¿Eres de las que anotó “alimentarme de forma sana”, “hacer más deporte” y “bajar un par de kilos” entre los propósitos del nuevo año, pero lo olvidaste a las dos semanas de empezar? Con la llegada incipiente de la primavera, el calor que invita a quitarse capas cual cebolla y con la “operación bikini” a la vuelta de la esquina, retomas tus objetivos y comienzas esa ardua tarea digna de un sabueso que todas hemos emprendido alguna vez. Véase: buscar dietas habidas y por haber, los menús más healthy , las últimas recomendaciones fitness, esa crema “milagrosa” que al final no es cosa tal, dar un paso adelante, dos atrás y vuelta a empezar… tranquila, nos pasa a la mayoría. Por eso mismo, hay regímenes alimenticios que, a pesar de existir desde hace años, vuelven a estar en auge en cuanto asoman los primeros rayos de sol. Es el caso precisamente de la dieta de la que os hablamos hoy, el plan Fat Flush diseñado por la nutricionista Ann Louise Gittleman.
¿Y en qué consiste? La dieta fat flush promete funcionar como sistema detox, quemar grasa y acelerar tu metabolismo, de tal forma que pierdas peso y volumen en zonas “conflictivas” como son: cintura, cadera y muslos. Gittleman introdujo la idea de “lavado de grasa”, basada en la teoría de que el hígado es un horno para quemarla y que la combinación correcta de alimentos puede aumentar el ritmo de nuestro metabolismo y hacer que nuestro cuerpo se deshaga de los lípidos de forma más eficiente. Pero antes de eso, el hígado y el sistema linfático deben haber sido depurados para un funcionamiento óptimo. Así, Gittleman busca en tres fases reducir la retención de agua, la ingesta de grasa y carbohidratos, así como disminuir las calorías que consumimos a diario con el objetivo de alcanzar los resultados deseados.
Esta fase requiere que se ingieran unos 8 vasos de zumo de arándanos diarios, sumado a un litro de agua para reducir así la retención de líquidos. La ingesta de calorías se limita a unas 1100-1200, mientras se prohíbe el consumo de grasas saturadas, lácteos y carbohidratos. Se recomiendan las proteínas magras (pescado, pollo o pavo sin piel, por ejemplo), las frutas y las verduras.
En cuanto a la actividad física, se recomienda caminar unos 20 o 30 minutos, cinco veces por semana. Deberás seguir esta rutina durante dos semanas.
Diseñada para continuar con la pérdida de peso, en esta fase se incrementa ligeramente la ingesta de calorías, que pasará a ser de 1200 a 1500 diarias. Es aquí cuando se podrán agregar lentamente algunos carbohidratos (arroz integral, guisantes o patatas). Se recomienda no mezclar carne y leche, frutas y verduras en la misma comida, así como hacer cinco comidas diarias.
Con respecto a la actividad física, seguiremos con el mismo tiempo de caminata cinco veces por semana, sumado a ejercicios de bajo impacto físico si se quiere.
Llegamos a la última etapa y una de las más importantes, porque pretende que conviertas este tipo de alimentación en una auténtica filosofía y estilo de vida. El consumo calórico pasa a ser de unas 1500 calorías diarias con una proporción de alimentos que se repartirá entre un 30% de proteínas magras, 30% de grasas y 40% de carbohidratos. Aquí podremos incluir ya una cantidad limitada de productos lácteos.
Además de hacer caminatas de unos 50 minutos de duración, en esta fase se recomienda intensificar la actividad física con entrenamientos y ejercicios que aumenten nuestra fuerza y resistencia. De esta forma, lograremos tonificar el cuerpo y mejorar nuestra condición física. Por último, se recomienda llevar un diario o marcar los alimentos que consumimos y consumiremos a lo largo de la semana
Evidentemente, antes de realizar cualquier cambio en nuestra dieta es imprescindible consultar a nuestro médico de cabecera ya que, en las fases 1 y 2, por ejemplo, el consumo calórico puede ser demasiado bajo para algunas personas. Hay quien no puede adecuarse a un plan tan restrictivo y quien puede soportarlo únicamente durante un tiempo más limitado. Por eso, recuerda ponerte en manos de un profesional.
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