belleza
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Misión cumplida: ya has cogido ese buen color que deseabas. Ahora toca sublimarlo para que el atardecer destaque tu piel dorada y para brillar con luz propia por la noche. ¿Tu must? El bronzer. Pero los polvos de sol tienen sus normas y en todas ellas el dibujo de tu rostro es el que manda.
Es la forma tradicional y sin sustos de aplicarte el bronzer en polvo: dibuja con la brocha un tres en los dos laterales exteriores del rostro. El número empieza en las sienes, rodea los ojos, tiene su segundo pico interior en el hueso del pómulo y el final abajo, a la altura de la barbilla, pero sin llegar hasta ella. Así logras un interesante toque de contouring que afinará tus rasgos.
Los polvos de sol se aplican en las zonas donde el sol incide de forma natural: la frente, el puente de la nariz, la parte de las mejillas bajo la cuenca de los ojos, la barbilla, las clavículas... Pero hay que hacerlo usando la brocha en paralelo y con líneas horizontales del centro al exterior. Es perfecto para rostros muy alargados.
Da el bronzer en el círculo exterior del rostro. En la frente y los laterales, haz hincapié en la línea del nacimiento del pelo. En la parte inferior del rostro, pasa la brocha siguiendo el borde exterior de la mandíbula, desde el centro de la barbilla hacia las orejas. Funciona muy bien para caras muy redondas.
No solo de polvos compactos vive el resplandor de tu rostro. Sobre todo, a plena luz. Unas gotas de bronceador líquido en puntos clave (la parte alta de los pómulos, la línea vertical de la nariz, la barbilla y el centro de la frente, sobre el entrecejo) logran un resultado más natural. Si no quieres pasarte, mézclalos con un poco de hidratante.