, en forma de manos, son creados por los artesanos de maison Desrues, especializados en esmaltes, y parte del grupo de Métiers d'art con los que Chanel trabaja. Fruto de tantas semillas, no hay un bolso ni una joya igual a la anterior en Heimat Atlántica.
El resultado es de una calidad innegable y, como valor añadido, cada pieza tiene vida y personalidad propia gracias a las manos por las que ha ido pasando hasta convertirse en lo que es su resultado final. Un caso similar es el de Charo Ruiz, cuya firma, a pesar de estar asentada en Ibiza, confía en artesanos de Portugal y Túnez. En el primer destino, cuenta con cuatro talleres de unas 20 personas cada uno; en el segundo, otro con medio centenar.
Cada prenda hasta por seis manos y los blancos de sus telas no son todos iguales. La razón: los tejidos se secan al sol de forma natural. Cuando está todo terminado, el círculo se cierra de nuevo en Ibiza, donde se completan los calados y guipures característicos de sus colecciones. Desde allí también salen los diseños y las muestras iniciales.
Calabazas gigantes en medio de un espacio níveo y luminoso abrían el último desfile de Loewe en París, con el que la firma presentaba su colección para el próximo otoño. Confeccionadas en piel, algo totalmente sorprendente para su tamaño, eran obra de la artista Anthea Hamilton, con quien la casa ha colaborado con una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Amberes, en Bélgica. Experta y reconocida por su trabajo de la piel –todos sus bolsos se confeccionan manualmente de forma minuciosa en sus talleres madrileños–, el arte y la artesanía van de la mano de Loewe, que apoya ambas en cada una de sus acciones artísticas y comerciales.
El premio Craft, ideado por Jonathan Anderson, director creativo de la casa, se celebra desde hace cinco años y es una de las mayores pruebas de esta sinergia. Con él, se reconoce a artesanos contemporáneos de todo el mundo, que crean obras a partir de técnicas ancestrales y son relevantes para el futuro. De esta manera, la moda trasciende hasta el arte y la firma abraza sus orígenes: Loewe fue fundada en 1846 en Madrid, bajo el marco de un taller colectivo de artesanía, algo de lo que no todas las firmas de lujo pueden presumir . Anatxu Zabalbeascoa, secretaria ejecutiva del comité de expertos del Craft Prize Fundación Loewe, asegura que, con el galardón, apelan a «una dimensión cosmopolita que contempla la mejor artesanía como algo atemporal pero profundamente arraigado».
Las 30 obras finalistas de esta edición de 2022 se expondrán en el Seoul Museum of Craft Art, en la capital coreana. Sigue los pasos de otros museos, como el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, el Museo de Diseño de Londres o el Museo de las Artes Decorativas de París, que acogieron las creaciones de los ganadores de anteriores ediciones. El ganador se conocerá el 30 de junio en la inauguración de la exposición y recibirá una dotación económica de 50.000 €, para continuar con su labor de apoyar la artesanía y las técnicas tradicionales. El otro gigante del lujo que también lleva la piel por bandera es Hermès. Nacida en París en 1837 como un negocio de diseño de arneses para caballos, la maison sigue en manos de los descendientes del fundador Thierry Hermès.
Por el camino, ha atesorado uno de los mayores prestigios de la industria gracias a la lista de espera que tienen sus bolsos insignia ( el Kelly y el Birkin), fruto del savoir-faire del que siguen haciendo gala sus artesanos. El éxito de estas enseñas centenarias se debe a su compromiso con la artesanía. El de las más jóvenes, a su atrevimiento por diferenciarse en un mercado de producción masiva. Continuar apoyándolas es fundamental para que los oficios sigan creando la historia y cultura de una sociedad.