¿Es racista Zara por usar un modelo china con pecas en un anuncio?

Parece que la moda no se entera: China se está empoderando . Esta semana hemos tenido una nueva muestra de que el pujante mercado asiático, el más suculento ahora mismo para todos los sectores comerciales, no tolera ya a Occidente ni el desconocimiento de sus costumbres ni lo que consideran faltas de respeto. Más aún: cualquier desliz en este sentido puede ser utilizado como (humillante) prueba de fuerza en un pulso en el que las marcas europeas tienen todas las de perder. Ni siquiera Zara ha podido negarse a pedir perdón por una cuestión que difícilmente podemos entender con los ojos occidentales: unas pecas .

La modelo china Jing Wen es una habitual en las campañas de las grandes marcas de moda (de Prada a Tommy Hilfiger), gracias a una belleza espectacular en la que destacan sus pecas, seña de identidad que sus seguidoras adoran y que está siempre presente en los dibujos que estas le envían y que ella cuelga en su perfil de Instagram. En el mercado global, esas pecas en un rostro de ojos rasgados simbolizan la hibridez de herencias que tanto se cotiza hoy en toda la industria cultural, de ahí que Wen aparezca en las campañas globales de Zara, incluida la de sus labiales.

Pero, claro, lo que funciona a nivel global puede ser un problema en un mercado local, y si ese mercado es tan gigantesco como el de China, la polémica está servida. En los estándares de belleza asiáticos, las pecas son consideradas manchas improcedentes que es necesario eliminar o tapar. De ahí que los consumidores chinos haya acusado a Zara de querer ridiculizar la belleza china, destacando precisamente las manchas en la piel. "Un insulto para China" es el 'hashta'g en el que se han acumulado las quejas contra Zara y Jing Wen, donde las críticas se vuelven directamente políticas, para acusar a la marca de "imponer estándares de belleza blanca a las mujeres chinas".

En realidad, este choque demuestra el déficit cultural y diplomático del que adolecen las grandes marcas de moda y belleza, gigantes todopoderosos acostumbrados a hacer y deshacer deseos en las imágenes que nos lanzan. Ahora que su cuenta de resultados depende en gran medida del consumo asiático, tendrán que demostrar más humildad si pretenden no ser rechazados allí donde han de encontrar su mayor mercado. En caso contrario, pueden sufrir un duro revés, como le ha ocurrido a Dolce & Gabbana, objeto de amenaza de boicot debido a una falta de respeto en una campaña publicitaria. Se juega más de 500 millones de dólares, un tercio de sus ingresos anuales.

El pasado noviembre, Dolce & Gabbana publicó unas fotos en las que las modelos trataban infructuosamente de comerse unos espaguetis con palillos, chiste que no cayó nada bien a los chinos, hasta el punto de que la marca tuvo que cancelar su desfile en Shangái y las tiendas multimarca del país comenzaron a rechazar los pedidos de sus prendas y accesorios. Unos días antes, el viceprimer ministro italiano Luigi Di Maio demostró su falta de interés al referirse al presidente Xi Jinping como el “presidente Ping”. Está claro que hasta en el máximo nivel político cala una consideración de China que no está a la altura de su poderío cultural y su pujanza económica. Por eso, un detalle tan nimio como unas pecas puede desencadenar un conflicto comercial fatal.

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