Se puede tener el pelo muy fino, y tener buena densidad capilar. O se puede tener un cabello muy grueso, pero poca densidad . ¿La razón? Cuando hablamos del famoso término, no nos referimos al grosor que tiene cada fibra de cabello de forma individual, sino a la cantidad de cabello que puebla el cuero cabelludo. Cuanto más denso el cabello, más pelo tenemos por centímetro cuadrado.
Lógicamente, ninguno queremos contar la cantidad de pelos que tenemos. Para qué engañarnos: lo que buscamos es poder presumir de 'pelassssso'. Sin más.
¿Cómo se detecta una buena densidad capilar? Una de las pruebas clásicas es la coleta. Al recogernos el pelo, ¿se ve una coleta generosa y ancha o bien la goma da vueltas y más vueltas hasta que conseguimos algo de agarre? Algo similar sucede con el cuero cabelludo: cuanto mayor sea la densidad capilar, menos se transparentará y menos lo veremos.
¿Cómo mejorar la densidad capilar? Sobre todo, cuidando el cuero cabelludo.
Cuando el cabello no se lava con la frecuencia necesaria, el sebo se acumula en torno al folículo piloso y lo ahoga. ¡Mal! Por tanto, es necesario impedir que la grasa nos deje al pobre pelo asfixiadito y boqueando por un poco de oxígeno lavándolo las veces que haga falta para no tener grasa en la raíz.
Por otro lado, la receta mágica tampoco radica en lavarse demasiado el pelo. Eso irrita el cuero cabelludo, desata una reacción inflamatoria y tiene al folículo de picos pardos, tan ocupado intentando recuperarse de tanta agresión que no puede dedicarse a dejar crecer al pelo como es debido. La clave está en el equilibrio, usando champús suaves que no agredan la flora microbacteriana. En general, una buena frecuencia de lavado es de dos a tres veces por semana, exceptuando el cabello muy graso.
Nos ocupamos mucho de las puntas, pero poco de la raíz capilar. Algo tan sencillo (¡y gustoso!) como darse un suave masaje con las yemas de los dedos en el cuero cabelludo dos o tres veces por semana (basta con cinco minutos…) ayuda a estimular la circulación y, con ello, los nutrientes que llegan al folículo piloso.
Ya hablamos aquí de los peligros de abusar del 'psssscht' mágico del champú seco. Es fantástico usarlo de vez en cuando, pero si se nos va la mano y lo convertimos en una rutina capilar, acabaremos ahogando (otra vez, sí) al pobre folículo piloso, dado que se acumula en torno al mismo y deja a cada pelo asfixiado.
Hay multitud de productos capilares con siliconas. Es fácil de entender: son baratas, hacen que los productos se distribuyan con facilidad y aportan mucha suavidad. Pero se acaban acumulando en el pelo, dejándolo más pesado, y provocando que se ensucie más rápidamente. Es preferible medir su uso y no abusar de ellas, pues el pelo estará más vivo.
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20 de enero-18 de febrero
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